Hoy es 13 de octubre
VALÈNCIA. Cada vez que me invitan a escribir y/o hablar en cualquier medio de comunicación para dar mi opinión acerca de los avatares del Valencia CF, intento dotarla de la mayor dosis de humildad posible porque me aterra la sensación de que nadie pueda pensar que albergo la más mínima intención de imponer dogma alguno.
Me espanta el ‘guerracivilismo’ que algunos alimentan por conveniencia porque no creo que sirva para construir absolutamente nada entorno al Valencia CF y una muestra bastante clara que ilustra a la perfección lo que debe ser construcción fue la unión desplegada en la última manifestación para reclamar la salida de Meriton del Valencia CF.
Respeto todas las opiniones las comparta o no y creo que es ese, y no otro, el camino por el que transitar hacia la solución. Pero el hecho de huir de ese ‘guerracivilismo’ y de respetar a todo aquel que defienda un punto de vista diferente no me mueve ni un milímetro de mis convicciones, salvo que alguien me presente argumentos de peso que vayan más allá del insulto zafio y de la típica acusación de ‘anti valencianista ‘ con la que hay quien pretende clasificar a todo el mundo.
Cada día que pasa tengo más asumido que el Valencia CF camina hacia el precipicio y cada día que pasa soy más pesimista acerca de la solución porque el ‘virus Meriton’ avanza sin freno en su carrera destructiva sin sospecha de una marcha inminente y llevo bastante tiempo manifestando mi convicción de que, en lugar de caer en la trampa de caer en enfrentamientos entre valencianistas, hay que entender, de una vez por todas que Peter Lim y Meriton le han declarado la guerra al Valencia CF y la muestra más clara es que, ni siquiera son capaces de montarse durante dos semanas en la ola positiva del fichaje de un entrenador aplaudido por la mayoría y no aprovechan su inercia porque les puede más su pulsión abiertamente dictatorial y su irrefrenable espíritu de venganza.
Lim, acostumbrado a la reverencia y la adulación, no soporta el rechazo de una afición de la que -imagino-esperaba un estado de sumisión permanente a pesar de su ‘destarifo’ al frente del Club pero, lejos de tratar de lidiar con la realidad y tender puentes con el aficionado, llevado por su infinita soberbia, ha decidido vengarse aunque tenga que llevarse por delante a la institución. Creo, y me encantaría estar equivocado, que no le importaría lo más mínimo provocar el colapso del Club si con ello sacia su sed de venganza. Al fin y al cabo él carece de vínculo sentimental alguno con el Valencia e incluso le puede llegar a resultar divertido paladear con deleite el sufrimiento del valencianista.
Y, de la misma manera que los dioses de mitologías ancestrales castigaban a los pueblos infieles enviándoles plagas y pandemias aterradoras, Peter Lim nos ha enviado a Anil Murthy.
Alguien que nunca podría haber soñado con la dignidad con la que uno queda investido al ser presidente de una institución como el Valencia CF y que, aún habiéndolo podido soñar en caso de haber sabido dónde estaba Valencia, nunca hubiera disfrutado en su total plenitud porque, ni sabe lo que significa, ni tiene dignidad. La última de sus aberraciones ha sido destapada por los amigos de Plaza Radio, al rescatar sus sabias reflexiones de un foro telemático que debe haber quedado con los plomos fundidos tras el paso de tan insigne personaje. Y, como siempre que habla... ha subido el pan. Aunque lo que va a subir no va a ser el pan sino el precio de las entradas y posiblemente el de los abonos. La decepcionante clasificación del equipo, tras la destroza llevada a cabo en la plantilla hace que los ingresos por derechos televisivos se desplomen. Esto, unido a la incapacidad del club para generar ingresos por otras vías, les conduce al recurso más fácil y, a la vez, injusto. Exprimir el bolsillo del sufrido aficionado.
Otro más de los devastadores efectos de la plaga enviada por Peter Lim a Valencia pese no ser el peor. El peor, muy por encima incluso de la comprometida situación del Valencia, tiene que ver con el descrédito y deterioro irreversible de la imagen de la entidad que supone tener un Presidente que no es capaz si quiera de representar con un mínimo de dignidad a la misma. Ni siquiera de mantener la compostura social cuando representa al Valencia CF.