VALÈNCIA. El New York Times tiene una cuenta de Twitter (@NYT_first_said) en la que refleja las palabras que por primera vez salen impresas en su periódico. Esta semana daban cuenta de algunas como las siguientes: hidkonit / cyberproducts / spessartites / pancorona / birrieros / weizzas / disinfomercial.
Casi como una palabra nueva, se coló el reportaje que el medio (¡qué sabe un periódico de Nueva York de fútbol!) le dedicó a la simbiosis tóxica entre Lim y el valenciano. Con un titular brillante. Porque nada como la lejanía para enfocar bien. ¡El conflicto se internacionaliza!, celebraron pronto los enemigos del régimen. Como haber pasado de Radio Pirenaica a la BBC. ¿Pero en qué lugar deja esto al Valencia?, se preguntaron, con un leve gesto de ‘mimimi’, los más inquietos por la reputacionalidad del VCF.
El reportaje sirvió de disparo preciso a la línea de flotación de Lim precisamente porque ese campo de actuación -media internacionales- es el único donde la frecuencia de sus altavoces emiten. Su entorno pudo leer que el Rey va desnudo por mucho que redoble el empeño en poner la carga de la prueba sobre la intolerancia y la bipolaridad del valencianismo.
Asumiendo el riesgo de embadurnarme de provincianismo, intuyo que el misil del New York Times supone un hito porque banaliza al tipo de empresarios que, con una mezcla de pasión furtiva y oportunismo de casino, especulan y degradan desde el capricho a clubes históricos, congelándolos, ajenos a las relaciones con la comunidad local. El Times hace lo que el entorno más cercano no puede: categorizar los problemas del Valencia. Elevar, más allá de los nombres y apellidos, el verdugo que somete al VCF. Señalar el grave riesgo que existe para los clubes enraizados a una comunidad que la gestión sea remota, tanto kilométrica como emocionalmente.
Por tanto, no. No solo no es una noticia perjudicial para el Valencia, sino que es un excelente aporte para la institución en sí misma. Dibuja la fortaleza de una entidad socialmente tupida. La existencia de un club más allá del club. Una realidad social por encima de una propiedad inflexible. La capacidad, normalizada pero extraordinaria, de reconocer masivamente una grave equivocación colectiva: haber dado la confianza al hombre equivocado.
Lo del New York Times es una acta notarial: si la intención era la de apagar por inanición al valencianismo, el valencianismo se ha hecho una foto con el periódico del día para demostrar que sigue erguido y con ganas de ofrecer resistencia. Todavía quedan muchas primeras palabras que decir.