VALÈNCIA. (Alfonso Gil / EFE).- Peter Lim, máximo accionista del Valencia, cumple este lunes ocho años de su triunfal desembarco en el club con un baño de multitudes en un encuentro de Liga ante el Elche, aunque la afección desmedida de aquella tarde perdió gas con rapidez para alcanzar muy pronto un estado de desconexión total entre el dirigente singapurense por un lado y el valencianismo y la sociedad valenciana, por otro.
El alejamiento que no hace más que crecer entre Lim y la afición no solo es físico al residir el dirigente en Singapur y haber pasado por Valencia tan solo en contadas ocasiones, sino que algunos de los integrantes de su equipo como el expresidente Anil Murthy han realizado esfuerzos notorios para que aumentaran las distancias a partir de su gestión y sus pronunciamientos.
Es cierto, por otra parte, que la presencia de Layhoon Chan como presidenta del club en una primera etapa previa a la de Murthy y también en la actual, tras su regreso este verano, ha atemperado la relación de la entidad con el entorno dado que sus formas han sido más cuidadosas que las del Murthy, a pesar de ser este diplomático de profesión.
La llegada de Lim fue acogida con recelo por un sector del valencianismo, con entusiasmo, por otro, y con escepticismo por una mayoría deseosa de que la compra de la mayoría accionarial por su parte sirviera para que la entidad reflotara económicamente y, en consecuencia, crear un escenario propicio para mejorar a nivel deportivo. No ha sido así.
Durante los años que lleva en manos de Lim, el Valencia no ha mejorado ni deportiva, ni social, ni económicamente, los tres pilares sustanciales sobre los que debería para funcionar mejor una entidad, cuyo perfil es mucho más bajo que el que ofrecía en octubre de 2014.
A nivel deportivo destaca la Copa del Rey obtenida en 2019 como hito más destacado de la mano de Marcelino García Toral, el único de la decena de técnicos que ha tenido el Valencia en este periodo que ha calado entre la afición y al que solo se le parece Gennaro Gatusso, el entrenador actual, que ha entrado con buen pie entre la afición, aunque todavía es pronto para valor su trabajo.
Durante este tiempo, el Valencia ha dejado de ser un equipo habitual en la Liga de Campeones para convertirse, en el mejor de los casos, en asiduo de la zona media de la tabla de la Liga española, lo que no le ha dado ni para disputar el tercer torneo continental, la Liga Conferencia, ya que sus plantillas han sido más discretas que las previas al aterrizaje del empresario de Singapur.
Sin inversión en la plantilla, el equipo se ha resentido, pero otras cuestiones fundamentales tampoco se han resuelto. La más llamativa es la de la conclusión de las obras del nuevo Mestalla unida a la venta de las parcelas de actual campo. El asunto ha pasado en el último año y medio a la primera línea de la actualidad en el ámbito de la política local y autonómica.
Con Murthy como protagonista, el desencuentro con las instituciones como consecuencia de la pasividad del club en este asunto está presente en la vida pública de la ciudad, en cuyo horizonte han parecido en las últimas semanas las urgencias por reanudar las obras en el contexto de las opciones de Valencia de ser sede del Mundial de 2030 al que aspiran España y Portugal con la participación de Ucrania.
El club ha vivido y vive al margen de una sociedad que durante casi un siglo lo ha considerado suyo y que ahora no entiende, por ejemplo, que tratar de ganar títulos no sea una prioridad para el máximo accionista, ni los motivos por los que su relación con el entorno no es diáfana.
Todo ello sin olvidar los desaires que, sobre todo Anil Murthy, ha tenido con el valencianismo, los representantes públicos, peñistas y aficionados más jóvenes, así como la falta de criterio a la hora de diseñar un proyecto futbolístico con aspiraciones, excepto en la etapa de Mateu Alemany como director deportivo con Marcelino como entrenador.
Consecuencia de todo ello ha sido la creación de grupos de oposición a la trayectoria de Lim, las manifestaciones de los aficionados en la calle y el cántico recurrente para que abandone la entidad que se escucha en el minuto 19 de cada uno de los encuentros que se disputan en Mestalla. En cualquier caso, sus intenciones y planes de futuro, si es que los tiene, son una incógnita.