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Paremos esta broma

El Valencia tiene un verdadero problema, y es estructural. Es la falta de una línea de mando, de rostros reconocibles, de gente de fútbol. De ausencia de tipos que conozcan la industria del balón. Si el primero que debería tomarse en serio esto, no lo hace, es lógico que se acabe criando un grupo de jugadores caprichosos...

16/03/2016 - 

VALENCIA. Lo más grave de la situación del Valencia es que el personal está caminando hacia la indiferencia. Que no es otra cosa que la rendición total. Algo mucho peor que ejercer la indignación, puesto que ésta aún esconde un componente reivindicativo que sirve como resorte para revolverse ante los acontecimientos. Cuando se pierde la capacidad de enojarse se ha perdido todo.

Pero resulta algo absurdo exigirle nada a unos jugadores que no hacen otra cosa que ver espantos a su alrededor. ¿Cómo reclamar a un grupo que se implique cuando su presidenta sólo está presente en el club diez días al mes? ¿Cómo azuzarles para que lo den todo si escuchan al entrenador decir que su mente la tiene al 95% en el Valencia y el 5% restante en la selección inglesa? ¿Qué vas a exigirles si ven como Ayestarán se queda en Valencia entrenando a los que jugarán el partido de liga y Neville se va de eliminatoria los jueves por la noche? ¿Qué compromiso les vas a requerir cuando han visto como ponen a un amigo de entrenador que dos meses después necesita de alguien para que le prepare los entrenamientos porque él no sabe? ¿Cómo vas a decir nada de ellos si no dejan de sufrir en carnes esperpentos en el banquillo a cada jornada?

La situación del club es crítica, y la deportiva no es la parcela que peor está. Estamos ante una institución descabezada, dirigida con mando a distancia - nunca mejor dicho -; a la que nadie le dedica el 100% de su tiempo. Y ése es el principal problema que existe. Para toda la estructura Meriton esto no parece ser más que un trabajo a media jornada. Un renglón más en la agenda del día al que dedicar un par de horas.

No podemos centrarnos en los que se ponen pantalón corto cuando los de traje y corbata son los primeros que están faltándole el respeto al Valencia.

Tenemos a un señor ocupándose del marketing que le pone más pasión a las partidas de golf que juega con sus jubilados colegas que a la búsqueda de socios estratégicos para el club. Tenemos un discurso global que sólo ha conseguido pequeños patrocinadores regionales que tienen su fábrica en Paterna y que, o pagan muy poco, o no pagan nada. Tenemos una dirigencia que le presenta unas condiciones a Feghouli, y cuando el jugador las acepta, se las cambian porque les ha entrado el miedo, y se defienden filtrando acusaciones de todo tipo contra el futbolista. ¿Qué estaríamos diciendo del argelino si es él quien rompe sobre la marcha un acuerdo previamente aceptado?

Tenemos un CEO como Kim Koh que no abre la boca, no manda, no lidera... quien debería ser hombre fuerte del proyecto se asemeja demasiado a un teleñeco. Se sienta en un extremo de la mesa en la sala de prensa, posa una mano sobre la otra y mira al infinito sin mover un músculo hasta que alguien le dice que salude al tipo que tiene al lado y pose para la foto.

¿Qué figura existe en el Valencia capaz de bajar a Paterna, de llevarse a un aparte a quien haga falta en un aeropuerto, y apriete las tuercas necesarias? Hasta el 7-0 de Barcelona Neville no dejó a Pitarch entrar al vestuario. Qué ascendencia puede tener Suso cuando todo el mundo sabe que no corta, que ni los jugadores ni el entrenador son suyos, que ni siquiera el futuro de éstos depende de él.

El Valencia tiene un verdadero problema, y es estructural. Es la falta de una línea de mando, de rostros reconocibles, de gente de fútbol. De ausencia de tipos que conozcan la industria del balón. Si el primero que debería tomarse en serio esto, no lo hace, es lógico que se acabe criando un grupo de jugadores caprichosos tras observar en su segundo día que aquí no manda nadie, que es la anarquía, cuyo entrenador, su jefe más directo, está sólo ante los elementos.

Es vital crear un ambiente que induzca a la implicación. Ambiente que haga que la propia manada meta en el redil a los descarriados. Que les haga pensárselo dos veces antes de tomar cualquier decisión absurda porque exista un club al que temer y respetar. Sin eso, por mucho que un profesional sea responsable, si ve que todo el mundo pasa de todo, y que no hay orden, acaba por contagiarse: "¿Por qué voy yo a implicarme si aquí no se está implicando ni el que pone el dinero?"

Hay que conseguir darle la vuelta a esa frase. Hace mucho que los jugadores van a la suya, mirando por sus propios intereses. No hay una causa común por la que luchar, y así es imposible que un club funcione; máxime si está dirigido por amateurs y regido por colegueos.

Es habitual en los Forbes ese recelo por delegar en gente que no forma parte de su círculo más íntimo, pero el señor Lim deberá darse cuenta que el fútbol tiene sus propios códigos, que no siempre casa con la lógica empresarial y que no es cuestión de dinero y ya está. Podría preguntarle a Abramovic por qué fichó a Peter Keneon tras echar a la basura 280 millones en jugadores; o a Juan Roig del porqué su equipo de baloncesto cosechó sus mejores resultados de la historia en cuanto puso al frente del club a gente de básket, dejando él de elegir entrenadores y de llevar de Mercadona a La Fonteta a directores generales.

Acabemos con esta sensación de abandono. Paremos esta broma antes de que acabemos todos haciéndonos daño.

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