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La cultura del engaño

17/10/2020 - 

VALÈNCIA. El comportamiento de Kondogbia en su Instagram en la noche del jueves no es el de un futbolista comprometido con su equipo y mucho menos si se trata de uno de los que ostentan la responsabilidad de portar el brazalete de capitán. Del futbolista centroafricano, curtido ya en mil batallas, se espera que encabece el cuerpo de bomberos y no que aproveche la oscuridad de la noche para prender fuego a un bosque ya esquilmado de tantos incendios por muchas que sean las razones que le empujen a prender la mecha del enésimo escándalo. Pero es esta una de las muchas y perniciosas consecuencias del desgobierno reinante en el Valencia CF: en un Club en que que imperase cierto orden y un principio de autoridad -que no de autoritarismo- ningún futbolista con dos dedos de cabeza osaría hacer saltar por los aires la paz de la institución. Lo que sucede es que aquí no hay paz y este paso tampoco habrá institución porque, como decía mi padre: 'es una casa de p.... sin ama' y pretendemos que un futbolista que, como la gran mayoría de ellos, sólo se mira a su propio ombligo tenga la serenidad y altura de miras que no tienen los propios dirigentes de la entidad. 

Aunque nos enredemos con la presunta oferta del Atlético de Madrid y una cláusula de rescisión que Anil Murthy ha estado negociando a la baja hasta el último momento como nos invitaron a enredarnos con el hecho de si Javi Gracia debía o no pagar para abandonar el Club, lo inquietante es que en el Valencia CF se ha instalado la 'cultura del engaño' como forma habitual de proceder y con esa perversa política nos encaminamos a un callejón sin salida porque no es sostenible un equipo al que se le miente por sistema. A Kondogbia lo han engañado igual que engañaron al entrenador,  igual que hicieron con Garay e igual que han engañado al valencianismo contándole que llegarían refuerzos para que la plantilla no quede debilitada. La actitud del futbolista tiene difícil defensa por las formas y por lo que de él se espera pero no pasaría de ser una anécdota protagonizada por un jugador egoísta en un Club bien estructurado con un principio de autoridad cimentado en la eficacia. Pero en este Valencia el principio de autoridad está cimentado en la más absoluta insolvencia, en el engaño permanente y la fuerza del que tiene a su alcance el botón de lanzar misiles sin saber ,si quiera, dónde tienen la mano derecha. 

En este escenario tiene que manejarse un entrenador que no se ha ido porque tenía que pagar un 'pastizal' después de haber sido flagrantemente engañado y sacar adelante una plantilla en la que  uno de sus capitanes, que también ha sido engañado, ha hecho público su enfado y con un futbolista 'franquicia' como Carlos Soler que, también públicamente, advierte que a este equipo no se le puede pedir no la clasificación para jugar la Europa League. 

Todo lo que consigan en el terreno de juego rozará el milagro pero siempre les quedará el recurso de mirar al palco para encontrar un referente que alumbre su camino. Allí verán a un Presidente que en la tarde del cierre de fichajes, con su entrenador clamando por refuerzos, estaba en el bar y cuya más lúcida aportación, más allá de hacer callar al aficionado valencianista, ha sido la de proponer un bar de gintonics en la terraza de un futuro estadio que no tiene intención ninguna de construir. Aún nos pasa poco.


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