Las redes son importantes en el fútbol. Bueno, no tanto. Lo son en el fútbol televisado o en el que se ve con prismáticos. Pero cuando los postes eran dos montones de carteras, el gol tenía doble premio...
VALENCIA. Las redes son importantes en el fútbol. Bueno, no tanto. Lo son en el fútbol televisado o en el que se ve con prismáticos. Pero cuando los postes eran dos montones de carteras, el gol tenía doble premio. El tanto en sí y que el rival fuese a por la pelota a doscientos metros, después del golazo por la imaginaria escuadra que te hacía celebrar como Kempes.
Y en esta semana laboral que hoy finiquitamos la mayoría de los mortales, la salsa, o el hígado de la paella, han sido las redes. No las de pescar la gamba roja de Dènia. Las sociales. Hemos mantenido una velocidad de crucero, con poca cosa en los movimientos de entradas y salidas. Quizá ustedes me tachen de loco o ciego desinformado, porque Medrán, Piatti o Barragán son nombres propios casi confirmados. Y suenan, como castañuelas, novedades por Negredo y Javi Fuego. Y claro, mientras se escribe esto, se está cocinando la presentación de Nani, con previsión de reventón en la grada por las colas que empiezan a circular por redes, crónica que supongo podrán leer con todo lujo de detalles en estas mismas páginas.
Pero ya ven, servidor, defensor del fútbol antiguo y vintage, fan de Lawerta y de The Barraca, en este caso, ha tirado por la modernor. No recuerdo ninguna primera plana relacionada con las redes más allá de alguna intervención de la hermanísima del ex capitán, pero ya saben que la memoria no es uno de mis fuertes. Y en estas, el foco lo he centrado en las movidas promovidas por esa inmensa barra de bar que es Twitter, con dos hitos: los zasca-bum entre cierta compañía aérea con nombre de península y el Valencia por un lado, y las etiquetas refritas del verano referidas al segundo asturiano que más se quiere por aquí, después de Villa (Angulo y Carrete son Hors Catégorie).
Bien haría Draper Mogutu, bautizado maravillosamente así por Fernando Valero, en mostrar un poco más de cintura y utilizar la ídem para cuando se metan con patrimonio valencianista, sacar el capote. Y valorar que es un partner subsidiario antes de sacar el hacha en 140 caracteres. Y le atribuyo esto al it-boy inglés porque si la cosa fuera cuestión de Damià, lo tendríamos más difícil de justificar. Y conviene recordar que la chanza viene del propio aficionado valencianí. Ese al que se le lanza el Viu el Valor, pero que no parece tener ese mismo valor para reprobar las gracias. Otra lectura sería aquella de "De mi familia hablo mal yo porque es mi familia, pero tú no". Y una tercera sería esa hipócrita defensa de la burla a jugadores, devaluándolos en el mercado como mal mayor, cuando desde el propio club se ha hecho lo mismo, con artículos y portadas a favor de corriente, algunas incluso rozando la vergüenza ajena a tal nivel que podrían ser dignas del Sport o de Los Manolos.
Y lo otro. El turrón que vuelve a casa por Navidad, pero en verano. La vuelta de Juanín. El yerno perfecto, sin duda. El buen chico, leído, profesional, guapo, culto y elegante que juega al fútbol de maravilla. Que con la sombra de ese portugués malo con dedos que van a los ojos ajenos no puede disfrutar del juego como quisiese. La generación de contenidos de la calle que nutre a los medios. Campañas populares, como si eso salvase a equipos del descenso administrativo, por ejemplo. Ni que estuviésemos en los noventa, tetes. Pero esto ya no lo controlan los de siempre. Ya no hay firmas de directivos, como decía aquí al lado Lizondo. No tiembla el pulso en este sentido a Mister Lim. Numbers are numbers.
Pero claro, si con Nani se ha bailado capoeira, ¿quién no iría a Mestalla a ver como Mata escancia sidra?
Redes, ¿que hacíamos antes que entrarais en nuestras vidas?