VALÈNCIA. “Por lo menos no hemos perdido”. Han pasado ya cinco días desde que José Luis Gayà se sincerara en los micrófonos de mi buena amiga Cristina Bea y sus palabras todavía resuenan en mi cabeza como si de un mantra se tratara. Comprobar como el capitán, cariacontecido y con la mirada perdida, se congratulaba de haber sumado un punto in extremis frente al Alavés refleja a la perfección cuál es el estado de ánimo de un vestuario que no es, ni mucho menos, tan flojo como refleja la clasificación. Ellos, como el resto de valencianistas, vieron de cerca de los fantasmas del descenso cuando semanas atrás -yo lo pensaba el primero- parecía que todo había quedado en una pesadilla. Pero cuando Guidetti, que no marcaba desde 2019, abrió el marcador en el 84, un desagradable escalofrío se apoderó de mi cuerpo. Y créanme que no me gustaría volver a sentirlo jamás.
¿Cómo es posible que esta plantilla se haya ido desvaneciendo hasta el punto de verse obligada a ‘celebrar’ un empate contra el Glorioso? Vaya por delante que no es una crítica a Gayà, sino todo lo contrario. El de Pedreguer se limitó a expresar el sentir de todos; el mío, el primero. El equipo, a día de hoy, únicamente piensa en sumar una victoria, cuando sea y como sea, para aumentar el colchón sobre la zona de descenso y no tener que mirar hacia abajo en las dos últimas jornadas de Liga. Pero cuando en un vestuario de relativo prestigio todos los jugadores están por debajo de su teórico nivel, el problema no es de los futbolistas. Pero del entrenador, ya hablaremos más adelante aunque me da que no seré capaz de ser original. Todo está dicho.
En este ambiente, ganar el domingo se antoja misión imposible. Suena duro, pero así lo pienso. El fútbol sigue siendo fútbol también durante la pandemia y cosas más complicadas se han visto, pero viendo la dinámica de blanquinegros y culés, solo un milagro nos permitiría soñar con la derrota en Mestalla de un Barcelona que hoy puede ser el nuevo líder si se impone al Granada. El mismo Barça al que históricamente le ha costado imponerse en la ciudad del Turia y que, por ejemplo, ya cayó la pasada temporada. Sin embargo, las circunstancias son tan adversas que uno está más pendiente de que, por ejemplo, el Atleti le gane al Elche y la Real Sociedad haga lo propio con el Huesca.
Precisamente, de la Real Sociedad también estuvimos pendientes hace casi dos décadas. El pasado martes se cumplieron 19 años de la histórica remontada ante el Espanyol. De aquellos dos goles de Baraja con los que el equipo de Rafa Benítez ponía patas arriba la Liga. Esa noche toda una generación creímos, de verdad, que nuestro Valencia podía ser campeón. Con un hombre menos y con 0-1 en contra, emergió la figura del 'Pipo' para hacer temblar los cimientos de Mestalla en el que para muchos, entre ellos para mí, fue el partido de nuestras vidas. Porque con aquella victoria, los che dependían de sí mismos en las últimas dos fechas para alzarse con el ansiado título como a la postre ocurriría en La Rosaleda. Y todo gracias a que aquel 27 de abril de 2002, la Real le endosaba un 3-0 al Real Madrid de los galácticos. El coliseo de la avenida de Suecia celebró los goles txuri-urdines casi tanto como los del doblete del vallisoletano. El domingo, por otros motivos, también miraremos de reojo a la Real...y desde casa celebraremos sus goles. Es triste.