VALÈNCIA. Los mundiales vuelven a Europa en 1974, a Alemania. Bueno, para ser más concretos a la República Federal de Alemania, la que quedó del lado aliado cuando se levantó el muro. Precisamente de esa división entre la República Federal y la República Democrática nace una de las historias que os contamos hoy, la de Jurgen Sparwasser. Pero también llegan hasta nuestro repaso Johan Cruyff y sus singularidades y el gran zaireño Mwepu Ilunga ¿No sabéis quién es Mwepu Ilunga? Entonces tenéis que leer el tercer capítulo de "Los Mundiales que no te contaron" ¡A disfrutarlo!
1-El anti héroe Sparwasser, un alemán ineseperado. Sin duda nadie esperaba que el enfrentamiento entre "las dos Alemanias" acabara con la única derrota de los anfitriones, quienes además acabarían por alzar el trofeo.
En junio de 1974 el muro de Berlín era una realidad con la que tenían que convivir los germanos pese a que la segunda Guerra Mundial hubiera finalizado 28 años antes y que desde 1961 se alzara tan espantosa frontera artificial.
Por sorpresa se clasificó la República Democrática de Alemania (curiosamente, la menos democrática de las dos Alemanias) para el mundial en la otra parte de su casa dividida. Y para más casualidades, fue a caer en el grupo de la República Federal de Alemania. Para que se puedan hacer una idea del potencial de aquel equipo (la RDA), nunca hasta entonces se habían clasificado para la fase final de un Mundial, y nunca después (hasta su desaparición) volvieron a hacerlo. El caso es que dos triunfos de la RFA sobre Chile (1-0) y Australia (3-0) y una victoria sobre Australia (2-0) y un empate (1-1) ante Chile, el tercer partido del grupo lo jugarían las dos Alemanias. El empate, clasificaba a ambas. A los anfitriones como primeros de grupo y a los "democráticos" como segundos de grupo, lo cual era ya todo un éxito. Ni el más pesimista de los alemanes federales pensaba en una derrota... quizá por eso sucedió.
En el minuto 77, un balón largo es bien controlado en carrera -aunque con fortuna- con la cabeza por Sparwasser quien de un potente tiro batió a Sepp Maier. Con el 1-0 final la RDA superaba en la clasificación a los anfitriones. En la liguilla de segunda fase quedaron enclavados en un grupo con Holanda, Brasil y Argentina. Salvaron la honra sacando un punto ante los albicelestes y se volvieron para casa.
Jurguen Sparwasser se convirtió en un símbolo para la propaganda del gobierno de la República Democrática Alemana. Como futbolista, sus números lo dicen todo: con su club disputó 272 encuentros y marcó 111 goles. Ganó tres Ligas (la ya desaparecida DDR Oberliga), 5 Copas de la RDA y ganó la final de la Recopa de 1974, en la que el Magdeburgo derrotó al Milan. En la selección también fue importante: 53 partidos y 15 goles. Además, ganó la medalla de bronce en los Juegos de Munich 1972. La propaganda jugó su carta y se difundió que había sido recompensado de todos los modos. Incluso desde lo económico: un coche, una casa, una prima especial impropia de ese tiempo. Pero nada de eso era cierto, según reveló varias veces el protagonista en cuestión. Su frase más repetida cuando le preguntan por su hazaña ante la RFA en el Volksparkstadion de Hamburgo fue "Ese gol me trajo más problemas que alegrías...".
El muro cayó y la reunificación se llevó por delante a casi todo el fútbol de la RDA, ahora su Magdeburgo milita en tercera división. Pero cuando todo eso llegó Jurguen ya había saltado el muro. Estaba harto de las presiones del gobierno, quien le quería obligar a hacerse cargo del banquillo del Magdeburgo, más como maniobra política que por razones deportivas. En 1988 al ser invitado a un partido de veteranos, se quedó. Aprovechó un descuido de un dirigente del club que lo vigilaba y se escapó del hotel.
Ya ni de los héroes puede uno fiarse...
2-Johan come (y viste) aparte. Si ha habido un genio -y como tal con un carácter indomable- en la historia del fútbol mundial, ese fue el holandés Johan Cruyff. Johan siempre fue un adelantado a su tiempo, un futbolista genial y alguien con el ego suficiente como para creerse que podía estar por encima del bien y del mal.
Y así sucedió con la disputa del mundial en tierras germanas en lo referido al uniforme de la selección holandesa. Para aquel entonces, algunas selecciones ya dejan ver la marca de las marcas que las visten como parte de la enconada rivalidad entre Adidas y Puma.
Una de esas selecciones fue la flamante Holanda llena de jugadores extraordinarios (Cruyff, Van Hanegem, Krol, Neeskens, Rep...), el fútbol comenzaba a profesionalizarse y en estos detalles comenzaban a marcarse algunas diferencias.
Enterado Johann Cruyff del millonario contrato firmado con su selección con Adidas, esgrimió que él tenía contrato con Puma (lo cual era cierto), así que si querían que vistiera la camiseta con las tres bandas en las mangas y pantalón (por aquel entonces, todavía no lucían el anagrama en el pecho), deberían pagarle una importante cifra económica.
La Federación le pasó el marrón a Adidas, cuyos directivos, pese a ser alemanes se hicieron los suecos. No habría ese dinero para Johann. Así que había un problema, Johann no quería ponerse la camiseta naranja de la selección si no había dinero de por medio, y claro, Holanda no podía permitirse el lujo de prescindir del mejor jugador del mundo en aquella época.
La solución fue curiosa aunque impensable en el día de hoy. Puma confeccionó una camiseta exactamente igual, aunque en lugar de lucir las tres rayas de Adidas en mangas y lateral del pantalón, la camiseta de Cruyff eliminaba una de las tres rayas. Así que si uno se fija en las fotos de la selección holandesa en aquel mundial, se observará que todos los componentes de la selección holandesa llevan una camiseta y un calzón con las tres bandas de Adidas en mangas y lateral del pantalón, excepto la equipación de Cruyff, que sólo lleva dos de las tres líneas tanto en las mangas como en el lateral de los pantalones.
3-Mwepu Ilunga, una amarilla por la vida. Una de las imágenes recurrentes para mostrar el bajo nivel del fútbol africano en aquella cita mundialista es la de un jugador de Zaire saliendo de una barrera y golpeando la pelota antes de que lo hiciera el rival, como si ni siquiera conociera el reglamento. El futbolista se llama Mwepu Ilunga, y la acción tiene una curiosa (y a la vez dramática) historia.
Comencemos por contar cómo llegó Zaire a clasificarse para un Mundial como el de Alemania 74 en el que sólo había 16 plazas.
Apenas había una plaza para un combinado africano. Esto hacía que la lucha por conseguir el billete fuera enorme. Marruecos era el último escollo, pero Mobutu (el dictador que gobernaba en Zaire) tenía bien claro que su nación iba a competir en la Copa del Mundo, sí o sí. Se encargó de que el arbitraje fuera "comprensivo" con los intereses de los "leopardos" zaireños. Tras el encuentro, Marruecos protestó ante FIFA por el parcial arbitraje sufrido en el partido de ida. La FIFA decidió hacer lo de siempre: mirar para otro lado. Entonces los marroquíes decidieron no jugar la vuelta. La plaza era para Zaire. La primera parte del plan de Mobutu salió a la perfección.
Tan arriba se vino el dictador que agasajó a sus jugadores con todo tipo de lujos. Pensaba que su selección iba a dar guerra en la Copa del Mundo, pero a realidad se encargó de "cachetearlo" fuertemente. Para empezar les colocó en un grupo complicado y que iba a demostrar las diferencias que todavía existían con el fútbol profesional: Escocia, Yugoslavia y Brasil.
Primer partido y derrota 2-0 contra Escocia (con un cómico segundo gol) y ahí se destaparon la caja de los truenos. La derrota desagradó a Mobutu quien retrasó los pagos prometidos a los futbolistas, así que la selección de Zaire se amotinó y decidió no jugar el segundo partido ante Yugoslavia. Tres días de nervios, discusiones y amenazas que acabó "desatascando" FIFA porque no podía permitir el ridículo de una suspensión en la fase final de un Mundial. El máximo organismo internacional futbolístico pagó casi 3.000 Marcos alemanes a cada futbolista para que se jugara el partido.
Lo de "jugarse el partido" es un eufemismo. La tensión y el cansancio mental hizo que a los 20 minutos, Zaire ya fuera perdiendo por 3-0. Así que el seleccionador zaireño -precisamente un yugoslavo, Blagoje Vidinic- decidió sustituir en el descanso al guardameta titular Kazadi Muamba. Su suplente, Tubilando Ndimbi fue un auténtico desastre; resultado final, Yugoslavia 9-Zaire 0.
Mobutu se tomó aquello como un pulso por parte de los jugadores, y muy bien no le sentó. Como no iba muy sobrado de talante hizo una declaración pública en la que aseguraba que si su selección caía por más de tres goles ante Brasil, bien harían los futbolistas en no volver al estado africano que él mismo gobernaba. Su vida corría peligro.
Ante los vigentes campeones del mundo, Jairzinho hizo el 1-0 al minuto 12; se mascaba la tragedia...
Sin embargo los zaireños resistieron hasta un "honroso" 3-0. Diríamos que aguantaron de manera sorpresiva si no fuera por los intensos rumores de una reunión en el descanso entre jugadores de uno y otro equipo. Así que el 3-0 les servía a los brasileños y a los zaireños para eludir las iras de Mobutu.
Pero en el minuto 77 (y aún con 2-0 en el luminoso) el colegiado rumano Rainea pitó una falta peligrosa al borde del área zaireña. Pese a la claridad de la acción el equipo africano protestó insistentemente la señalización temerosos de encajar un tercer gol con casi un cuarto de hora por delante. Y entonces se produjo la acción más surrealista de la historia de la Copa del Mundo. Cuando Rainea pitó para que Brasil ejecutara el tiro libre, Mwepu Ilunga (demostrando no saberse ni siquiera el reglamento) salió corriendo de la barrera hacia el balón y lo golpeó para despejarlo ante el estupor generalizado y el rostro de incredulidad de los brasileños. Fue amonestado con tarjeta amarilla, pero quién sabe si los segundos que le arrebató al reloj acabaron siendo decisivos para impedir un cuarto gol brasileño que hubiera dado paso a Dios sabe qué reacción del dictador Mobutu.
Por cierto, Ilunga jamás debió jugar aquel encuentro. En el Yugoslavia 9-Zaire 0 agredió al colegiado, pero el trencilla se confundió y acabó expulsando a Ndaye Mulamba. Visto como se pusieron las cosas, igual hubiera preferido que esa roja hubiera ido hacia el destinatario correcto.