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13 de noviembre / OPINIÓN

La última bala

20/12/2021 - 

VALÈNCIA. Cada vez que me pongo delante del portátil para analizar la realidad del Levante temo que me pueda pasar de frenada y pellizque en exceso. En situaciones tan torcidas, la pasión y el sentimiento marcan la pauta y, aunque no lo parezca, controlo a ese ‘diablillo’ que llevo dentro porque pienso que por mucho que pueda arrear con contundencia, y procuro que siempre sea con argumentos, no puedo esconder que me cuesta reconocer a un club (a mi club) que hacía las cosas de una manera muy diferente a como las está haciendo ahora y no hace mucho tiempo. Parece que si todo va bien no se puede criticar y si va mal, tampoco, porque lo único que consigues es desestabilizar. ¿Esto acabará?

Para los ofendiditos, que asumo que los hay, que tengan claro, porque además me conocen cómo soy, que mi único propósito (y de los muchísimos que perseguimos que esto cambie, aunque suene a misión imposible) es que se recupere la cordura y de una vez por todas se deje atrás la condescendencia, la complicidad interesada, el paternalismo, el amiguismo y la improvisación en una institución que llevo impregnada en la sangre y que está echando por tierra todo lo edificado tras revivir de las cenizas. Si nos acabamos estampando y hay que volver a empezar en Segunda que sea con las menos víctimas posibles y con un plan sólido, convincente y profesional. Una profunda limpieza interna. Porque esto no es una fábrica de tornillos. Esto va de identificación, sentimiento, pertenencia y de unos valores que no se cuáles son en estos momentos.

Orriols ha encajado una acumulación de bofetadas emocionales que han ocasionado una herida mucho más profunda que esa gestión deficitaria que Quico Catalán tendrá que argumentar el próximo miércoles 22 en la Junta General de Accionistas y que saldrá adelante gracias al respaldo del Patronato de la Fundación, salvo del FROG (Asociación de Accionistas del Levante) y la Delegación de Peñas, que no firmaron debajo en una reunión previa con la ausencia de nueve patronos que delegaron su acción al ‘bando aliado’. Unas cuentas que arrojan un déficit de 23,2 millones, más 6,7 en pérdidas computados en ajustes por errores, además de un descenso patrimonial del 72% con respecto al ejercicio anterior y, como consecuencia, la caída del valor de cada una de las acciones de 335 euros a los 94,85 actuales. ¿Dónde está el propósito de salvaguardar al Levante UD que pregona la Fundación entre sus mantras? Esa temporalidad como tenedora de las acciones que se esgrimía desde un principio (o por lo menos que nos hicieron ver) hasta que las acciones fueran a parar a levantinistas o a un inversor, se ha transformado en estabilidad y perpetuidad para el actual Consejo de Administración.

El levantinismo ha demostrado que está cansado de palabrería, de una inexistente autocrítica, de lamentaciones atemporales y reclama soluciones reales que garanticen el futuro. De puertas para dentro se ha perdido el pulso de lo que verdaderamente reclama y necesita el aficionado, que se siente huérfano de esos rasgos de humildad que nos hacían inconfundibles fuera de las fronteras de Orriols. Una descomposición al extremo. Hay una necesidad de conocer cuál es el plan de rescate que el presidente ejecutivo tiene preparado para reconstruir su obra. En cualquier empresa, con este escenario (deportivo, financiero y social) y sin ofrecer soluciones, el desenlace sería el despido de su máximo responsable, pero es que Quico no se puede cesar a sí mismo.

Lo que sucedió en El Collao ha hundido más todavía al Levante en el lodazal, en el colapso total. ¿Qué nos queda ahora? ¿La resignación y cruzar los dedos para que el impacto sea lo menos dañino posible? ¿Podemos creer en lo imposible? ¿Cuál es el plan para escapar del precipicio? Colistas de Primera, una única victoria ante un Preferente en los últimos 27 partidos oficiales, con solamente cinco triunfos en Liga en todo 2021, ridiculizados en Copa por un rival que estuvo más de 40 minutos con uno menos y mereció la clasificación antes de los penaltis, con tres entrenadores en tres meses, sin una dirección deportiva ni visos de que pueda crearse más pronto que tarde, y con una plantilla engullida por el miedo, destrozada mentalmente, incapaz de competir ante un equipo que milita en Primera RFEF y que apeló a la moral del humilde para sobreponerse a la diferencia de categoría, y con futbolistas con pedigrí y teórica ascendencia y relevancia que piden a gritos que el tiempo pase a toda pastilla y así finiquitar sus contratos para salir escopetados. No sé si esto es un tocar fondo, pero se lo parece bastante porque cuando pensábamos que las cosas no podían hacerse peor aparece una nueva tropelía, con el consiguiente disgusto tras otra noche aciaga.  

Alessio Lisci lo dejó clarito en la rueda de prensa posterior al sonrojo en Copa. Pidió disculpas a la afición, que “nos está dando mucho a cambio de nada”, habló de una cuestión de actitud, que el Alcoyano “nos ha marcado el camino” y que esta eliminación “va a hacer cambiar la mentalidad a muchos jugadores”. Hay que dejarse de historias y los que no sean solidarios y crean que esta no es su guerra que no molesten. Fuera las individualidades. Los egos a la grada. El compromiso debe ser en colectivo. Me gustó el mensaje del preparador italiano y debe refrendarlo con hechos… si le dejan.

Hace falta un golpe de autoridad sin precedentes. O también puede pasar como una de las frases más celebres que dejó Toshack para la historia cuando era técnico del Real Madrid: “los lunes pienso en cambiar a diez jugadores, los martes a ocho, los jueves a cuatro, el viernes a dos, y el sábado ya pienso que tienen que jugar los mismos cabrones de siempre”. Ahora es cuando hay que demostrar que la apuesta por Alessio es real. Veremos si el vestuario (generalizo injustamente) recapacita, se mentaliza, se traga el orgullo y canaliza como toca el azote público y merecido de un técnico de 36 años que, hoy en día, es el único clavo, junto a Pepelu, al que se agarran los que más sufren. Además, ambos terminan contrato el próximo 30 de junio.

Y llega el derbi. La última bala. Y en manos del Valencia y del amor propio de unos jugadores más expuestos que nunca está el destino del Levante a un partido más de acabar la primera vuelta en otro duelo de rivalidad en casa del Villarreal para empezar 2022. Otro revés generaría una explosión irreparable, más gasolina al fuego, por el añadido emocional que supondría la estocada del vecino blanquinegro. Ahora o nunca. Desde que Quico es presidente, ningún equipo que en la decimoséptima jornada había sumado menos de 13 puntos logró resistir en la máxima categoría. Y su Levante lleva ocho y todavía no ha conseguido ni una sola victoria desde el 10 de abril en Ipurua. Hay que hacer historia. ¿Y sabéis lo más increíble y por lo que este sentimiento perdurará para siempre? Pues que nosotros estaremos ahí, no fallaremos y acompañaremos al equipo pese a todo y contra todo. Porque esta afición es de Primera División. Porque me resisto a pensar que, faltando 21 partidos, el desenlace ya esté escrito.

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