VALÈNCIA. El lunes se murió Encarna Hernández, la niña del gancho, con la friolera de 105 años. Lo mejor de todo es que fueron 105 años de lucidez. Encarna es una de las pioneras de nuestro baloncesto que empezó a jugar en los años 30 y mantuvo su afición por el deporte de la canasta hasta el final. En los últimos años tuvo la suerte de cultivar una bonita amistad con Laia Palau, quien, sin buscar el aplauso ni la popularidad -tampoco le hacían falta-, visitaba con cierta frecuencia a Encarna para ver cómo estaba y para hablar un rato de baloncesto. La centenaria, con la autoridad que le conferían los años, se permitía hacerle alguna corrección a la capitana de la selección española y esta tomaba buena nota.
La vida de Encarna Hernández fue apasionante. Encarna fue una de esas mujeres valientes que no se resignó a vivir la vida que, en España, se había reservado para las mujeres, que era el de no poder ser nada más que madres y amas de casa, un papel de secundarias. Ella no se privó y siguió jugando al baloncesto hasta que se quedó embarazada de su hijo José Carlos. Luego entrenó. Y fue de las primeras mujeres que condujo en Barcelona y llevó moto y se bañó como le dio la gana. Encarna hizo todo eso, y hay que entender los años que eran, porque su padre, un hombre moderno y muy avanzado a su tiempo, no solo se lo permitió sino que se lo alentó.
Esta bonita historia la conocemos después de que un compañero llamara un día a Sara Barrera, una periodista, y le contara que al lado de su casa vivía una mujer muy mayor con una historia fascinante que nadie había contado. Sara fue un día a su casa y se llevó tal sorpresa que entendió rápidamente que esa era una empresa mucho mayor que hacer una entrevista para una radio o un periódico. Sara vio aquel personaje colosal y llamó a su hermana Raquel, que es realizadora y tampoco tardó mucho en comprender que tenían ante sí un fantástico documental.
Juntas rodaron y crearon ‘La niña del gancho’. Porque las hermanas Barrera no solo tuvieron la visión periodística sino también el acierto de dar con un título tan rotundo que ya nunca ha abandonado a Encarna Hernández.
‘La niña del gancho’ está en Filmin y vale mucho la pena porque es un pedazo de la historia de España y de la historia del deporte en nuestro país. Luego vinieron más entrevistas, casi todas interesantes porque la protagonista nunca defraudaba, pero el mérito es, indiscutiblemente, para Raquel y Sara Barrera, quienes conocieron a esta exjugadora de baloncesto con 95 años. El documental salió en 2016 pero, como Laia Palau, ya nunca perdieron el contacto con esta mujer única que tenía documentado cada paso dado en su carrera deportiva. Sus inicios en el Atlas Club, su paso por el Laietà, la Sección Femenina y el Barcelona, donde jugó desde 1944 hasta 1953.
Encarna nació en Lorca (1917), pero con diez años, después de una sequía, su padre decidió dejar Murcia y marcharse con su mujer y sus doce hijos a Barcelona, al barrio del Eixample, para trabajar en los preparativos de la Exposición Universal de 1929. La familia era muy amplia y todos tenían que echar una mano, motivo por el que Encarna también trabajó de costurera. Un día vio que, delante de su casa, unos chavales -uno de ellos se convertiría años después en su marido- habían adecuado un terreno que había allí con una canasta y unas líneas de cal sobre la tierra. A esta adolescente le llamó mucho la atención y un día decidió bajar con su hermana Maruja y otras amigas a probar qué era ese juego que estaban practicando.
El baloncesto, que había llegado a España apenas veinte años antes, la atrapó. Este deporte, en los años 30, no era el deporte que es hoy. Ni técnica ni físicamente. Pero tampoco eran tontas y Encarna, que medía 1,54, perfeccionó un bonito gancho del que estaba muy orgullosa. Ya de mayor, prácticamente hasta los 90 años, aún seguía tirando a canasta de vez en cuando. Y gracias a Sara, a Raquel, a Laia y a los periodistas que vinieron después en busca de una buena historia, hemos ido conociéndola un poco mejor. Una de esas periodistas es Ana José Cancio, quien hizo un valioso programa de radio monográfico que se puede escuchar en Documentos RNE. El programa empieza con la voz trémula de Encarna pronunciando una frase lapidaria: “Si quieres ser optimista, tienes que ser deportista”.
A Encarna, que era admiradora de Clara Campoamor y La Pasionaria, le chinchó que durante el franquismo les prohibieran jugar con pantalones cortos y las obligaran a hacerlo con faldas o una especie de bombachos que entorpecían mucho su juego. Ella vivió los inicios del baloncesto femenino en canchas de tierra pero aún tuvo tiempo de disfrutar de la evolución hasta el parqué.
Otro periodista, José María Rubí, entrevistó esta semana a Raquel Barrera en Radiogaceta de los Deportes y la directora de ‘La niña del gancho’ destacó que Encarna fue joven hasta los 105 años. Solo le faltó celebrar una vez más la Navidad, que le encantaba, y, tan competitiva era, batir el récord de longevidad de su hermana, que llegó hasta los 106. Le faltó poco más de un mes para alcanzarla, pero puede darse por satisfecha de haber disfrutado de una larga vida llena de claridad en la mente.
Raquel Barrera es otra mujer valiosa que hace cosas valiosas. Raquel es una enamorada de la imagen y tiene su vida, desde los 13 años, grabada en vídeo. La buena noticia es que la catalana no para de pensar ni de trabajar y desde hace unos años, con paciencia y mucho amor, está grabando un documental sobre Laia Palau porque los periodistas, siempre con prisas, siempre con urgencias, nunca hemos tenido la paciencia de entrar hasta el aro de esa profunda vida interior de esta leyenda del baloncesto. Espero que Raquel tarde lo que necesite para hacer otra gran documental, pero que no sea mucho tiempo para poder disfrutarlo cuanto antes. Porque si ya fue capaz de descubrirnos a aquella gran pionera del baloncesto, la niña del gancho, qué no podrá hacer con Laia Palau.