VALÈNCIA. Hace años, cuando jugaba en el equipo de mi localidad natal, el CD Burriana, disputamos un amistoso contra el Valencia Mestalla en el Municipal San Fernando. Como yo jugaba de medio centro, me tocó emparejarme en la marca con un mediocampista rubio, que corría mucho y parecía estar pendiente de todo. Pero no hablaba. No recuerdo oírle decir ni una palabra en los 45 minutos que coincidimos en el campo.
Recuerdo también que, al ser prácticamente de la misma quinta que Gaizka Mendieta, habíamos coincidido en algún partido anterior de juveniles cuando yo jugaba en el Burriana y Mendi en un equipo de Castellón. Gaizka, que había sido Campeón de España Cadete de Cross y tenía un físico muy fuera de lo común, tenía carencias técnicas evidentes que intentaba suplir con trabajo específico (bien orientado en un primer momento por su padre, famoso entrenador y exjugador) y una inteligencia dentro del campo intentando ser eficiente al máximo.
Mendieta, años más tarde, fue el jugador que marcó ese espectacular gol con el Valencia en la final del 99 en Sevilla contra el Atleti, debutó en Mestalla con la Selección Española Absoluta y fue el traspaso más caro en la historia del Valencia CF y como jugador español de entonces, cuando se marchó a la Lazio.
Hace no demasiado, en una de esas fantásticas entrevistas que Cayetano Ros realiza a personajes del deporte, en este caso a Santi Cazorla, rezaba el siguiente titular: “Siendo más duro habría conseguido más cosas”. Cazorla fue ese jugador a quien un médico le dijo que tendría suerte si podía jugar en el jardín de su casa con su hijo, y pocos años más tarde (tras superar unas cuantas operaciones y dura recuperación), el ahora otra vez jugador del Villarreal CF volvía a ser convocado por la Selección Española de Fútbol. Él buscó las mejores soluciones, centrándose en lo mejor que podía hacer minmizando (de manera realista) aquellas informaciones que no le ayudaban: sólo buscó hacer lo mejor para encontrar una solución a lo que pretendía. Y ahora vuelve a ser internacional con España.
Y hay más, bastantes más. Jugadores, entrenadores y otros muchos más personajes del deporte que están o no “detrás de las cámaras”, a los que les encanta su trabajo y tienen como prioridad hacerlo lo mejor posible. Pueden estar callados, ensimismados en sus pensamientos, analizando lo que ocurre a su alrededor o pensando/buscando la mejor solución para hacer algo. Analizan, piensan, y se imaginan distintas soluciones para múltiples situaciones. Quizás son aparentemente “más lentos” (aparentemente), pero más eficientes. Algunos dirían que son de “perfil bajo”, introvertidos, tímidos, poco habladores…
Todo esto tiene que ver con la diferencia (muy estudiada en psicología) entre la extroversión y la introversión, y la importancia que esto supone en los nuevos avances en el deporte en general y el fútbol en particular. Me explico.
Aunque no haya nadie que sea totalmente extrovertido o introvertido, sí que hay personas que se acercan mucho más a uno de los dos polos de este continuo, es decir, que presentan un mayor número de conductas hacia uno de los dos “lados”. De esta forma las personas que tienden a la extroversión buscan estímulos externos; les gusta dar su opinión públicamente las veces que haga falta; eligen actividades que no les obliguen a pensar mucho y sí moverse más; algunos/as se sienten cómodos cuando hay un conflicto; y prefieren estar en contacto con otras personas en entornos más bien alborotados. Gesticulan más, son mucho más visibles y también suelen actuar más rápidamente, de forma impulsiva. Quizás hacen más cosas, pero sin tanta eficiencia, sin ese análisis previo, aprendiendo (o no) a base del ensayo y error. Cuando actúan no analizan demasiado las cosas y sí es frecuente ver cómo lo hacen sin pensar, sin comprobar que esa es su mejor opción. Y si aciertan, bien; si no… pues otra vez.
En cambio, a las personas más introvertidas, les gusta más pensar, analizar todo con detalle para, al actuar, hacerlo con mucho criterio, de manera eficiente, muy bien. Muchas veces buscan aislarse de lo externo, porque les gusta estar “sumidos en sus pensamientos”. No les gustan los conflictos, aunque si se dan buscan resolverlos de manera eficiente. Se apasionan fácilmente por algo que les interesa. Suelen ser personas más bien calladas, prefieren escuchar, leer, ver la tele, tener una buena conversación sobre algo que les interesa, estar en un sitio tranquilo... Y observar, aprender. Alguien diría que “están en la luna”. Buscan actuar en el momento justo y con la mayor eficiencia. Muy probablemente les cueste más hacer las cosas (aparentemente quizás), pero lo hacen mejor (fruto a ese mayor análisis), de manera menos visible (en un principio) pero más óptima.
Tradicionalmente, se ha valorado mucho más a los que presentan conductas extrovertidas, que a los introvertidos. Por ejemplo, era mucho más considerado un entrenador que gesticulaba mucho, que decía muy buenas frases impactantes (atendiendo mucho más a las formas que al “fondo”) o que daba “cierto espectáculo”: si era mejor o peor entrenador, parecía secundario (eso “venía después”). O al jugador “vistoso”, que parecía hacer mucho, pero sin solucionar demasiado. Ahora, ya no tanto. Cada vez es más necesario que los entrenadores, jugadores y demás, hagan su trabajo de manera óptima, con el mejor criterio posible. En un deporte donde la igualdad, y las diferencias entre los “grandes” y los “pequeños” son cada vez menores, el trabajo de técnicos, de futbolistas, de coordinadores, preparadores físicos, médicos, fisioterapeutas, psicólogos del deporte, recuperadores, analistas… debe ser mejor; porque la competencia es cada vez mayor. Cada vez más se “necesitan” personas con perfil cercano a la introversión (o más conductas de corte introvertido) para alcanzar el éxito deportivo, sobre todo porque hay que hacerlo mejor, de manera más óptima.
Las conductas, tanto introvertidas como extrovertidas (ambos tipos son necesarios y se deben complementar), se pueden entrenar, aunque cada persona tenemos unos rasgos de personalidad, una forma de ser que nos tiende hacia unas características concretas. Y cada persona precisa tener la atención y los medios que se merece, de manera individualizada.
Pero claro, en un mundo donde tradicionalmente se valora mucho más la extroversión, generalmente las personas de corte introvertido precisan de alguien que confíe en ellas para poder mostrar todo su potencial, ya que no están pendientes de “venderse tanto”(y no “saben”), sino de hacer un trabajo de forma óptima. Mendieta, por ejemplo, tuvo la enorme ayuda de su padre que le enseñó los fundamentos básicos del fútbol poco a poco hasta que llegó a ser el jugador que ha sido. Cazorla (cuyo titular de la entrevista de Cayetano Ros nos muestra que huye de los conflictos para centrarse en hacer su trabajo, característica que tiene que ver con la introversión), seguramente tuvo en su trayectoria personas que confiaron en él y además “cuidaron” su manera de ser para poder mostrar su talento. Estos dos casos (a los que no conozco personalmente y cuya información la he recopilado de manera externa) son dos ejemplos muy conocidos. Hay también otros que “llegaron” por “darles” los medios adecuados pudiendo así mostrar su potencial (¿cuántos se habrán quedado en el camino por no ser entendidos?), como el de ese central que despunta de manera fulgurante, que apenas habla y que entrenadores anteriores suyos de la base hablan de su sensibilidad y la necesidad de un trato individualizado. O el medio centro que fue descartado por un equipo en categorías inferiores porque “no tenía sangre” y se convirtió en uno de los mejores del mundo en su posición, tras irse a otro equipo que apostó por él (y seguramente le entendió). O ese futbolista que empezó jugando en inferiores de medio, y que, gracias al entendimiento de sus técnicos, se ha convertido en uno de los mejores laterales de La Liga. O ese entrenador que “cae” en un equipo campeón por diversas circunstancias y, sin “hacer ruido” (¿perfil bajo?) parece que optimiza los registros de su antecesor (¿les suena?).
“Perfiles bajos”, más bien callados, introvertidos, con un ritmo quizás (aparente) más lento, que buscan hacer las cosas de manera óptima, que están pendientes de lo realmente importante. Están ahí, y cada vez se verán más; porque el fútbol actual requiere de más “perfiles bajos” (cercanos a la introversión) que hagan muy bien su trabajo. Requiere de más comportamientos introvertidos.
En esta constante nueva revolución en el fútbol actual, cada vez más los “perfiles bajos” tienen más peso. Son los nuevos y apasionantes nuevos tiempos de la optimización en el fútbol moderno.
David Peris Delcampo
@dperisd
Psicólogo Experto en Psicología del Deporte · Entrenador Nacional de Fútbol y de Fútbol Sala · Profesor de la Universidad de Valencia · Presidente de la Associació de Psicologia de l’Esport de la Comunitat Valenciana (APECVA) · Vicepresidente de la Federación Española de Psicología del Deporte.