Ser jugador del Valencia es fácil. Tan solo hay que vaciarse en cada partido, sean cuales sean las limitaciones de inteligencia, técnica o táctica. Aquí se ha silbado a Belodedici, el defensa con más clase después de Don Ricardo Arias, por pecho frío y por no tener paciencia. Y se ha aplaudido a Caneira, Dealbert o Ricardo Costa, con cinta de capitán incluída, que finos estilistas no es que eran...
VALENCIA. Vivimos tanto tiempo bailando con la anormalidad meritonista que un tipo normal como Voro nos dispara todas las alarmas y dudas. Una sensatez personificada, con las dosis justas de palo y zanahoria para una plantilla foco de atención y principal culpable público del desastre de temporada que está a seis fechas de expirar. Bueno, rebobinemos. Principal culpable, no. Parte más expuesta, sí. Cada quince días, para ser más exactos. Imaginen a Lay, Kim y Anil saltando a Mestalla antes de comenzar cada partido como hizo Marchena el pasado Domingo de Pascua. Seguro que no recibirían aplausos como el sevillano. Aunque del homenaje al Kaiser hablaremos luego.
Por eso, ver a Voro lidiar con temple a los vagos, trasnochadores, fumadores de cachimba e indisciplinados futbolistas que, a la opinión pública, parece que son los integrantes del vestuario, nos huele a cuerno quemado en eso de que hacer con el futuro inquilino del banquillo. No digo que sean todos así. Las generalizaciones son siempre injustas. Pero la opinión del valencianista con respecto a la actitud de su plantilla y los adjetivos para catalogarla no diferirán mucho de los arriba enunciados. La plantilla, acostumbrada a la nula exigencia por parte de la entidad y a la autogestión como supervivencia por aquello de los meritorios del banquillo por obra y gracia del dueño Lim, es como aquel Pedro de la fábula del lobo. Nos han engañado tanto que ahora que parece que vayan de verdad, con cuatro partidos seguidos sin palmar y con los números de Voro de notable casi alto, no nos los acabamos de creer.
Porque la duda asalta. ¿Están apretando porque ahora se sienten valorados y respetados por un entrenador que habla su mismo idioma? ¿Es este el nivel de la plantilla o el que hemos padecido toda la temporada? ¿Han olido que Mateo Alemany no viene a ser florero ni a comer arroz a Casa Navarro y saben que les va a apretar deportivamente, aunque no sea su parcela directa? ¿Alexanco, campeón de Europa y Vicente, leyenda valencianista, les han leído la cartilla al sentirse con poderes una vez ratificados en sus puestos y desaparecida la interinidad y han visto que no paran de salir nombres para el curso que viene que les pueden quitar la cómoda sillita en la que están? ¿Se cargaron a Prandelli por exceso del italiano al pensar que podía hacer limpia cuando Meriton reculó económicamente en la ventana de fichajes de enero? Todas estas dudas son las que asaltan al aficionado, verdadero sufridor de la ausencia de raciocinio por los dirigentes del club. Incluso se empapa de esos virajes de timón, aplaudiendo a Cancelo y a Parejo, cuando han sido los que más música de viento han sufrido. Injusta, como casi siempre. A destiempo, sin duda alguna. Pero ya saben lo del desahogo de la grada ante la pasividad y la ausencia de sudor.
Ser jugador del Valencia es fácil. Tan solo hay que vaciarse en cada partido, sean cuales sean las limitaciones de inteligencia, técnica o táctica. Aquí se ha silbado a Belodedici, el defensa con más clase después de Don Ricardo Arias, por pecho frío y por no tener paciencia. Y se ha aplaudido a Caneira, Dealbert o Ricardo Costa, con cinta de capitán incluída, que finos estilistas no es que eran. Pero no engañaban a nadie. No serían un diez, ni un nueve, ni tan siquiera un ocho. Pero casi siempre eran de seis. Y Marchena, el tercero en el podio, un jugador de ocho.
Marchena. Retomemos. Quizá sea percepción mía, pero el homenaje me dejó como a Peret las mujeres en aquella película. Ni fu ni fa. Más bien me dejó mal cuerpo. Servidor notó ausencia de calor por parte de la plantilla. Y no me valen las excusas de la concentración previa al partido ni gaitas. Jugándose la honrilla, es una muestra más del desconocimiento más absoluto de la historia de este club. Y vuelvo a generalizar y vuelvo a ser injusto. Pero la cuestión es que, si no lo saben, en el club hay gente que debe recordarles quien era Marchena y que significó para el Valencia. No sé, Manolo Más, Damià Vidagany o Juan Cruz Sol por poner ejemplos de directivos o ejecutivos deberían haber marcado el timing para que el Kaiser de Las Cabezas se sintiese arropado, con un pasillo a su salida, por ejemplo. O realizando el saque de honor. Y la inscripción en su camiseta de recuerdo, con la fecha equivocada, error morrocotudo. Si nosotros perdonamos los tempos de Meriton por la cultura oriental y por respeto a ella, no pueden pasarse por el forro la nuestra. Que somos pobres, pero tenemos nuestro orgullo. Y esos detalles son los que hacen que la desafección por los dirigentes sume un granito más. De arroz. Blanco. Por aquello del respeto oriental.