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La vergüenza

7/05/2021 - 

VALÈNCIA. En la filmografía de Ingmar Bergman hay una película, escondida entre algunas de sus abundantes obras maestras, que encierra un mensaje inquietante. Se titula 'La vergüenza' y cuenta, a modo de pesadilla minimalista, las peripecias de una pareja de artistas cuando, en el lugar en el que viven, estalla una guerra incomprensible, que solo encierra violencia, represión y horror. Al director sueco no le apasionaba especialmente este filme, pues argüía que no reflejaba el sentido por el que había sido realizada: el relato de la infiltración gradual del miedo. Pero 'La vergüenza' encierra en su interior un mensaje más potente, el de las consecuencias de la inacción, la actitud de quedarse con los brazos cruzados ante algo que amenaza con usurpar lo que más quieres en el mundo y lo que tanto te ha costado conseguir. La vergüenza de la película es la propia guerra, anónima, de la que nunca sabemos ni los contendientes ni el origen del conflicto, pero también la actitud de esa pareja ante la destrucción que contemplan a su alrededor.

En el Valencia sabemos mucho de vergüenza, porque hemos tenido algunos de los dirigentes más vergonzosos que han surgido en el fútbol español a lo largo de su historia. Desde hace años, soportamos la desgracia de ser la vergüenza nacional por culpa de una propiedad que, a ojos de quienes no están involucrados, pasional o profesionalmente, en el día a día del club, sigue provocando ese estupor que denominamos educadamente “vergüenza ajena”. Para esos espectadores imparciales o pasivos, el reciente cambio de entrenador es un escalón más en la vorágine de despropósitos perpetrada por Meriton, una colección de destarifos que comenzó hace siete años, en el momento en el que Peter Lim compró la mayoría accionarial de la entidad, y que ha alcanzado su cénit esta temporada, al deshacer el equipo y mantener al técnico que habían elegido para comandar la maltrecha nave por ahorrarse una indemnización que ahora, sorprendente y caprichosamente, habrán de aflojar. Pero también saben, sabemos, que Meriton es capaz de hacer las cosas todavía peor. Lo han demostrado con creces.

Mas, como en la película de Bergman, la vergüenza también está en aquellos que han permitido, callados, la escalada de destrucción de Meriton. Hace solo unos días, los dirigentes del club aprovecharon una campaña sobre el acoso en las redes sociales para, de forma torticera, practicar la censura en las redes sociales contra aquellos que no piensan como ellos, en una decisión de primero de fascismo. El próximo paso para convertir el club en un búnker silencioso que esquiva los más elementales principios de la democracia y la libertad será, si nadie lo remedia, prohibir la entrada individual a Mestalla -o, lo que es lo mismo, retirar el carné de abonado- a quienes no piensan como ellos y lo han manifestado en las redes sociales. Esta medida represiva no es ninguna novedad, puesto que tres periodistas y dos medios de comunicación ya sufren la censura de Meriton al prohibirles el acceso a Mestalla e impedirles ejercer su trabajo con las mínimas garantías. Y no hay que olvidar tampoco que la peña de animación fue expulsada de Mestalla con la excusa de que estaba formada por violentos. Ya se sabe que los fascistas son el mejor ejemplo de quienes ven la violencia o la xenofobia en los actos de los demás y no en los suyos, adornando su discurso con mentiras perfectamente orquestadas.

'La vergüenza' acaba con la destrucción de esa pareja que cae en la inacción ante la amenaza exterior. Pero el aficionado del Valencia tiene una oportunidad todavía de rebelarse contra esa ola de destrucción que amenaza al club manifestándose públicamente contra la tiranía de Lim y sus esbirros. Lo hicieron los aficionados del Manchester United el domingo pasado y el suyo es un ejemplo a seguir en la rebelión contra aquellos que han llegado, por el poder del dinero, para cargarse los sentimientos de cientos de miles de personas. Se me ocurren muchas maneras de protestar contra Meriton, desde boicotear todo lo que venga de Singapur hasta organizar acciones de protesta bien visibles cuando las autoridades permitan que el público pueda acceder a los estadios, pero la manifestación del próximo sábado, por la repercusión que puede tener en los medios internacionales y la visibilidad que implica un rechazo masivo, debe ser el comienzo del fin de la vergüenza que nos invade.

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