VALÈNCIA. Me gusta todo lo que ha dicho Felipe Miñambres desde que ha aterrizado en Orriols. Me gusta el qué y también el cómo. Todo. Fondo y forma. Y ojo, que no me escondo: sus filias futbolísticas (las que marcan su trayectoria hasta la fecha) me parecen arriesgadas siempre y más aún para construir un modelo de club que debe aún consolidarse en la élite (recuperarla primero, ya que ahora mismo está fuera), crecer y madurar en muchos aspectos. Más allá de eso es un buen profesional que llega para liderar un proyecto deportivo a largo plazo, con una capacidad ejecutiva muy superior a la que tuvieron sus antecesores Tito y Manolo Salvador. Muchos levantinos se muestran sorprendidos por la firmeza de Miñambres en no tirar la toalla y apurar las opciones de permanencia del Llevant (“no hacerlo sería de cobardes”). La gran pregunta en el aire, sin embargo, es si pretende, en realidad, diseñar el proyecto granota 2022-23 desde ya, aunque como él mismo explica, cargado de sensatez, hay tiempo para todo. Y ahora es tiempo de disputar, uno tras otro, los 45 puntos que quedan en juego. Disputar, quiero decir, siempre que así lo entiendan y quieran hacerlo los once que salten al césped, sin ninguna excepción.
Yo también creo que el Llevant tiene plantilla y entrenador para ganar en cualquier escenario. El problema es que si de once futbolistas tres no van a tope es casi imposible conseguir una victoria y esa es la realidad actual: ante el Betis uno de cada cuatro que jugaron lo hicieron sin la intensidad necesaria, lo cual es una ofensa al escudo, al club que paga y un gesto egoísta con los compañeros que sí que se dejan la piel, con mayor o menor acierto. Si esto sucede de forma reiterada y el entrenador no pone remedio es síntoma de que se le escapa una variable esencial. Además, tampoco lo ha visto el club, que no ha sido capaz de usar el mercado de invierno para aligerar la plantilla y dejar sólo a los futbolistas comprometidos. Cualquiera que haya estado en el vestuario de un equipo de fútbol sabe que si hay cinco o seis futbolistas que se borran es imposible generar un clima de exigencia y ambición.
Mi esperanza (renovada pero no mucho) es que Miñambres sea capaz de restañar esta herida, que es una de las causas principales por las que el Llevant no despega. No me cabe la menor duda que está ya trabajando, codo con codo, junto a Alessio para rearmar psicológica y emocionalmente al equipo. Que eso se traduzca en un cambio substancial de intensidad (que es, también, la clave para dejar de dar pena defendiendo el balón parado) sería un primer paso para construir el Llevant del futuro. Si además damos la campanada en el Metropolitano sería la bomba. No para soñar con imposibles. No aún, al menos. Más bien, sencillamente, para cobrarnos al fin una alegría que tanto nos merecemos y para abordar con ilusión la visita a Balaídos.