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opinión politizada / OPINIÓN

Lo que nos une

8/02/2023 - 

VALÈNCIA. A pesar de que el barco se hunde y las fugas de agua se multiplican, el valencianismo como colectivo siempre encuentra nuevas formas de dispararse en el pie.

Ahora el motivo de confrontación es la manifestación del 11 de febrero. Un acto cuyos tiempos, cabe recordar, se consensuaron hace muchos días en una asamblea democrática entre los asociados de Libertad VCF. No fue una decisión unipersonal de nadie. Había quien opinaba que la afición debía quedarse todo el partido fuera, para generar una imagen potente hacia el exterior que golpease a Peter Lim donde más le duele: en su reputación, que acaba siendo indirectamente en su bolsillo. Otros abogaban por entrar desde el principio porque el equipo atraviesa una situación muy delicada. Al final se optó por una decisión salomónica: protestar fuera del campo hasta el minuto 19, y luego entrar a Mestalla y animar a muerte al equipo hasta el minuto 90.

Lo que ha venido después es más propio de un artículo de sociología que de una columna de opinión futbolística, así que tampoco vale la pena estrujarse la cabeza. Cada aficionado es de su padre y de su madre; siempre ha sido así, siempre será así. Además, no hay un ‘palleter’ que movilice a las masas como ha ocurrido en otras épocas de infausto recuerdo para el club. Y no es por ausencia de candidatos; es porque esos aspirantes asumen que habría que bajar al barro y ‘mojarse’ en la lucha contra Lim, y concluyen que no pueden sacar beneficio alguno de ello.

Toca incidir en que los convocantes del 11-F (todos ellos aficionados de base del Valencia) no cuentan con un aparato mediático potente a su servicio, como sí lo tenía Amadeo Salvo, ni tampoco con la materia prima más útil para mover a las masas: la ilusión. Con promesas y humo, mucha más gente se subiría a un carro que percibiese como ganador. Los organizadores de la protesta parten su reivindicación, por desgracia, desde la desilusión y la decepción, argumentos que al valencianista promedio le dan más ganas de quedarse en casa y meterse en la cama que de agarrar sus banderas y salir a las calles a defender a su club. Sólo hay que ver la tibieza de la Agrupación de Peñas, que se ha puesto de perfil mientras muchas peñas a título particular sí han dado el paso al frente y no rehúyen su responsabilidad con el escudo.

¿Mi opinión? El minuto 19 me parece un buen punto de acuerdo. El simbolismo de la foto que dará la vuelta al mundo trasciende al marcador del partido. Quedan dieciocho jornadas de Liga, nada menos que 54 puntos por disputarse. Esos 19 minutos no van a bajar a Segunda División al Valencia: si semejante catástrofe ocurriese, sólo habría un responsable directo a 11.000 kilómetros… y ese hombre ni siente ni padece lo que le pueda pasar a un club centenario. Demonios, alguna vez he entrado al campo incluso más tarde gracias a los maravillosos atascos vespertinos de nuestra querida ciudad.

Hay quien argumenta que la afición “no puede dejar sólo al equipo” y que su concurso es clave para ganar al Athletic, pero hace escasamente diez días el entrenador del equipo (Gennaro Gattuso, ¿os acordáis de él?) proclamó que jugar en Mestalla era muy complicado, contraproducente, agobiante para los jugadores, porque “no es fácil jugar con 45.000 personas que te aprietan al primer fallo”. Sin contar, además, que a muchos aficionados les va a doler en el alma tener que sacrificar 19 minutos de ver a su Valencia jugar en Mestalla, pero que el dolor causado por Meriton ahora y en el futuro puede ser todavía más letal con la institución si no se les pone freno a tiempo.

Por eso sería importante desnudar en estas líneas el concepto de militancia y ser extremadamente prácticos. ¿Qué es lo que nos une? A pesar de diferencias irreconciliables y odios cainitas típicos de esta ciudad, ¿qué comparto con el de enfrente?

Es probable que jamás haya intercambiado más puñetazos en mi vida que con mi hermano Guillermo. Pero nada de ‘caricias’: hostias a mano abierta. De niños y, luego, ya creciditos. Pero, ¿sabéis algo? Es mi hermano. Daría la vida por él. Me partiría la cara con quien hiciese falta por él. Porque venimos del mismo sitio y, personalidades al margen, compartimos los mismos valores. Es lo que nos enseñaron desde críos y, probablemente, ambos muramos bajo ese mismo código.

Creo que no es tan complicado entender la metáfora. Todos los asistentes a Mestalla el próximo sábado comparten muchas más cosas que las que los dividen. Además, esas divisiones son artificiales, ‘infladas’ desde hace años por un Peter Lim que la de fichar jugadores y reforzar el equipo en enero no se la sabe, pero de invertir tiempo, dinero y recursos en generar una fractura entre los aficionados y promover el conflicto entre hermanos sabe un rato largo.

Lo que nos une: el Valencia como institución centenaria, más allá de un propietario desnortado o de una gestión irresponsable. Más allá de una venta tramposa y de una traición a la confianza de los aficionados. Más allá de dimes, diretes, choques dialécticos y roces argumentales. Debemos poner a hervir la situación y destilar la esencia de la reivindicación. Cortita y al pie, en tres cómodos pasos. Uno: el Valencia es lo que mueve a ti, querido lector, en tu día a día. Dos: Peter Lim se está cargando el Valencia. Tres, como consecuencia de las anteriores: hay que pararle los pies y conseguir que se marche, cada uno en la medida de sus posibilidades.

¿Lo tenemos claro? Pues adelante con ello. Protesta. Sal a la calle. O quédate en casa, haz lo que tu brújula moral te indique. Pega carteles, habla con amigos, escribe tuits, diseña pancartas, acude con un megáfono a las oficinas. Pero protesta. Alza la voz. Da un paso al frente. Conviértete en una “pequeña cosa que cause un gran dolor de cabeza” al señor singapurense. Manifiesta tu desacuerdo y tu oposición frontal a aquello en lo que está convirtiendo tu club, que muchos aman como si se tratase de un ser querido más en su vida.

¿Vas a acudir a Mestalla, protestar en la calle y luego entrar desde el primer minuto a animar al equipo? Fantástico: ojalá tus aplausos y cánticos de apoyo a los chavales se oigan desde el exterior, desde la otra punta de la ciudad, desde cualquier parte del mundo. Da igual que otros aficionados dentro del campo te miren raro. Ojalá cuando llegue el minuto 19 estés ya afónico de tanto tifar por el escudo. Pero tranquilo: en ese momento llegarán otros hermanos a relevarte.

¿Vas a acudir al estadio, protestar y quedarte fuera hasta el minuto 19? Fantástico: la imagen volverá a dar la vuelta al mundo, propiciará que el foco se pose sobre la ciudad y volverá a generarle a Peter Lim un gran problema a nivel reputacional. Y, en el minuto 19, todos ‘p’adentro’ a dejarse las manos y la garganta. Que no tenga ningún tipo de sentido. Puede ser otro de esos días históricos en los cuales el Valencia CF conquista dos victorias con apenas un par de horas de diferencia.

Elijas lo que elijas, hay algo que nos une, que nos mueve y que nos ayuda a avanzar: todos hemos elegido al Valencia, y ninguno ha elegido a Peter Lim.

Porque no se puede equiparar entrar en el minuto 19 con “dejar al equipo sólo”, como he leído estos días. Los jugadores no están solos. El equipo no está solo. En 104 años, nunca ha estado solo. Y nunca estará solo.

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