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La Cartuja

5/02/2022 - 

VALÈNCIA. La Copa del Rey ejerce un influjo en el valencianismo que la convierte en una competición fetiche que envuelve en su liturgia un clima en el que el valencianista respira felicidad y grandes recuerdos. 

Van sucediéndose las generaciones y, cada uno, conserva en su disco duro vivencias de alguna de aquellas finales a la que pudo asistir o que le evoca recuerdos de esos que quedan para siempre y que todos queremos repetir acompañados de nuestros hijos para que vivan una fiesta de pertenencia, como nosotros la vivimos con nuestros padres,  consolidando así la pervivencia de una emoción cuya grandeza nunca alcanzarán a entender ni a saber disfrutar los actuales dirigentes del Club. 

La victoria del miércoles ante el Cádiz y la posibilidad de volver a La Cartuja -con permiso de Marcelino y el Ath.Club o sin él- aparca sinsabores y cuitas de cualquier naturaleza porque la mera posibilidad de retornar a Sevilla -ciudad de finales- y vivir una de esas experiencias bien vale un respiro. 

La agridulce sensación que nos ha dejado el cierre de mercado y la visión de un entrenador -otro más- claramente decepcionado al comprobar que le han mentido en su cara como si fuera imbécil cuando él creía que iba a poder manejar la situación, queda arrumbada por la inmensa ilusión que la Copa despierta incluyendo al propio Bordalás que lucía exultante tras ganar al Cádiz cuando sólo un día antes se había tenido que arremangar en la sala de prensa para poner los puntos sobre las íes y poner en su sitio a quienes, minutos antes, se habían presentado en el entrenamiento acompañados por las cámaras para vender una imagen falsa de concordia.

El idilio que el valencianista vive con la Copa eclipsa una nueva ruptura, de muy difícil costura, entre el comité de expertos -con Anil Murthy al frente- que maldirige la entidad y un buen entrenador defraudado: difícilmente él podrá recuperar la Fe una vez engañado y difícilmente Murthy será capaz de reprimir la tentación de pasarle factura a Bordalás por haberse atrevido a verbalizar un desafío. Porque... esto del último mes no iba de si Bryan Gil es mejor o peor ni de si Eray Cömert es peor  o mejor sino del respeto al trabajo de un buen profesional que vuelve a ser pisoteado por el chafacharcos de siempre haciendo al Valencia CF, cada día, un poquito más pequeño. 

Es muy probable que, cuando llegue el verano, volvamos a asistir al mismo proceso de los últimos años: se contrata otro entrenador, lo investimos del “ADN VALENCIANISTA”, hacemos que los trompeteros afines masacren al entrenador saliente y probamos suerte a ver si el nuevo tiene las tragaderas que queremos que tenga. 

A ver si encontramos ese ‘funcionario’ que obedezca de manera sumisa al Presidente y se mimetice con la ‘pandilla basura’ como hizo Albert Celades en su día o como ha hecho Miguel Ángel Corona. Sin hacer nada especialmente bueno por lo que me pueda recordar el valencianista no vaya a despertar los celos del Presidente y sin levantar nunca la voz para seguir subsistiendo aunque sea chapoteando en la más absoluta de las mediocridades. Es muy probable que, cuando llegue el verano, volvamos a tragarnos el discursito de la ilusión y el ‘dejen trabajar’ en boca del aparato de propaganda y así el proceso vuelva a comenzar. Ganando batallitas hasta la derrota final.

Pero eso… no será antes de vivir la emoción de una semifinal de Copa ante el equipo de Marcelino y de, Dios lo quiera, otra gran final en La Cartuja donde el Valencia ganó una Copa hace 23 años cuando ni Peter Lim, ni Anil Murthy, ni ningún miembro de su Corte de Honor sabían colocar Valencia en un mapa.

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