VALÈNCIA. En este viaje con el Delorean de Peter Lim hasta 2015, al menos hay una noticia positiva. En su capricho por escoger entrenador, esta vez parece que el máximo accionista ha acertado. La diabólica moneda al aire que para el club representan las decisiones del propietario sobre su posesión (porque aunque duela leerlo, ese es el modus operandi de las cosas en la actualidad), esta vez ha caído cara en su apuesta para el banquillo. La amargor y el sonrojo de cuando salió cruz (Gary Neville, Ayestarán o Celades) demasiado bien lo conocemos por estos pagos.
Gattuso es un tipo impetuoso, pero lo considero listo. Sabe que es el elegido por Lim y conoce cuáles son las reglas para seguir siendo el ungido. Supo en todo momento a qué proyecto (de mínimos) venía y lo asumió con todas sus consecuencias. Ni media palabra de las piezas que perdió por el camino (Soler o Guedes), ni de la bisoñez de los refuerzos (con la excepción de Cavani), ni de la escasez de efectivos en alguna línea de su plantilla.
Más bien, al contrario. Gattuso -que ha caído de pie en Mestalla si los resultados no dicen lo contrario- ha salido públicamente a defender de manera indirecta la gestión de Lim. El aura del italiano no da para que el valencianismo rinda la pleitesía a Lim que él piensa que merece, pero si ayuda a calmar algo las aguas. Al jefe le ha salido un portavoz inesperado, no por el modus operandi (el club se pasó tres años sin realizar declaraciones públicas y quemando a los entrenadores semana tras semana en la rueda de prensa), si no por el calado de sus palabras.
Dar las gracias a Lim públicamente por el fichaje de Cavani, hablar de trabajo fluido con Corona, Sean Bay o ahora Layhoon, o repetir constantemente que el dinero no es suyo para tomar ciertas decisiones, son líneas argumentales que gustan en Singapur.
Por eso mismo Gattuso no se mete en charcos, aunque dice cosas que otros no se atreverían. Sabe que es el ungido por el propietario pero que eso no le da inmunidad. Al contrario, todos en el mundo del fútbol ya sabe cómo se las gasta Lim.
Sin embargo sí dice cosas que en otro tiempo y persona hubieran sido consideradas como un "pulso intolerable a la sociedad". Reconocer que este es un Valencia diferente, por ser mucho más pequeño "sé que este es un club muy grande que ha jugado dos finales de Champions, pero ahora toca vivir otra época. Hay que apoyar a estos jóvenes", o hablar abiertamente de que le gustaría trabajar con menos cedidos y con más jugadores en propiedad, son discursos que a otros entrenadores no se les hubiera tolerado. Entre otras cosas porque hablan indirectamente de las debilidades del proyecto.
Sin embargo Gattuso ha sabido darle normalidad a esa idea y a otras. Y que, de momento, se lo toleren se agradece. Que no tenga a la Santa Inquisición dispuesta a cortarle la cabeza en cuanto asoma por su boca alguna dificultad de las que se ha encontrado no hace daño a nadie, pese a que la Stasi que Murthy creó en el club corriera a pasar el informe de turno cuando alguno de los anteriores entrenadores osaba emitir alguna queja.
Es lo que tiene la normalidad, que tiene un efecto balsámico. Al menos, en las personas normales.