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OPINIÓN

Pasar de Bambi a Tyson

14/11/2018 - 

VALÈNCIA. Dos partidos, dos victorias. Había que ganar y el VCF ganó. Suficiente para templar gaitas, calmar cierta tensión y cortar de raíz la ansiedad. Marcelino tomó decisiones, agitó el árbol y le envió a más de uno un aviso a navegantes. El equipo ya no puede esperar a nadie, se llame como se llame. Bien hecho. Nunca es tarde si la dicha es buena. Se ganó, VAR mediante –bendito invento del que aún reniega algún telepredicador trasnochado-, porque la consulta desautorizó el criterio del árbitro, que no había visto un agarrón descomunal sobre Gameiro. Se pitó, se chutó, se marcó y se ganó. De Parejo y su reivindicación hablaremos, como Tip y Coll del gobierno, mañana. Hoy no toca. Entre otras cosas, porque se ganó cuando el precipicio estaba cerca. Se recuperó confianza, una pizca de agresividad y cierta precisión, pero se siguió suspendiendo el examen más importante para la vida de cualquier equipo grande, el gol. Una suerte que es la que más preocupa a Marcelino, que no es un tipo inmune a la crítica, pero al que nadie puede pedir que enseñe a definir tres mano a mano con el portero, dos de ellos más claros que una mañana de primavera. Se ganó en Getafe, sí, pero no hay nada que celebrar, porque sin gol, no habrá tierra prometida. Y verán ustedes, el asunto preocupa.

El curso pasado Rodrigo enchufaba todo, Zaza voló en la primera vuelta y Mina salía de casa, le daba un beso a su familia, cerraba la puerta y se encontraba un gol. Todos batieron sus registros. Los tres puntas. Y sin motivo aparente, este curso, la delantera valencianista es la peor de toda la Liga a estas alturas. No es un dato cualquiera, es el dato. En doce jornadas, Rodrigo ha hecho un gol, Gameiro otro, Mina ninguno (marcó en Copa y Champions) y Batshuayi, cero al cociente y baja la cifra al siguiente. Números inaceptables para un equipo grande, con pedigrí y presente europeo. Algún nostálgico saca a relucir la bandera de Simone Zaza -ni titular en el Torino, por algo será-, porque la pelotita no entra, pero la realidad es que conviene fijarse más en los que están que en los que no están. A Mina no se le puede pedir más. Si está apto, aporta pelea y gol. Cumple. A Rodrigo hay que exigirle el doble de lo que está dando, porque tiene fútbol, velocidad y condiciones. A Kevin Gameiro hay que pedirle que eleve su nivel de acierto y que pase de convertir una de cada cuatro -que era su baremo en el Atleti- a mejorar el uno de cada quince que viene registrando en Mestalla. Y a Batshuayi, que por ahora tiene más ficha que fútbol, hay que darle una ración doble de realidad: o se pone en forma y a la altura del Valencia o acabará fuera y haciendo las maletas en diciembre.

La asignatura pendiente y gran lastre de este VCF es su falta de pegada. De cara a puerta es menos dañino que el pescado blanco y pese a que la faceta goleadora es achacable a todo el colectivo y no sólo a los delanteros, en esta Liga loca e igualada, la gran diferencia la marca el acierto. El fin de año no miente: Real Madrid, Sevilla, Juve o United serán la gran etapa alpina en el camino de Marcelino. Sobrevivir pasará, en su totalidad, por ver portería. Si la delantera espabila, habrá esperanza. Pero si sigue seca, no habrá discurso, palabra o intención capaz de sustituir la ausencia de malicia. Decía el sabio y difunto Luis que en paz descanse, que el fútbol es ganar, ganar y volver a ganar. Y salvo mejor opinión, es imposible ganar si uno no tiene en su equipo delanteros capaces de lograr el gran objetivo de este juego, meter la pelota entre los tres palos. Alguno pasará este parón en el rincón de pensar. Ojalá aproveche estos días, reflexione, ponga de su parte y pase de Bambi a Tyson. Falta hace. Este equipo ya no puede esperar más tiempo a nadie. Eso sería involucionar. 

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