Hoy es 13 de octubre
VALÈNCIA. Me fascina el debate recurrente del supuesto anti fútbol. Un debate interesante en el que poder profundizar y absolutamente pueril en boca del perdedor mal utilizado como excusa de mal pagador. El ‘panenkismo ilustrado’, como legítimo heredero y tentáculo cultureta del ‘guardiolismo exiliado’, lleva un tiempo intentando evangelizar al Planeta Fútbol con el dogma del juego asociativo y la demonización de cualquier opción que no pase por manosear el balón y cocinarlo a fuego lento hasta que salte la chispa de un desmarque en vertical que reclame el pase interior y la sublimación del fútbol gourmet. Acostumbran a mirar por encima del hombro a cualquier equipo y, sobre todo, a cualquier entrenador que no se rija por los principios de su catecismo y se apropian del verbo “proponer” para convertirlo en calificativo con el que premiar o castigar a los entrenadores y equipos que colocan bajo su sabia lupa. Son perfectamente conscientes de que existe otra manera de interpretar el fútbol pero lo denostan con cierta altivez como si se tratase de un ‘fútbol menor’ como si no pudiese existir belleza alguna y talento en el juego vertical, en el choque y en la potencia.
Es un debate interesante pero… la gran mayoría de los actores de este circo ambicionan, de manera absurda, ser considerados como preconizadores del ‘fútbol bonito’ y saltan encolerizados cuando son acusados de lo contrario. Lejos de desarticular el discurso fiscalizador de los guardianes del talento, aspiran a ser acogidos bajo su seno y reniegan, como Pedro hizo tres veces con Jesucristo, albergar ninguna otra idea futbolística de la oficialmente admitida por su credo con lo que el debate termina convirtiéndose en un juicio sumarísimo en el que no hay visiones diferentes sino acusadores y acusados. Y… como la mejor defensa es un buen ataque, qué mejor manera de dispensarme de mis carencias que acusar al rival de jugar con armas de dudable nobleza.
Con Bordalás lo hacen habitualmente y a él le indigna, cosa que no entiendo, cuando son los acusadores quienes quedan repetidamente retratados. Unai hizo un símil con el arte del baile que, seguramente, sería bastante aplaudido por parte de sus aplaudidores habituales muy interesados en desviar la atención y no reconocer que le ‘habían comido la tostada’ en Mestalla y , teniendo una plantilla magnífica, no hizo nada por ganar el partido. Igual hizo Marcelino en la noche del jueves. Tratándose de un entrenador especialmente competitivo y con el gen ganador que un servidor nunca le discutirá, no pudo, no supo o no le interesó digerir que le habían ganado la mano en su casa cuando medio Bilbao pensaba que que la eliminatoria quedaría certificada en San Mamés y el otro medio creía que , de la eliminatoria ante el Real Madrid, se iba directo a La Cartuja sin pasar por Mestalla. Leo en la rabieta de Marcelino varias vertientes. Por una parte le debe escocer bastante que le ‘sople en la oreja’ un entrenador al que no traga. Por otra… le sirve como justificación ante a afición del Athletic conduciéndola a un ‘cruzada’ contra el presunto ‘antifútbol’ -como si el club rojiblanco hubiese sido históricamente vivero de jugones y finos estilista del balón- escapando él mismo de la crítica y tapando las evidentes carencias de su equipo en la segunda parte en la que el Valencia le dio un verdadero baño.
Y por otra, para terminar, empieza a jugar el partido de vuelta desde la sala de prensa sabedor de que en Valencia se va a protestar, con razón, por un arbitraje calamitoso que perjudicó clarísimamente al equipo de Bordalás.
Total que, desde las salas de prensa, se anima a la tropa, se enciende el fervor localista y, de paso, se sacude uno las pulgas de la responsabilidad anchándole la culpa al empedrado: Más antiguo que el hilo caqui pero… el fútbol de verdad se juega en en césped, se juega con todas las armas al alcance -incluidas las que no gustan a los ‘guardianes del panenkismo’-, se juega bajo las directrices de buenos entrenadores como son Bordalás y Marcelino y se juega por enormes futbolistas como Carlos Soler o Raúl García al que me resulta enternecedor acusar a nadie de ‘no sé qué’ con un historial como el suyo que, dicho sea de paso, es el historial de un futbolista muy antipático cuando lo tienes de rival pero al que a mi me hubiera encantado verlo vestir la camiseta del Valencia en algún momento de su carrera.