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Mientras debatíamos del sexo de Parejo

23/07/2020 - 

VALÈNCIA. Mientras debatíamos del sexo de Parejo, o del piscinazo de Ferran Torres (puff), de la travesía in love de Guedes, la realidad pasaba justo al lado. 

La búsqueda de un sentido histórico para Parejo define la propia composición de su personaje. La propia trifulca, de bajo rango, reconoce su influencia masiva en la última década. Nadie como él explica el Valencia de 2011 a 2020. Para bien, también para mal. La querencia por sobrevivir a pesar de todo, la sensación de estar pendiendo de un hilo, consiguiendo no caer. No es que el equipo dependiera de él, es que terminó dependiendo el club entero. Una anomalía de la que él no es el culpable, más bien una víctima intermitente que ofreció lo mejor de sí mismo cuando la confianza le soplaba a favor pero que remitió cuando los suyos dudaron. Parejo ha sido, definitivamente, la brújula en el bolsillo de la entidad. Ha marcado el norte cuando el Valencia se dirigía a alguna parte. 

Y mientras debatíamos, digo, del sexo de Parejo (¡de qué vamos a hablar, si no!), sucedió el resto. Los ejemplos que, a nuestro alrededor, nos escupen a la cara para decirnos: ya no os basta. Ya no basta con ser una gran ciudad, ya no basta con ser un club con una historia sólida, ya no basta con acumular un buen puñado de leyendas, ya no basta una masa social afianzada, ya no basta con tener un gran estadio, tampoco siquiera con tener dos grandes estadios. Ya no basta. 

No paran de abrirse boquetes donde antes había una verde pradera. Lo último, lo del Deportivo. Lo del Espanyol. Volveremos a decir: no compares, quién son ellos, nosotros somos más. Y habrá razón. Pero, entre que pestañeamos, seguirán cayendo. 

Acudo a un reportaje de 2018 que en el periódico Levante-EMV escribió José Luis García Nieves para su suplemento económico de los domingos, bajo la tesis, entre factual y profética, de que la realidad era bien dura para aquellos equipos históricos, bien dimensionados, pero mal gestionados. La demostración de que va cada vez más equipos de pueblos, equipos sin pedigrí, recién llegados, instituciones magras, iban sustituyendo a los que siempre estuvieron allí. Esa sustitución, una especie de darwinismo donde la habilidad y la astucia reemplaza al tamaño y el peso, estaba dejando en la cuneta a equipos que jamás pensaron que se verían amenazados por los donnadies de la aldea.

García Nieves, apoyado por voces como el doctor en Economía Álex Aranzábal, autor de El modelo Eibar: otro fútbol es posible, planteaba como la modificación distributiva de los derechos de la TV había permitido igualar fuerzas y permitir a los descastados afianzar sus modelos. Al igual que los contrapesos en la nueva reglamentación financiera había puesto límites a la desmesura. La gestión, por tanto, pesa mucho más que la tradición. 

Dos años después, la tendencia no ha hecho más que consolidarse. La marcha del Valencia, encadenando peligrosamente demasiados puestos en mitad de la tabla combinados con arrebatos competitivos, ya comienza a delimitar una evolución. Más bien, una involución. En vivo y en directo el club está anunciando su futuro si no profesionaliza severamente su dirección. No se trata de profetizar el drama, sino algo peor: no tener rumbo. 

Ya no basta, ya no basta.

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