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La gran derrota

Está en manos de Meriton que el Valencia evite convertirse en una pieza de museo, en un club para viejos, y vuelva a ser La Alternativa. En mayúsculas. Por el camino tomado, difícilmente lo conseguirá. Para rectificar, primero deberán aceptar su derrota personal...

13/01/2016 - 

VALENCIA. Es difícil medir, en estos instantes, el alcance real de la hecatombe que supone la crisis blanquinegra. Asunto que habrá que ponerse a cuantificar a años vista, con la tranquilidad habitual de las visitas arqueológicas. Sí, el Valencia ha perdido su posición de tercero en la clasificación histórica de la liga. Una nimiedad, pensarán muchos. Menuda tontería, dirán otros. Para mí, resulta la guinda al período de decadencia que está viviendo la institución desde hace un lustro; que no es otra cosa que una derrota sin fin.

Tal vez ya no lo recuerden, muchos puede que ni siquiera lo vivieran, pero aquello, que sucedió hace 16 años, y que al Atlético de Madrid le ha costado apenas 4 temporadas comerte una ventaja de tantos puntos, fue un extraño motivo de orgullo para un club tan falto de reconocimiento externo como este. Se hizo de ello un lema al tiempo que en el ámbito nacional se silenciaba por puro interés. Allí, que es Madrid, sólo interesan los suyos. Y el Valencia jamás lo fue, ni lo será.

Por algo preguntaban extrañados si eso era cierto. De pura incredulidad, se ponían a buscar los datos para comprobarlo. Alguno, hasta inventó un algoritmo un tanto estrambótico para laminar el hecho y cambiar la historia midiendo puntos según convenía. El Valencia nunca tuvo buen predicamento más allá de sus fronteras, tratado siempre con cierto desdén. Por ello, supuso tanto para nosotros.

El club del murciélago tiene tan poco tino a la hora de encontrar motivos a los que aferrarse para reencontrarse, que  hoy, perdió el más evidente de todos por el camino.

Como perdió, o está perdiendo, los patios de los colegios. Esos rincones que antaño jamás vieron más camisetas que las del club local ahora lucen como océanos blaugranas. Es difícil no toparse por las mañanas con legiones de mediometros que si no portan la camisola, llevan el pantalón, el chándal o la mochila del Barça.

Familias de gran tradición mestallera están viendo como sus hijos o nietos se cambian de acera; asistimos a un Mestalla en el que se escucha corear los rondos del Barça o celebrar los goles de Messi al Valencia. A unos pueblos y comarcas que dejaron de lanzar tracas para celebrar éxitos propios a hacerlo para testimoniar tripletes ajenos. Debe ser por eso que el CIS ya ni siquiera te mide como tercera fuerza entre las preferencias de los aficionados al fútbol.

No es lo único extraviado. Ensimismados, seguimos mesurando al Valencia con parámetros antiguos. No aceptamos la realidad, la caída de le élite. Ya ni siquiera la entidad puede presumir de estar entre los nueve equipos que más finales continentales jugaron. Superando a entes como Benfica, Ajax o United. Eso también lo perdió en este período de negror. Como tampoco tiene la oportunidad de esgrimir no haber sido derrotado jamás en una semifinal europea, porque fue eliminado en dos de forma casi consecutiva.

¿No es desesperante saber que en marzo de este año se cumplirán 9 temporadas de la última vez que el Valencia pasó una eliminatoria de Champions League? ¡Y lo hizo sin ganar un sólo partido! No hace tanto que no se le gana al Barça (desde entonces, ni un amistoso de pretemporada) pero no se tardará mucho en alcanzar esos guarismos siguiendo este ritmo.

Puede que fuera ingenuo pensar que tales losas se levantarían con facilidad. Como también resulta decepcionante que en el segundo año de un proyecto 'internacional', estemos entrando en el enésimo período de transición (¿hacia alguna parte?) en lugar de emprender el de la consolidación. Que tras invertir tanto dinero, se esté viviendo de lo que ya había en plantilla, traído en años de economía de guerra. Tal vez esto responda a algo tan común como una recaída. Escenario que no quisimos contemplar.

Ciertamente, hacer de esto una crónica negra no era mi intención, salió así, sin más. Porque el Valencia siempre mola. Ésa es la única verdad. Y siempre vuelve. Es la única certeza en esta vida. Pero no deja de angustiar la dimensión catastrófica que pudo alcanzar este lustro negro. 

Está en manos de Meriton que el Valencia evite convertirse en una pieza de museo, en un club para viejos, y vuelva a ser La Alternativa. En mayúsculas. Por el camino tomado, difícilmente lo conseguirá. Para rectificar, primero deberán aceptar su derrota personal. Porque este curso difícilmente encuentra otra lectura que esa para los dueños.

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