VALÈNCIA. Unas cuantas opiniones coincidentes señalan que el problema del Valencia con los Lim es de que se toma al club como una empresa. Que ya le vale. Qué grave que entienda al VCF como solo una mercantil, eh. ¿Qué será lo próximo?, ¿que confunda al Valencia con una sociedad anónima? El último en abonar la teoría fue Amedeo Carboni hace unos días. Titulares que asocian la visión empresarial de Lim como el mal. Se ve que Lim no entiende el calado sentimentaloide de una entidad que enardece lo más profundo desde Sueca a Orihuela, desde Ademuz a Morella. Que ay si Lim dejara de vernos como una empresa...
Vamos por partes. Que Lim tiene por el club un apego emocional inversamente proporcional al que tiene Murthy por la cultura del almuerzo, es un hecho, está ahí. Pero ese está lejos de ser el problema de este empastre. Incluso cuando Lim, en remoto, no daba señales de vida como propietario, mientras el club aparentaba construir un proyecto (pequeños fogonazos en el olvido…), el sentimiento era parecido.
No, no es este un problema de piel, sino de fondo y tuétano.
El argumento de que Lim se toma esto como una empresa sería certero si el Valencia todavía jugara en Algirós y se dispusiera a ir tirando, a ver cómo le va la vida. Pero justo ahora si algo necesita la entidad es ser concebida como una empresa. Como un proyecto de buena empresa. Más allá de los transatlánticos, los clubes que rinden por encima de sus posibilidades están demostrando que se gestionan con rigor y con un plan al que le dedican una calma razonable. Un plan… empresarial.
No caigamos en la tentación de romantizar el club para abordar sus problemas desde una visión demasiado cargada de emoción. Que el desapego en crecimiento de Lim con su propiedad no esconda todo lo demás: el Valencia, si algo no ha podido ser durante estos años, es una empresa estable y con criterio. Tomada como una herramienta subsidiaria, la pérdida de su propia soberanía ha sido el principio de todos los males. ¿Que Lim trata al Valencia como una empresa? ¡Qué demonios! ¡Como lo trata es como un cortijo!
Tampoco necesitamos vendepatrias ni elementos que amen tanto al Valencia que estén dispuestos a volverse majaras por el escudo (ya hemos coleccionado varios de ellos). Tal y como luce el VCF, requiere ser tomado en serio como un negocio que, con sus propios códigos y particularidades, puede resultar viable por sí mismo.
Necesitamos rigor, rigor y rigor. Empresa, empresa y empresa. Y, después, si eso, un poquito de amor.