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La primera vez

En la vida, como en el fútbol, siempre hay una primera vez. La que sirvió para que este Valencia CF conociera la derrota llegó en Getafe. Bastó para que sacasen pecho los profetas habituales y también para que festejasen, por todo lo alto, los agoreros oficiales...

6/12/2017 - 

VALÈNCIA. En la vida, como en el fútbol, siempre hay una primera vez. La que sirvió para que este Valencia CF conociera la derrota llegó en Getafe. Bastó para que sacasen pecho los profetas habituales y también para que festejasen, por todo lo alto, los agoreros oficiales. Normal. Están llevando bastante mal que el Valencia haya dejado de ser el chiste fácil dela oficina, para convertirse en alternativa de poder firme. Nuevo equipo molesto para el duopolio, pesadilla de primer tercio de temporada para los de siempre, más de uno vio cómo un sudor frío le recorría la espalda al calor de los pinchazos de los dos de siempre.  Otra victoria de los de Marcelino habría provocado un síncope agudo entre los que sentían un escalofrío cuando pensaban que el VCF podía recortar puntos al líder y abrir brecha con el vigente campeón. Normal que, después de que el árbitro pitase el final en Getafe, una sensación de alivio inundase a los que desprecian y ningunean al Valencia. Lógico. Habrían tenido que inventar alguna excusa nueva, de todo a cien, para justificar que el equipo de Marcelino seguía invicto. Como el VCF cayó, porque los goles no se merecen, sino que se marcan, El Club del Francotirador a Sueldo abrió, de par en par, el manual de historias para no dormir: “El Valencia tuvo vértigo”, “El Valencia se cae”, “El Valencia no puede contra diez” o “El Valencia pierde y se acuerda del césped”. Nada nuevo bajo el sol. Todos saben cómo funciona el negocio. Felicidades a los agraciados. Eso sí, por si acaso, un consejo: que no pongan a enfriar el champán, porque esto es muy largo.

Paradojas de la vida, los que hace unos días gritaban “Amunt” por los pasillos impostando que les importaba el VCF, porque jugaba contra uno de los dos de siempre y había que seguir vendiendo que el otro aún estaba vivo, son los mismos que ahora, después del trance de Getafe, vuelven a enterrar al equipo de Marcelino. Consejo vendo y para mi, no tengo. Estos son mis principios pero, si no gustan, tengo estos otros. Los que veían manos y penaltis a favor del Valencia, porque eso favorecía al equipo que lava más blanco que Ariel, son los mismos que ahora veían que el césped del Coliseum era una alfombra y que Damián Suárez es una hermana de las monjas ursulinas, porque el Valencia tenía que haber ganado contra diez, porque no es un grande y porque la abuela fuma. Como si fuese incompatible que el Geta impusiera su fútbol, bronco y al límite, pero reglamentario, con reconocer que, al término del partido, uno dudaba su felicitar a Damián Suárez, como le sucedió a Pablo Alfaro con Futre, por no dejar a Andreas Pereira en silla de ruedas. Lo del Getafe fue fútbol. Lo de Suárez, lucha libre. Excusas, cero. Lamentos, ninguno. Al VCF le queda aprender la lección, tomar buena nota de los escenarios y rivales que le esperan e interiorizar que los campeonatos, de toda la vida de Dios, no se ganan con el lirio en la mano. A Marcelino le están esperando a la vuelta de la esquina. Al Valencia, también. Es lo que tiene pelear con los de siempre, que dejas de caer simpático o de inspirar lástima. 

Cayó el VCF, sí. Y las conclusiones a esa cuestión son muy sencillas: nadie dijo que será fácil, nadie prometió que sería invencible, nadie auguró una temporada inmaculada, nadie tuvo la osadía o el mal gusto de pronosticar que este equipo sería una máquina de ganar sin bajar del autobús. La verdad es que el Valencia es hoy exactamente igual de buen equipo que lo era antes de perder. Que el trabajo de su entrenador y el compromiso de sus jugadores es exactamente igual que lo era antes de Getafe. En caso de duda, aplíquese el primer versículo de primero de cholismo: "Las guerras no las ganan quien tiene mejores soldados, sino quien mejor los utiliza". Allá quien pretenda hacer de la primera derrota un drama. La realidad es que este traspié no ha roto nada. Después de dos años de naderías y coqueteo con el descenso, este VCF que, gane o pierda, sólo agacha la cabeza para besar el murciélago del escudo, sufrió su primer contratiempo. Uno que duele, pero que es una anécdota y no una categoría. Hagan memoria. Hasta hace unos meses, el Valencia era un equipo famélico y caótico, capaz de perder contra cualquier rival de medio pelo, en casa o fuera, porque el orden de los factores, como el de los entrenadores contratados, no alteraba el producto. Lo de Getafe es otra cosa. Una pausa en el éxito.

De las derrotas se aprende más que de las victorias. Y Marcelino, que no es ningún recién llegado a este negocio, y que sabe que el fútbol consiste, como decía Luis, en “ganar, ganar, ganar y volver a ganar”, habrá tomado buena nota. Recuperará la moral de la tropa, seguirá perfeccionando los automatismos del equipo y trabajará, desde la exigencia, para endurecer y potenciar al grupo. Y también seguirá trabajando en otra dirección: seguir potenciando la competencia interna del equipo. Fichar en invierno no es sencillo. Ante la realidad de una plantilla corta y el riesgo de lesiones, se necesita un mediocentro de corte defensivo, con experiencia y oficio, además de un punta de calidad suba de voltios el ataque. En ello anda el club. Así que, mientras que la doble M, Mateo y Marcelino, perfila la mejora del equipo, conviene que la afición interiorice la primera derrota desde la calma.  En el fútbol, como en la vida, siempre hay una primera vez. Y si el Valencia aspira a ser lo que siempre ha sido, un grande, de España y de Europa, tiene que asumir esta derrota con la misma naturalidad que procesó su magnífica racha. No se ha roto nada y el sueño del Valencia CF sigue intacto. Caer está permitido, levantarse es obligatorio. 

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