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opinión pd / OPINIÓN

La decencia

6/03/2021 - 

VALÈNCIA. Con las heridas sangrantes por la masacre que ha perpetrado Peter Lim en el Valencia CF, aquel ‘hijo de pescador y enamorado del fútbol hecho a sí mismo que venía a realizar un sueño y a colocar al Club entre los más grandes de Europa’, nos aventuramos a otro giro de tuerca con aires de realeza. Si cristalizan en verdad los ‘storys’ publicados por el Príncipe de Johor en su cuenta de Instagram nos veremos abocados a otra ocurrencia de Lim que, en principio, no tiene por qué ser peor que lo que hay porque lo que hay es prácticamente imposible de empeorar. Seguramente no es el camino que le gustaría emprender a la gran mayoría del valencianismo que recela, con toda la razón, de cualquier solución proveniente del responsable máximo del proceso destructivo en el que anda sumergido el Club y somos muchos los que optaríamos por un proyecto más doméstico sin excentricidades de nuevo rico pero... mientras Peter Lim, que es el mayor enemigo del Valencia CF, no se avenga a escuchar ofertas -que existen- para desaparecer de una vez y para siempre del panorama valencianista, no nos queda más remedio que cruzar los dedos esperando que el pintoresco Príncipe aterrice en Valencia con la voluntad de construir y no con el encargo de terminar la demolición que su amigo Lim empezó el mismo día que empezó a ejercer como máximo accionista de la entidad. Aunque el Príncipe ya cuenta con algún tentáculo en Valencia que, con total seguridad, le ha asesorado para enumerar unas intenciones en Instagram a modo de programa electoral y ,al tiempo, para informar a un medio en concreto a cerca de los siguientes pasos de su Alteza Real... el valencianista asiste atónito al espectáculo a la espera de acontecimientos. Falta por saber en calidad de qué llegará a Valencia si definitivamente termina llegando. Falta ver si contará con la capacidad de maniobra para poner en práctica su plan -si lo tiene- o si, como hasta ahora, tendrá que evacuar consultas a Singapur para comprar una grapadora y falta ver si su experiencia al frente de un equipo de Malasia será suficiente para sumar en un Club grande que se desenvuelve en un contexto futbolístico radicalmente distinto al que él conoce.

Aunque ya hay quien anda ‘deslomado’ a fuerza de ensayar la reverencia creo que hay una gran mayoría -entre los que yo me encuentro- que ya no comulga con ruedas de molino y que no se deja deslumbrar por los coches de lujo, los helicópteros chapados en oro, las armas de asalto y la Casa de los Picapiedra. Una mayoría, que no es ni más ni menos valencianista que quienes hacen cola para besar la mano de ‘El enviado’, que prefiere observar la mínima prudencia exigible para que sea el Príncipe quien se gane con hechos el crédito dilapidado por su jefe, amigo, socio o lo que sea.

Aunque son muchos frentes con los que se encontraría de hacerse cargo de la gestión del Club -hasta ahora sólo contamos con mensajes en redes sociales y con filtraciones interesadas- creo que hay dos que prevalecen por encima de otras pese a que sigan siendo importantes: la que tiene que ver con la economía porque no es lo mismo comprarle acciones a su amigo que propulsar una ampliación de capital que revirtiera en las castigadas arcas de la entidad y la que tiene que ver con la ruptura social que ha provocado su propio amigo. Para acometer esta última sólo hay un gesto posible con el que podría empezar a coser el enorme descosido y es desalojar urgentemente al Presidente más indecente que jamás tuvo el Valencia. 

La eficacia se puede mejorar con voluntad de trabajo, buenos compañeros de viaje y cierto sentido común aunque el valencianismo merece mucho más que un advenedizo que viene a jugar a la Play Station, pero... la decencia no se trabaja. Se tiene o no se tiene.

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