VALÈNCIA. Entre la multitud de propósitos veraniegos con los que tratamos -inútilmente- de sacar conclusiones definitivas, quizá la más fantasiosa tiene que ver con tratar de adivinar para qué le da al equipo esta temporada. Hasta dónde podría llegar con estos mimbres. Adelanto: no tenemos ni idea.
Leeremos estas semanas que la misión principal de Gattuso será armar un equipo reconocible. Aunque parezca una perogrullada, unos cuantos entrenadores en la última década del Valencia parecieron querer lo contrario. Presumiblemente lo intentará a partir de una receta opuesta a la de las últimas propuestas: comenzando por arriba, haciendo que el equipo se tape más la cabeza que los pies. Teniendo en cuenta que Bordalás pretendió fortificar al equipo desde atrás, y que ni aún así logró detener la sangría defensiva, habría que estar preparado para una puerta grande o para acabar en la enfermería.
Genéticamente hemos convenido que al Valencia le va mejor cuando comienza siendo sólido en su defensa. Pero en esta huida hacia adelante, no es el Valencia quien pone las normas. Desprovisto de capacidad autónoma, el mercado decide casi siempre por encima del club. La principal obra de Gattuso tendría que ver con encajar la forma de su equipo a las cartas con las que cuenta. A estas horas parecería que dispone de mayor arsenal para la vocación ofensiva (con alas capaces de generar peligro diferencial) que no con un bloque de cemento armado capaz de cerrar los partidos. Pero lo que tenga Gattuso al comenzar la temporada pertenece a la categoría de los
enigmas.
El principal problema volverá a pasar por el desconcierto a propósito de a qué aspira el Valencia. Con la probable intuición conformista de que con hacer una campaña digna repleta de goles en las dos áreas sería suficiente. La mejor noticia es que el Valencia tuviera equipo para sobrevivir a sí mismo.