Me flipa cómo algo tan rústico como una alfombra biológica se convierte en disputa, al punto de creernos todos expertos en botánica y requerir un VAR para seguir al jardinero.
VALÈNCIA. Admiro a Parejo por su capacidad para resurgir cuando todos lo enterraban, por su virtud para liderar cuando nadie presagiaba su liderazgo, y por comportarse ante los micros como ante un balón, visceral en su manera de ser, sin tapujos ante las consecuencias de perder un balón decisivo o de hablar de la hierba después de una derrota.
Parejo insistió en que la hierba no era excusa, lo repitió varias veces, pero como los mensajes no se construyen de palabras sino de intenciones, quedó como que Parejo excusó la derrota con el estado de la hierba. Quizá no era el momento.
Me flipa cómo algo tan rústico como una alfombra biológica se convierte en disputa, al punto de creernos todos expertos en botánica y requerir un VAR para seguir al jardinero. Sin embargo creo que nos equivocamos entrando en la espiral de quejas recurrentes ante palmatorias imprevistas, carne de pedreroles y manolos.
Este Valencia nuevo que ya se ha significado en el momento de ganar, siendo camaleónico, castigando el error rival, también puede distinguirse cuando pierde. Fue una muestra de madurez leer como una amplia mayoría de opiniones hacían hincapié en las carencias que tuvo el equipo más que en las guarrerías que ofrendó el Geta. Se progresa sobre la mirada de uno mismo y no sobre la tentación de echarle la culpa a lo que nos rodea.
El Valencia se pasó casi todo el partido con uno más, con lo cual escudarse en motivos periféricos como la hierba o la violencia de un rival no deja de tener regusto a despiste de los errores propios. Probablemente a todos nos apetecía encontrar a un Getafe blando y esponjoso, pero apareció uno marrullero y al límite. Los miles y miles de aficionados del Geta preferirán lo segundo por su propio bien. Queda un poco exagerado esbozar a los madrileños como el equipo más canchero de la Liga cuando no son más que un rival incómodo contra quien un Valencia con uno más debe encontrar motivos para superarles.
Este equipo nos seduce tanto que se engrandecerá más si es capaz de explicar por sí mismo las malas tardes. Sería ingenuo creer que un equipo en construcción acelerada no tiene carencias por resolver. En estas semanas los hombres de Marcelino han demostrado que su potencia principal es la capacidad de adaptación a entornos variados, circunstancias desfavorables y campos mal cultivados. Que las malas hierbas no puedan más que los buenos vientos. Estamos comenzando.