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13 de noviembre / OPINIÓN

Lo que el derbi ha revivido

15/09/2020 - 

VALÈNCIA. Debió ser el derbi de Morales y acabó siendo el día de la marmota. Una historia que se repite. Los mismos errores que cuestan puntos y minimizan ilusiones: el balón parado defensivo, las perdidas letales que pillan al equipo desorganizado y una transición ataque-defensa deficitaria. Así es imposible poder creer en algo más que en la permanencia. Hasta el propio Comandante reconoció que el ímpetu por ganar el partido “nos ha hecho descuidar lo de atrás”. Fue una derrota desesperante. Da una rabia terrible que el equipo desaproveche su enorme potencial por los mismos descuidos. Sí, solamente es la primera jornada, pero ese desequilibrio que se manifiesta más de la cuenta provoca que en Orriols haya una línea muy fina entre la ilusión y la frustración. Porque defender así no es defender. Por mucho ADN ofensivo, es imposible subir escalones si le das tanta vida a los rivales.

Caer duele mucho y si es contra el Valencia el cabreo se magnifica. Demasiados paralelismos con la derrota de la pasada temporada en el Ciutat. Aquella vez se echó por tierra un 2-0 a favor. Ahora dos ventajas (0-1, 1-2 y el añadido de un gol anulado por la nueva norma de las manos). Es de sobra conocido que el Levante apuesta por un fútbol de iniciativa, que promete, que para el espectador neutral es la leche porque se lo pasa en grande, pero que al granota le hace entrar en un estado de imprevisibilidad e intranquilidad de principio a fin. Es el ‘Comando Suicida’; un equipo al que le cuesta proteger los encuentros, que no se siente cómodo replegado porque va en contra de su identidad, pero que igualmente entiende (o debe entender) que así va a resultar improbable escapar de su montaña rusa de emociones. Y eso que en el fútbol tras el confinamiento fue un bloque más práctico y consiguió que su estructura defensiva mostrase menos lagunas y fuera complementaria al descaro de los ‘jugones’. No olvido que esto no ha hecho más que empezar, pero hay que insistir en la obligatoriedad de ser un engranaje equilibrado y que entierre la bipolaridad para poder ambicionar.

He percibido tras el disgusto en Mestalla mucha nostalgia del Levante bronco de antaño, ese que empalagaba a los rivales, una versión opuesta a la que ahora atrapa por su vistosidad. Entiendo que reine esa sensación tras partidos como el del domingo. Una vibración provocada por esas dos caras tan antagónicas. Aunque mola recordar esas gestas, no soy partidario de volver al pasado. Me quedo con el presente, con Paco López y su fútbol vistoso, pero sin esos horrores defensivos que dilapidan tanto talento. De la medular hacia delante, el equipo va como un avión. Pegas la vuelta, te entra el tembleque y, como en Mestalla, acabas brindándole a los aficionados uno de los mayores disgustos que se recuerdan. Me resisto a pensar que vaya a ser otra temporada de querer y no poder, de conformarse con el mínimo, de no dar el estirón, de cruzar los dedos para que tres equipos lo hagan peor. Son 15 temporadas en Primera División y no hay que aferrarse al yunque, a la resistencia y a la grandeza del pequeño de por vida.

La bofetada duele todavía más porque la posibilidad de acabar con el maleficio ante el vecino era más real que nunca. El discurso de la actitud, la personalidad y unos 60 minutos sobresalientes se queda en agua de borrajas al mostrar fugas que son tan clásicas como lo maravillosamente bien que se juega. No es la primera vez que el Levante descarrila por las mismas deficiencias y eso provoca que la confianza se debilite. Que sí, que son los tres primeros puntos, como que la capacidad de generar fútbol es igual de superlativa que la fragilidad defensiva. Y eso va por todos. Que hay que morder en colectivo, ser más agresivos, estar encima, ser equilibrados. Que cualquier rival te hace papilla si muestras pasividad. Que Vukcevic es imprescindible como centrocampista posicional. Que no me gustaría que Aitor volviera a ser el mejor de la temporada y para empezar ya ha encajado cuatro tantos. Porque los que triunfan empiezan por cerrar su portería y eso no debería ir en contra con el ADN atrevido del míster de Silla. Hay que encontrar el dichoso equilibrio. A unos cuantos equipos les gustaría tener en sus plantillas a los Campaña, Bardhi, Morales, Roger o Rochina (los dos últimos ausentes por lesión en el estreno ante el vecino), pero el fútbol tiene muchas otras aristas que no solamente se afilan simplemente con talento. Que jugar tan a pecho descubierto es contraproducente.

Limitado por el Fair-Play y por la necesidad de cuadrar fichas para dar más entradas antes del cierre del mercado, la derrota en Mestalla muestra varias realidades y a jugadores aún más debilitados. Sin Roger por lesión y con un Dani Gómez al que hay que dar un margen porque no ha hecho más que debutar en Primera, Sergio León ha desaprovechado una oportunidad de oro de reivindicarse y demostrar que no es necesario incorporar un delantero. Todo lo contrario. Y si a eso se une el recital de Morales, el escenario se le enturbia todavía más al cordobés si acaba quedándose. Y la situación de Hernani aún es más evidente, sin minutos en el derbi y después de una temporada con un rol residual. Y eso que tiene características diferentes… y una anarquía defensiva que le ha pasado factura.

Y luego está la cantinela del zaguero de jerarquía. ¿De verdad que no es necesario firmar un central? ¿Cuánto tiempo lleva el equipo sin encontrar una pareja de centrales de absoluta confianza? ¿Es más prioritario un extremo si además llegaría para ser una alternativa? La dirección deportiva ha buscado ese refuerzo en la retaguardia en su rastreo del mercado de Segunda División. Tenía claro que Paco López apostaría por Róber Pier y Óscar Duarte en el inicio de la competición. Había sido la pareja más utilizada en esta atípica pretemporada. Los más rodados de los cuatro. Una elección condicionada por la lesión de Vezo, que entró justito en la convocatoria de 23, y que Postigo también había estado entre algodones en la puesta a punto. Ni el costarricense ni el gallego aprobaron. Con Róber, una de las noticias más positivas en los amistosos, no hay que pasar por alto los 413 días que ha estado fuera por lesión. Su protagonismo debe ser progresivo. Cuando hay puntos en juego es otra historia a los ensayos de preparación.


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