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La era Danvila

8/08/2023 - 

VALÈNCIA. Hay un sector no desdeñable del levantinismo con los ánimos encendidos hacia Quico Catalán. Lo consideran el tirano maquiavélico que ha puesto a Danvila para retener el poder. No creo en las conspiraciones. Sí, lógicamente, en la tentación por perpetuarse en el poder, en las tramas, en el espíritu caciquil que inspira a muchos dirigentes, en el amiguismo, en el nepotismo. Sí en la falta de transparencia como instrumento para esconder negligencia y malas prácticas. Etcétera. Pero no en conspiraciones de esta redondez perfecta. Catalán se va a su casa. Es seguro que ha hecho lo posible para que el futuro del club quede encauzado de la forma que cree más conveniente. Y que defenderá su legado. Pero la era Catalán ha tocado a su fin. Y con él se marcha Furió.

Quico podría haberse jubilado en Orriols pero se negó a reconocer errores, hacer autocrítica y enderezar el rumbo. Y deja el club en una situación crítica. Ha fracasado. Él y nosotros. Por eso se marcha a su casa. Y porque está exhausto. En ello hay una abdicación honesta. Muchos otros no lo hacen. Fuerzan la situación hasta el final. Tensionan la grada al extremo. Impiden alternativas. Bloquean el futuro.

Existe una profunda frustración en el levantinismo. Como cuando en un partido demasiados futbolistas fallan y además el entrenador hace mal los cambios, el portero rival tiene la tarde, tres palos, un fallo a bocajarro, un penalti lanzado a las nubes y un árbitro que saca de las casillas a todo el estadio que acaba en pañolada general, contra todo, contra todos. Los últimos años han provocado una tormenta perfecta y una frustración torrencial en Orriols. Todo empezó con aquel rebote de Vukcevic en la prórroga que dejó al Llevant fuera de la final de Copa. Las malas decisiones se concatenaron y fue creciendo la grieta entre directiva y afición, entre vestuario y afición. Ese absimo es el proceso más peligroso en el fútbol. Lo advertimos. Pocos lo vieron. Entonces dejó de entrar el balón, que es la espita que lo hace volar todo por los aires. Y un Llevant de pesadilla quedó al descubierto: falta de austeridad, vicios perpetuados y sobre todo ausencia de unas mínimas garantías, de un sencillo mecanismo de fiscalización de la gestión económica y deportiva que funcionase. La situación aisló más y más a Quico en su torre de márfil, incapaz de reaccionar. 

La inyección económica del ascenso que impidió Villalibre hubiese tapado todo. Faura, Pereira, el descenso, Morales, Natfi, la marcha del 8, el agujero… pero el dinero no hubiese resuelto el problema grave y estructural de funcionamiento del club. Sí, hay motivos para la frustración, pero eso no justifica el maniqueísmo. Nada lo justifica. Nunca. Aunque en el fútbol sea complicado no caer en él.

El Llevant de Quico no era un entramado perfecto de prácticas para proteger intereses personales pero es innegable que existe una desvergüenza considerable en haber endeudado el club sin rebajar sueldos ni pretensiones. Pero ese no es motivo para denostar a Danvila, que va a jugarse su patrimonio.

He guardado silencio, sin inclinarme por ninguna opción, en este proceso. Es algo que no suelo hacer pero no tenía información suficiente para diagnosticar el problema y valorar las soluciones planteadas. Como es costumbre, el proceso ha estado marcado por la falta de transparencia. De entrada, los miles de accionistas que no somos patronos seguimos sin conocer los números (una buena primera medida del nuevo presidente sería la exposición real de la situación). Si el levantinismo tuviera una masa crítica organizada hubiéramos podido denunciar legalmente esta situación. Tampoco sé si es legal (desde luego no es ético) que la votación de la Fundación no se vea refrendada por una junta de accionistas donde se explique, con luz y taquígrafos, toda la situación, el por qué de la decisión y cualquier aspecto dudoso del proceso.

Sé que no mojarse me convierte, a ojos de muchos, en un cómplice del “tirano que mueve los hilos”. Ya he explicado que no creo en este argumento simplista. Y además voy a mojarme por Danvila, a quien no conozco y de quien sé lo mismo que cualquier otro levantino: que compra por 5 millones la mitad de las acciones de la Fundació, que ofrece un préstamo de 10 avalado por más acciones (pero no sabemos de momento cuántas, aunque dice que no preferiría no ejecutar el aval). Afirma que no quiere vender a un fondo de inversión. Y entiendo que se hace cargo (con su gestión y su participación accionarial) de una deuda de 30 millones (que será mucho menos con las ventas previstas) y de una tensión financiera que complica levantar un proyecto deportivo para volver a Primera, algo que solucionaría de golpe muchas cosas. No lo tiene fácil. 

Si dice la verdad, para mí es el mejor de los tres proyectos, el único que no apuesta por la venta a un fondo de inversión y que, en el mejor de los casos, dejaría al final un reparto accionarial bastante plural. Con diversas opciones, Valiente y Ayats optaban por una inyección económica sobre todo externa. Más allá de la declaración de buenas intenciones, al día siguiente de una venta se hace lo que diga el máximo accionista, como hemos visto en tantos otros clubs, entre ellos el Valencia, y como es lógico. Para mí ése sigue siendo el peor escenario posible de futuro. 

Los movimientos de las próximas semanas mostrarán la personalidad de Danvila y su capacidad para liderar un proyecto ilusionante, sensato y austero que nos haga subirnos a todos al barco. Esperemos también, aunque tengo nula confianza en Calleja, que las victorias en las primeras jornadas sean un bálsamo para evitar las tentaciones cainitas.

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