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Lim se carga a un empleado de Meriton, no al presidente del Valencia 

2/06/2022 - 

VALÈNCIA. Y finalmente se demostró que no era tan complicado acabar con la presidencia de Murthy. Solo había que aplicar racionalmente unas cuantas gotas de relajación en la charla, encender la grabadora y hacerle preguntas despistadas. El ex gobernador civil del holding en Valencia, sobornado por su propia arrogancia en el cargo, haría el resto.

Qué síntoma: Murthy no cayó por el desprecio a sus aficionados, Murthy no cayó por el desprecio a las autoridades territoriales, Murthy no cayó por los pésimos resultados de su gestión. Murthy cayó por atravesar la única línea roja que no podía permitirse: cuestionar a su empleador, ridiculizarle y, sobre todo, alterar el principio básico de sumisión: Lim está arriba, el resto debajo.

La lectura puede hacerse en clave valencianista: entender que el proceso de degradación había alcanzado cotas tan insostenibles que solo faltaba un desencadenante para que Murthy saltara por los aires. Y es posible que haya parte de eso. ¿Pero por qué deberíamos considerar que Lim pulsó la trampilla para dejarlo caer, justo ahora? Ya había superado todos los límites de degradación pública y solo le faltaba encadenarse al Palau de la Generalitat, semidesnudo. Murthy muere en la cama, tan plácidamente, amortizado después de cumplir con su cometido: desviar la atención sobre la propiedad.

Son sus excesos lo que precipitan la salida. Por eso hay otra lectura que debería cobrar peso: Lim decide de puertas para dentro, en clave holding. Transigir con que un empleado se chotee de él sin que haya consecuencias parece estar fuera de toda lógica empresarial. Mirar hacia otro sitio hubiera sido admitir su debilidad. La escenificación de este final -llamándolo a capítulo con urgencia, ejecutándolo con brevedad- es una manera de desvelar el significado. Lim no se carga al presidente del Valencia, se carga a un empleado de Meriton. No parece casual que en el comunicado se use justo la palabra  ‘empleado’ y se hable de ‘efecto inmediato’. No es un recambio, es un ajusticiamiento por sedición. 

En ese simbolismo sigue perpetuado el problema. El club necesita ser tomado en cuenta como lo que es: una institución soberana con códigos propios, no una pieza impersonal en una órbita lejana. Mientras eso no cambie, ya podrán cambiar los señuelos. El mal persistirá. Podría parecer que es una gran oportunidad para transformaciones de gran calado: en realidad es el momento para que quienes necesitan colocar mercancía aprovechen que el trastero ha vuelto a abrirse. 

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