El plan es vender lo menos posible a un precio que cumpla las obligaciones presupuestarias y no desprenderse de los activos más importantes salvo ofertas irrechazables, para después acometer las nuevas llegadas, a un importe razonable...
VALÈNCIA. A falta de que comience el Mundial de Rusia, que volverá a tener a medio planeta delante del televisor, el aficionado tiene mono de goles. Y sin esa droga dura diaria, buena es la ración de metadona de los fichajes. Aficionados y periodistas somos, en estas fechas, auténticos yonquis de los nuevos cromos, las altas y las bajas, las ventas y las compras. La gente quiere saber qué fichajes hará su equipo (demanda) y los periodistas (oferta) jugamos a contarles todo tipo de rumores, intereses, acercamientos, presuntos traspasos y posibles pagos de cláusulas, con más o menos fundamento, sean operaciones disparatadas, factibles o imposibles. Es lo que hay. No es raro el deseo del aficionado, porque el fútbol es esperanza y el nuevo fichaje es contenedor ideal para el gran motor del hincha, la ilusión. Y sin embargo, en cuestiones relacionadas con el Valencia CF y su mercado, conviene tener los pies en la tierra. A estas alturas de la película, no viene mal recordar de dónde se viene para saber dónde se va, porque es más saludable que pasar las horas y lo que resta de verano jugando a ser el secretario técnico del VCF en el PC Fútbol, aquel extraordinario juego de ordenador que marcó una generación. En cada partida se podía comprar y vender, ofertar y traspasar, con una facilidad pasmosa. Si tenías tenacidad, podías conseguir llegar a jugadores que parecían imposibles. Y si eras un club de Champions, tenías más posibilidades de convencer a jugadores interesantes, consagrados o promesas.
En esas está, y no virtualmente, el Valencia CF. Es un equipo de Champions porque Marcelino ha convertido la casa de los líos en un proyecto estable y ahora llega el momento de trabajar en el despacho para conseguir tener mejor equipo del que ya se tiene. A favor: nadie quiere irse del VCF y muchos que antes parecían inasequibles en el mercado, ahora están locos por ir. En contra: no hay economía de guerra como el curso pasado, porque el dinero de la Champions será una bendición, pero tampoco hay tesorería para grandes dispendios y adquisiciones. Uno entiende la ansiedad del aficionado del VCF por seguir construyendo un gran equipo para regresar a la elite europea, el lugar del que ese club no debe salir jamás. Lo que ocurre es que las expectativas se están disparando y todo el monte no puede ser orégano. El plan es vender lo menos posible a un precio que cumpla las obligaciones presupuestarias y no desprenderse de los activos más importantes salvo ofertas irrechazables, para después acometer las nuevas llegadas, a un importe razonable. En propiedad Kondogbia, renovado Gayà y en plena negociación por Guedes (asunto exclusivamente gestionado por Peter Lim), el club rastrea mercado, estudia posibilidades e inicia conversaciones con jugadores y clubes. Lo que no va a hacer es formar parte del mercado persa en que se está convirtiendo el fútbol actual: primero porque no puede (no es un club-estado ni tiene el músculo financiero de Madrid o Barça, ni siquiera del Atleti, por cierto) y segundo, porque no debe (su principal factor de crecimiento está en revalorizar su plantilla actual y mejorarla con algunas piezas). Sí, Iago Aspas suena de maravilla, pero 40 millones son muchos. Demasiados y si el Celta no se aviene a negociar – parece improbable que lo haga porque su presidente saldría en globo-, se antoja inabordable. Sí, Gameiro es un recurso interesante porque tiene velocidad y gol, pero ni es la primera opción, ni vendrá por una cantidad prohibitiva. Sí, Alassane Plea es un jugadorazo que pondría Mestalla patas arriba, pero el VCF tiene como rivales a decenas de clubes con más capacidad de pagar una cantidad al contado y no a plazos, cuestión decisiva para el Niza. Sí, hay muchos futbolistas extraordinarios que están sonando en las últimas horas para el VCF, pero esto, aunque lo parezca entre el deseo de los aficionados y la insistencia periodística, no es el PC Fútbol, sino el mercado real. Uno inflacionado, duro y donde no existen las reglas. El VCF se va a mover bien, va a accionar todos sus resortes y sin perder la cabeza ni el talonario, va a tener un mejor equipo del que ya tiene. No es una promesa, ni un deseo, es una realidad. Para eso están trabajando, codo con codo, Mateu y Marcelino.
Saldrán cien nombres ahora, otros mil durante el mundial y otra centena después de la Copa del Mundo, así va a ser. Pero por más interés que pueda tener en contarles quién fichará por el Valencia CF, cómo y cuándo, la realidad discurre por otro camino bien diferente. El club está marcando los tiempos, no la prensa. Y los tiempos del club, hasta la fecha, no son los del mercado. Así que ustedes, queridos lectores, tienen dos caminos para afrontar este verano: seguir a vueltas con todos los nombres, rumores y presuntos fichajes o tener paciencia y confiar en los dos señores que le han devuelto al Valencia CF la estabilidad. PC Fútbol o realidad, esa es la cuestión. Hacer castillos en el aire o tener claro que el VCF se está moviendo en una buena dirección, a base de sentido común que, en esto del fútbol, por desgracia, es el menos común de los sentidos. El VCF va a tener mejor equipo, pero no a cualquier precio. Calma.