VALÈNCIA. Meritocracia no es lo mismo que Meritoncracia: ya lo sabemos. La meritocracia es lo que intenta llevar adelante Celades, poniendo sobre la mesa aquello de quien no rinde no juega y, en consecuencia, quien se lo gana, acaba jugando. Esto era algo que a Marcelino le incomodaba, porque sus vínculos afectivos con algunas piezas del tablero le imposibilitaba que moviera ficha en ocasiones. Pero aquello, queramos o no, ya pasó. Ahora estamos ante un nuevo escenario, diseñado desde Meriton y la pregunta es ¿qué meritos hay que hacer ahora para que las personas que están al frente del proyecto deportivo y económico, sigan adelante y le vuelvan a dar estabilidad? Es más ¿qué méritos juzga Meriton?
El equipo está tratando de darle continuidad a su baile emocional y siempre es mejor acumular victorias aunque tu juego sea irregular, que hacerlo con la ansiedad de las derrotas. Ahora hace falta convencer a este equipo de que existe un plan fiable y estable, pero eso es más difícil de conseguir, porque ya casi nadie lo cree. La plantilla está unida (se les ve muy claramente) y eso les hace fuertes en todo, incluso en la animadversión que sienten con ciertas figuras claves dentro del club. Y es muy loable que hayan sido ellos quienes realmente hayan querido darle más estabilidad a todo lo que envuelve al Valencia CF, a base de tesón, aunque las primeras partes suelen ser algo peores siempre.
Ni me ilusiona lo que veo ni me desilusiona: no hay que volverse ahora locos ni en un sentido ni en otro, porque estamos lejos de equilibrar las cosas. De momento, lo que tenemos es que el equipo ha encadenado tres victorias consecutivas, importantísimas, pero eso es mérito de la plantilla y de su cuerpo técnico, porque hay que dar al César lo que es del César. No puede, el club, sacar pecho de nada, porque aquellos aspectos que afectan a los despachos aún están pendientes de un alambre: la dirección deportiva, el estadio nuevo, el viejo, etc. Por ejemplo, si Jorge López está al frente de la parcela deportiva, dale confianza, seguridad, herramientas, que seguro que así su trabajo será mucho más eficiente y si hace los méritos correspondientes (digo aquellos que corresponden a sus competencias, no con respecto a la propiedad, que a lo mejor son otros), déjale que siga construyendo un proyecto, con una dirección y con unos objetivos.
Lo malo es que a veces el club se embarca en inútiles batallas que le hace perder el norte de lo que realmente debe conseguir como institución y cómo hacerlo, porque solo se desgasta: por ejemplo, si la guerra del club es contra los periodistas, estamos apañados, porque los medios de comunicación no están ahí para alabar los méritos de nadie, sino para contar lo que realmente está pasando y cuando haces más cosas bien que mal, lo dicen; y cuando es al revés, también. El cómo lo dicen ya depende de tus estrategias de comunicación, que andan un poco desorientadas, creo yo.
Mientras todo esto está ocurriendo y la propiedad está equivocando el enemigo, la plantilla sigue creciendo y haciendo alianzas con la afición: jugadores y seguidores no están de luna de miel todavía, pero suman esfuerzos siempre que la honestidad de los primeros redunde en la aceptación de los segundos. Esto es: mientras el equipo lo dé todo, la afición estará ahí, porque aquí, si hay algo que nos irrita sobremanera, es la indolencia. Da lo mismo la calidad que tengas: los “pecho-fríos” nunca han sido bien recibidos en Mestalla. Parejo, en este caso, podría escribir un libro de cómo transformarse de un jugador odiado a ser, prácticamente, el faro espiritual en esta plantilla.
Con esa idea, con esos méritos acumulados, hoy sí creo en Ferrán, que ha comenzado a dar los pasos adelante que le reclamábamos; también creo en otros jugadores como Gabriel Paulista, al que le he dado por todos los lados y que ahora solo hace que callarme con un rendimiento muy superior en sus prestaciones. Y que siga haciéndolo, porque el único beneficiado es el Valencia CF. También creo en otros futbolistas que han querido vivir al Valencia más que vivir en Valencia, porque hace solecito: Manu Vallejo, Wass y Jaume Costa (incluso al malogrado Rubén Sobrino). Todos juntos están haciendo que las bajas no sean tan trascendentes, y ahora el problema será de aquellos que no tengan el ritmo necesario para competir de inmediato: deberán esperar la oportunidad y aprovecharla cuando les llegue, porque eso es la meritocracia. En cambio, si nos dejamos llevar solo por los nombres sin atender a sus prestaciones, entonces estaremos cayendo en la meritoncracia, y eso ya nos gusta menos porque aporta pocas cosas. El día que enterremos todos estos demonios seremos un club de referencia; mientras tanto, estaremos con nuestras sombras y luces, esperando que la plantilla saque las castañas del fuego, dentro y fuera del campo, porque a falta de méritos propios, buenos son los ajenos.