Hoy es 11 de octubre
VALÈNCIA. La única cosa peor que tener en tu equipo un entrenador alfa, es no tenerlo. Tenerlo hace que la dependencia de todo un engranaje pese demasiado en una sola persona. Pero no tenerlo provoca algo más grave: que todo un engranaje dependa de nadie. A Bordalás -además de la promesa de mayor lozanía al pasar los 55- hay que agradecerle cómo de fácil nos ha resuelto una papeleta complejísima.
Ha simplificado una ecuación endiablada. Estábamos a punto de tener que saber analizar el rendimiento real de un futbolista desde su individualidad. Saber si Cheryshev es un utilitario o blandiblú. Bordalás ha permitido que todo sea sencillo. Si Guedes rinde como cuando rendía, es por Bordalás. Si Alderete y Paulista parecen una reencarnación vecinal de Ayala y Pellegrino, es por Bordalás. Si Soler parece el Lampard español, es por Bordalás. Si un portero desconocidísimo cuya señal no llegaba ni a los parabólicos, es por Bordalás.
Un camino bien corto para zanjar los análisis, sin atender a una posible deformación: ¿evaluamos el rendimiento de los jugadores ajustándonos a la realidad, o es la realidad la que nos ajusta cómo evaluamos a los jugadores? ¿Todo lo que pensábamos sobre los jugadores del Valencia era mentira? ¿O una verdad excesiva? Es probable que tan solo se trate de una salsa hecha de rendimientos dispares pero que una vez forman un mismo cuerpo funcionan a la perfección. Las primeras fortalezas de este equipo corresponden a sus mismas debilidades: necesitan una aportación energética elevada y continuada; conjunta.
Algunos propietarios amigos podían tomar la conclusión provisional de que da igual trocear una plantilla y descomponerla para colocarla al peor postor porque, cuando venga un entrenador capacitado, se reconstituirá automáticamente. Pero no lo intenten en casa. En realidad lo que se logra es que todo un proyecto penda del hilo de una confluencia total, de un esfuerzo grupal constante, de una identificación sin fisuras alrededor del entrenador.
Puede que Peter Lim, un descreído de la importancia de los entrenadores, termine creyendo que en el fútbol solo importan los entrenadores y son los jugadores de los que hay que prescindir. Sería todo un progreso.