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opinión

Muerte al derrotismo

Si hay algo más peligroso que acostumbrarse a perder es a vivir el Valencia en pasado, que es lo que llevamos haciendo doce años, juzgándolo todo en plan doblete y a todos en nivel Vicente

30/11/2016 - 

VALENCIA. Tendencias extrañas nutren el valencianismo. Una variedad enriquecedora en general, pero enormemente dispar y en ocasiones difícil de entender. Muchos concurren por la vida riéndose de Alcácer, como si aquí no nos hubieran tangado con Munir o tantos otros. Hace unas horas encontré un titular que decía que el Porto de Nuno se hundía (en plan burla) por estar segundo a siete puntos del líder y tener un pie en los octavos de la Champions. Cuando nosotros mataríamos por estar así de mal a estas alturas.

Hay quien necesita encontrar miserias en el de enfrente para poder sobrellevar las suyas propias. Y son muchas en estos tiempos las que cruzan la acequia de Mestalla.

La principal es que abrazamos la derrota como algo cotidiano, a lo que nos estamos acostumbrado de forma peligrosa. Ya hace un año exacto de la marcha del Dimoni, y desde entonces sólo se han ganado 9 partidos de liga de 38 disputados. Son los mismos números que lucían en el casillero de Rayo, Getafe y Levante en la última jornada del curso pasado.

Pero ni así se evitan letras en molde que hablen de 'una Copa a lo 2008', ignorando la ausencia de calidad y liderazgo de entonces, porque es un recurso manido regresar a tal hazaña cada vez que se va mal y llega el torneo del K.O. Lo usual entre las generaciones más vivas. Ciertamente, lo prefiero al comodín de las maduras, que llevan 30 años rememorando el 86 a cada traspiés como si les supiera mal que el Valencia no bajara a segunda todos los días. En ambos casos estamos ante un embuste.

Si hay algo más peligroso que acostumbrarse a perder es a vivir el Valencia en pasado, que es lo que llevamos haciendo doce años, juzgándolo todo en plan doblete y a todos en nivel Vicente. Tanto llevamos así que temo el futuro que nos encontremos el día que nos dignemos a volver al presente y aceptemos nuestra realidad.

Porque el presente actual requiere asimilar la verdad, y salir de ahí con lucha, colectividad, recuperando valores perdidos a golpe de humildad, reencontrándonos con la voluntad de querer ser, dejando de pensar que ya somos. No se es nada, hace mucho que no. Y por el camino de la melancolía jamás volveremos a serlo. Esa vía sólo conduce al cementerio.

La Copa debería abrazarse para romper tendencias, ganar confianzas, ayudando a Prandelli a consolidar su meritorio proceso de construcción iniciado hace un mes, todo desde un ambiente positivo. No alimentando autoengañarnos o mentiras de desenlazes apoteósicos: De una vez, empecemos a arrimar el hombro para coger impulso desde abajo. No hay otra forma. Es más sano vivir cada punto sumado como si fuera el último, porque es el camino por el que empiezan las nuevas dinastías, que llorar como plañideras lo que no supimos conservar.

No permitamos que el derrotismo lo contamine todo, valoremos las pequeñas conquistas que poco a poco se dejan ver sobre el césped, siendo conscientes de lo lejos que está hoy el Valencia de todo y de todos, de la necesidad de hacer base sobre la cual crecer desde lo más profundo. Esa será la catapulta que derrumbe los muros que nos aprisionan en la mediocridad. Pretender gobernar sobre cenizas o recuerdos tramposos es morir en vida. Resistencia y estoicismo, no queda otra.

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