VALÈNCIA. Cada vez que Mestalla abre sus puertas para albergar un partido ante el Real Madrid se abre también la espita de la épica. La recreación de la legendaria pelea de David contra Goliat se dirime como en pocos lugares sobre el verde de Mestalla alimentando el espíritu combativo de una afición que ve en el equipo de la Castellana al gigante a batir en una lucha tan desigual como excitante y que, aunque históricamente, le ha reportado no pocas decepciones también le ha proporcionado noches históricas que permanecen grabadas en el disco duro del valencianismo a modo de almacén de orgullo y refuerzo de las señas identitarias.
Y si, tradicionalmente, la contienda ha venido siendo desequilibrada, a priori, por la fortaleza económica del cuadro capitalino, la de mañana se presenta todavía más complicada por el delicado trance que atraviesa el equipo de Javi Gracia tras verse inmisericordemente dinamitado desde el propio palco valencianista.
Hace tan solo un par de años no se hubiese concebido un choque de tal trascendencia sin contar con futbolistas como Garay, Parejo, Coquelin, Kondogbia o Rodrigo y ninguno de ellos comparecerá mañana en Mestalla para hacer frente a los de Zidane. Pero no sólo no estará ninguno de ellos por haber sido engañados unos, regalados otros y vendidos los demás sino que tampoco se vestirán de corto los futbolistas contratados para sustituirlos tras su marcha porque el ‘amo’ que vino para consolidar al Valencia entre los grandes del firmamento futbolístico ha decidido no contratar a nadie para cubrir tan importantes ausencias.
La brecha se abre todavía más -amenazando en convertirse en abismo- si tenemos en cuenta que en ese tipo de partidos la grada ha jugado siempre un papel fundamental y tampoco podrán contar los jugadores con el calor de Mestalla en un envite tan importante con lo que mañana no estaría de más hacer sonar por la megafonía de Mestalla la ‘Heroica’ de Beethoven como banda sonora que empuje al equipo hacia una victoria que no por ser difícil deja de ser necesaria para que el nudo de la corbata no empiece a apretar más de lo asumible a un plantel joven y asediado por las dudas que presenta un proyecto que es cualquier cosa menos un proyecto.
Mañana toda la concentración, toda la atención y toda la intensidad serán necesarias para salir airosos del compromiso y a partir de ahí... Dios dirá. Porque enfrente hay un equipo que tampoco ha hecho dispendios este verano pero ni ha engañado a Sergio Ramos cambiándole lo acordado para una renovación, ni ha regalado a Kroos y Modric al Barcelona, ni ha vendido a Benzemá por un tercio de su cláusula de rescisión. Tampoco ha mentido abiertamente a su entrenador prometiéndole lo que no estaban dispuestos a cumplir ocasionándole una duda existencial que lo haya llevado a buscar la puerta de salida y... sin embargo, todos y cada uno de los valencianistas ocuparán su asiento ante la televisión esperando lo mejor de su equipo. La aspiración del pequeño y, en este caso, también trasquilado a la hora de desafiar al gigante está intrínsecamente unida a la propia afición al fútbol y a la identificación con unos colores que más adheridos quedan a la piel cuanto mayor es la dificultad.
Particularmente no le pido a los jugadores del Valencia nada que vaya más allá del esfuerzo, de la atención y de la máxima concentración. Ni siquiera me atrevo a pedirles que ganen el partido. Sé, como sabe la gran mayoría del valencianismo, de la dificultad a la que se enfrentan y que, el único aliento que podrán recibir desde la grada es el proveniente de unos ‘directivos’ cuyo aliento puede terminar conteniendo los mismos niveles de toxicidad que sus propios actos, pero también sé que no es imposible y equipos como el Cádiz CF lo han demostrado esta misma temporada.
Chavales, dejaos el alma, honrad la camiseta y... que sea lo que Dios quiera.