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peleando a la contra / OPINIÓN

¿Matarán el fútbol los partidos a puerta cerrada?

Foto: El muro amarillo. Foto © Borussia Dortmund
21/04/2020 - 

VALÈNCIA. Algunas cosas jamás volverán a ser como antes. Tal vez cambiarán más de las que ahora creemos. Incluso algunas que creíamos inamovibles, serán muy distintas cuando se marche el Covid-19 (o al menos se haga a un lado). Los optimistas confían en que el nuevo mundo que dejará esta crisis va a ser mejor, gracias a las lecciones que estamos aprendiendo, a toda velocidad, con toda la crueldad. Mientras está usted leyendo esta columna hay miles de profesionales en todo el mundo redactando ciencia ficción de la buena; creando, sobre el fundamento de datos fiables, informes sobre los escenarios del futuro. Porque algo que seguro no cambiará es la importancia del dinero y del poder. Y ahora mismo pronosticar y acertar cómo será el mundo post-coronavirus vale una fortuna. Esa información es un privilegio para reinventarse y posicionarse.

Y el planeta fútbol no será ajeno a todo ello. La enorme burbuja en que se había convertido el balompié de élite parecía indestructible. Y sin embargo era más bien insostenible. La ha pinchado el coronavirus (como podía haber tenido cualquier otro detonante), mucho antes de lo previsto. Y lo primero en lo que coinciden todos los grandes dirigentes del fútbol europeo es en que habrá una desinflación, una racionalización de fichas y contratos. Aún no alcanzamos a vislumbrar qué mecanismo sustituirá al mundo de lobos que fue el mercado, pero tendrá que ser el instrumento que permita al fútbol sobrevivir como un espectáculo gremial, como un sindicato solidario de clubes y futbolistas que construya una competición viable y sostenible. Se impondrá otro modelo de negocio, sin duda.

¿Fútbol con gradas vacías?

¿Pesimismo o realismo? En un mundo sostenido con alfileres y con un rastro de miles de víctimas,   cuesta imaginar estadios llenos dentro de unos meses, sin pensar en un festín para el virus. Una de las máximas autoridades mundiales en "el tema", el londinense David Nabarro (nada que ver con el central del puerto de Sagunto), ya ha advertido, como otros colegas, que seguramente habrá que acostumbrarse a convivir con el Covid-19 y con otros virus que llegarán, y que no podemos fiar nuestro futuro a la obtención de una vacuna, por una razón muy sencilla: no siempre se encuentra y no siempre es tan efectiva como se espera. La otra solución (mayorías sociales inmunes) también es una quimera: no sabemos con certeza que duración tendrá la inmunidad ni la capacidad de mutación del bicho.

Esto representa, aplicado al fútbol que, en el mejor de los casos, lo que queda de temporada y la siguiente serán por televisión o no serán. Y serán, claro. Es el mal menor y además un año y medio sin fútbol (ni ingresos, sobre todo audiovisuales) es insostenible: representará la quiebra de todos los clubes, incapaces de hacer frente a sus compromisos contractuales. En la mayoría del resto de deportes no será muy diferente.

¿Y las Olimpiadas o la Eurocopa, incluso en el segundo semestre de 2021? Veremos. Tal vez habrá soluciones que hoy aún no contemplamos: ¿diseño de distanciamento en los estadios, acceso sólo para inmunes…? La salud de miles de deportistas (como para los del fútbol a puerta cerrada) parece más sencillo de garantizar, con controles virales y sanitarios permanentes.

¿Otro fútbol sin nervio?

Hace unos días Rainer Bonhof confesaba a Diego Torres en una entrevista para El País que el fútbol a puerta cerrada "es una basura". Para el campeón del mundo con Alemania en 1974, de la Recopa de1980 con el Valencia y en la actualidad vicepresidente del Borussia Mönchengladbach sin aficionados se perderá el clima dentro del campo y también "esa vibración que se producía en la ciudad en los días de partido". Aunque parezca una frivolidad en los duros tiempos que corren, muchos se preguntan cómo será el fútbol sin público. Más allá de las sensaciones para hinchadas y futbolistas, tal vez sea el momento de calibrar la influencia real que la presión de las aficiones ejerce en el rendimiento de sus equipos. Eso sobre lo que tanto se ha especulado siempre.

Cuesta imaginar partidos de primer nivel sin run-rún cuando el equipo no lo da todo, sin ovación cerrada que premie un gran esfuerzo, sin aliento que permita acometer el último esprint, sin aplausos para consolar un error puntual. Nadie desde la grada premiará la generosidad de un partido intenso. Los escalones de hormigón no se vendrán abajo con un gol, ni el ariete que está a punto de anotarlo sentirá la alegría enloquecida cuando lo celebre con su público, esos miles de tipos que saltarían al campo, justo en ese momento, para comérselo. Si el fútbol a puerta cerrada se perpetúa durante un largo periodo, como parece que sucederá, todos estos factores y muchos más conquistarán los estadios vacíos, los llenarán de escepticismo y languidez, y el balompié profiláctico que veremos por la televisión irá alejándose partido a partido dea quello que conocimos, de aquello con lo que vibrábamos.

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