VALÈNCIA. Ya está aquí. Pablo Martínez volvió a vestirse de corto este sábado después de siete meses de dique seco. Han pasado muchas cosas desde aquella infausta tarde de marzo: un dolorisísimo no ascenso, una reestructuración brutal de plantilla, un paso adelante en el liderazgo del nuevo '10'... y un nuevo capitán. La ovación que el Ciutat le entregó a Pablo retumbó en la ciudad desde que Javi Calleja le mandó a calentar. El aplauso fue estruendoso y ya entonces, en la banda y con el peto, el centrocampista se llevó la mano al pecho en señal agradecimiento a su hinchada.
Saltó al césped con un nudo en la garganta. Y el detalle del capitán, Postigo, fue una buena prueba de cuánto esperaba la plantilla del Levante a Pablo Martínez. Por el valor deportivo y también por su actitud. Vuelve "la alegría de la huerta", el positivismo de un jugador que, tras masticar su particular luto por romperse en el mejor momento de su carrera, se subió a las muletas con la mejor sonrisa que podía dibujar. Y todo eso Postigo lo sabía. Por eso, nada más ingresar en el partido, el central cruzó el campo para entregarle a Pablo el brazalete.
Porque los galones que ha ganado el madrileño tras solo una temporada completa en el primer equipo han llegado hasta ahí. Hasta coger el '10' de Iborra y hasta ser uno de los capitanes del equipo por deseo del vestuario. Entró en el 90' y lució esa insignia en el brazo durante cinco minutos emocionantes para él. Acabó el encuentro y no pudo contener las lágrimas ante el cariño de los suyos.