VALÈNCIA. La popular frase en esta ocasión no es de consuelo, es de esperanza. Tal vez lo más positivo de lo ocurrido anoche en el mítico Wembley, sea la generalizada percepción de que este equipo nacional, puede a muy corto plazo, tener un futuro cuanto menos ilusionante. Existen mimbres para ello y tan solo hay que esperar a la normal evolución de algunos chicos, con un talento descomunal, produzca su efecto, y haga el resto. El Campeonato Mundial de Qatar está a la vuelta de la esquina y es muy probable que España llegue con fundadas opciones de éxito.
Anoche ante Italia se confrontaron dos estilos antagónicos de juego, unos apostando por la posesión de la pelota y otro buscando exclusivamente la perpendicularidad y el camino más corto hacia la portería contraria, y la cosa quedó en empate. España, precisión, toque y en ocasiones hasta fantasía. Italia pragmatismo y efectividad. Dos estilos claramente diferenciados que conforman y definen la mentalidad de unos y otros y la forma de interpretar el fútbol.
Un partido, este Italia-España, lleno de emoción, calidad e interés y que al final tuvo que decidirse mediante la auténtica ruleta rusa que supone el lanzamiento de penaltis. Y en esa forma de resolución desde el punto fatídico, no gana siempre el mejor, sino quien mejor controla la tensión y los nervios, tanto lanzadores como porteros.
Una Eurocopa que deja a todos un sabor más agrio que dulce, por lo que pudo haber sido y no fué, que dice la canción. Otra vez será...