En un vestuario habitado por personajes como Diego Alves o Enzo Pérez la deflagración hubiera sido inevitable a poco que hubieran visto entrar a un entrenador “pardillo” con un inexistente bagaje como el de Celades y con la premisa marcada desde la propiedad de ‘agradar al amo’ como objetivo imprescindible. Seguramente en el Camp Nou y después de haber caído goleados ante el Barça hubiera comenzado la mascletà y el breve periplo del técnico catalán se hubiera convertido en un calvario. Afortunadamente Mateu y Marcelino se ocuparon, tiempo antes, de higienizar el vestuario para que nadie se creyera más importante que el grupo y que nadie, allí dentro, cayera en la tentación de remar en sentido contrario y posiblemente Celades, gracias a ello, haya tenido la oportunidad de ponerse al frente del grupo más ‘sano’ que ha tenido el Valencia en los últimos tiempos. Tan es así que los jugadores, pese a constatar desde el primer momento la incapacidad de su nuevo entrenador, lo acogieron en su seno y lo protegieron -recuerden el gesto de Rodrigo- hasta que el técnico traicionó su confianza y vieron que no era ni quería ser uno de los suyos. Sin embargo desde el ‘Planeta Meriton’, con la torpe intención de salir indemnes del fracaso, pretenden hacer creer al valencianismo que el vestuario es un avispero y que será necesario hacer una limpieza profunda apuntando a los futbolistas como únicos culpables del desastre. Bautizan al ‘clan de los franceses’ como si de un grupúsculo subversivo se tratase cuando el supuesto clan -con mayor o menor acierto- no ha hecho sino remar a favor del equipo mientras fue posible y ponen en el centro de la diana a Dani Parejo como si fuese un ‘Tino Costa’ de la vida cuando el de Coslada, si ha pecado de algo en algún momento, ha sido de blando ante las reiteradas tropelías que se venían sucediendo desde las moquetas. Lo que sucede es que su credibilidad cotiza a la baja y ya son poco los que les compran la mercancía caducada. La temporada ha sido un fracaso porque fue literalmente dinamitada desde la moqueta y eso no hay cortina de humo que lo pueda tapar. La ‘operación limpieza’ que se vende en cafés informativos tiene más que ver con la obsesión por erradicar cualquier vestigio de ‘marcelinismo’ y, de paso, tratar de construir un vestuario más permeable a sus veleidades. Vamos... un vestuario que reciba disciplinadamente la visita del Presidente sin la permanente tentación de cantarle las cuarenta.
Evidentemente habrá que hacer cambios en la plantilla por múltiples razones pero estas no pasan por una urgencia higiénica por mucho que nos quieran hacer creer lo contrario sino por otras mucho como por ejemplo el hecho de tener que reducir drásticamente el gasto en la plantilla como consecuencia de haber hecho saltar por los aires un plan que funcionaba. Lo más aterrador es pesar que todos esos cambios, incluida la contratación de un entrenador, los tienen que hacer los propios ‘dinamiteros’, que han demostrado sobradamente lo que son capaces de hacer y, sobre todo, lo que son capaces de destruir.
En un contexto de mercado como el de este verano la reconstrucción de la plantilla supondría un sudoku de difícil solución para cualquier director deportivo avezado. Resulta inquietante pensar que pueda ser el propio presidente quien pretenda hacerle frente aunque... con marcar el prefijo de Oporto lo tendrá solucionado: quedo bien con el jefe y con el amigo del jefe. Otra cosa es que dicha solución sea buena para el Valencia CF aunque eso, ni a ellos como accionistas de referencia ni a los que se agrupan en la Asociación del Pequeño Accionista, parece preocuparles lo más mínimo.