VALÈNCIA. En los resúmenes de la temporada gastaría pocos segundos con imágenes de la cuarta victoria fuera del Ciutat en casa de un Eibar que huele a Segunda División. Simplemente incluiría el golazo de De Frutos tras una asistencia de Clerc y le daría más velocidad de lo normal para hacer hueco a otros momentazos del curso. Ellos fueron los protagonistas de un triunfo que no pasará a la historia, pero que vale igual que los otros ocho que brillan en el casillero. Dos futbolistas que tendrán hueco en mi Top 3 del Levante 2020/21 cuando se eche el cierre y seguro que en el de un montón de granotas más. Fue uno de los encuentros más soporíferos que recuerdo, pero en el que se vio una de las versiones en colectivo más pragmáticas, con más seguridad sin balón, también con imprecisiones, efectivo en un momento psicológico y posteriormente sobrio para anestesiar el cara a cara con la entrada de Doukouré junto a un Malsa que debe espabilar, ahora además que se queda sin competencia por las lesiones de Vukcevic y Radoja. También ayudó que delante estuviera un rival diezmado, en descomposición, que no gana desde el 3 de enero y que era una de las minas temporada tras temporada que por fin se pudo desactivar en la decimoséptima visita. La tropa de Mendilibar transmite malas sensaciones.
Aunque no tuviera el mismo empaque que otras primeras veces como las de Valdebebas o el Wanda Metropolitano, hay un valor añadido en el 0-1 en territorio armero ya que significó el paso definitivo hacia una permanencia que nadie cuestionaba, que hay que aplaudir y felicitar, y acentuó esa sensación de que la energía está en reserva para afrontar los dos meses que quedan de competición. Con poquitos puntos más que los 38 actuales será suficiente para que la salvación sea matemática. Suena a políticamente correcto (por ser suave) seguir insistiendo en el mismo mensaje, con 12 por encima del tercero por la cola que ahora es el Elche y entre los diez mejores de LaLiga. Hace muchas semanas que no tiene sentido este discurso por mucho que sea el principio fundamental de la hoja de ruta y esté grabado a fuego, sobre todo por la propia respuesta del equipo.
Dejando a un lado filias y fobias, tiene un meritazo tremendo que el Levante haya hecho la faena con ocho encuentros todavía por disputarse: cuatro en casa (Villarreal, Sevilla, Barcelona y Cádiz) y cuatro fuera (Elche, Celta, Alavés y Getafe). No hay que olvidar que este equipo era colista en noviembre cuando encadenó otras ocho jornadas sin conocer la victoria y que ha tenido que ir recomponiéndose cada vez que los problemas físicos se han ido acumulando, sobre todo en el eje de la medular. El caso más evidente es el de Campaña, fuera de combate desde el 27 de noviembre en Pucela, donde además marcó el 1-1 final. Aquel Levante era penúltimo, con nueve puntos y un triunfo en Pamplona. De los 27 jugadores empleados por Paco López, solamente Morales (el único con minutos en las 30 reválidas), Clerc, Son y Dani Gómez han sido convocados en todos los partidos.
Ahora la clave es que el conformismo no marque la pauta. El riesgo a caer en la relajación existe, pero bendita sensación con el objetivo número uno finiquitado. Lo que queda es para subir nota y hay que ambicionar. El fútbol no tiene memoria y un final de curso con más sombras que luces emborronaría la valoración definitiva. Por supuesto que no sería justo, pero la pelotita es caprichosa y no se vive del pasado. "Desde darlo todo, tratamos de disfrutar. Con la salvación casi en el bolsillo, tenemos muchos objetivos que cumplir y hay que demostrarlo cada partido. Dar el máximo y a ver hasta dónde llegamos, siempre viendo la dificultad que es ganar un partido en Primera. Hay que disfrutar de la victoria y a pensar en el Villarreal", afirmó Paco López tras el triunfo en un territorio maldito hasta ahora. De Ipurua es igual de incuestionable el esfuerzo, sin que apenas Aitor Fernández tuviera que salir en la foto, como la poca fluidez con balón. Una cosa por la otra. Se ganó y mola. Fue la cuarta portería a cero de la temporada y la vigésima en Liga en los 117 partidos que lleva Paco López al frente en la máxima categoría.
Lo de la gestión de esfuerzos y esa percepción de que las energías van justitas se repite prácticamente en todos los equipos. Raro es ver a un vestuario en línea ascendente, en plenitud y con sus futbolistas clave en flecha verde. Ni en el trío que está luchando por el título. El calendario no da tregua, se acelera hasta el epílogo y los próximos cuatro partidos (la mitad del trayecto pendiente hasta llegar a la meta) estarán repartidos en solamente 13 días, desde el próximo domingo en Orriols con la reedición de los mágicos cuartos de final de Copa del Rey con el gol del Pistolero Roger en la bocina de la segunda parte de la prórroga… hasta el viernes 30 en Balaídos. Será el enésimo ejercicio de resistencia y de encaje de bolillos para intentar llegar a lo máximo posible con las mínimas fugas.
Cada uno de los ocho partidos serán pruebas de nivel para reivindicarse y silenciar a los que creen que lo que queda va a ser un peregrinaje con más cabreos que satisfacciones. Un escaparate con los deberes hechos y eso es una maravilla. Sin la obligación de los puntos, pero igualmente con alicientes por los que merece la pena luchar y que obligarán a realizar un sobreesfuerzo: derribar la barrera de los 50 por segunda ocasión en la historia (hay que sumar la mitad de los que aún hay en disputa) y así superar los 49 del último curso (los 55 de la temporada del acceso a Europa con Juan Ignacio Martínez quedan lejos y no creo que haya combustible suficiente) y, sobre todo, brindarle a la afición el regalazo que supondría acabar por primera vez por delante del Valencia en la clasificación. Ahora son cuatro puntos de distancia con el vecino (38 por 34). Paco es el responsable de convencer al vestuario (si es que hay alguno desenchufado y con la mente en otras historias) de que todavía hay obstáculos que superar sin caerse. La liberación de haber cumplido el primer mandamiento debe ser el impulso para adornar la temporada.
Y en esta recta final me encantaría que Morales volviera a disfrutar. En él se evidencia más que en el resto, sobre todo por su incuestionable relevancia, la exigencia y el desgaste de un calendario diabólico. Es un atropello dudar del Comandante. Siempre en mi equipo. Eso no es óbice para reconocer que ahora no está fino como otros compañeros que rozan el límite de sus posibilidades físicas. Tengo ganas de que reaparezca Campaña, que Melero vuelva a ser ese llegador por definición que desapareció del foco tras lesionarse en la ida de las semifinales de Copa, que Malsa haya hecho examen de conciencia después de ver como Paco optara antes por retrasar a Rochina o Bardhi al doble pivote que incluirlo de partida y no sé cómo será y me genera mucha curiosidad la gestión de la portería en la que sin duda el Levante tiene una de las mejores parejas de LaLiga. Está claro que en lo deportivo hay todavía mucho que rascar. Hay que dar el último acelerón.