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Pereira en el club sin rumbo

10/10/2021 - 

VALÈNCIA. En 112 años de historia el Llevant jamás tuvo el mismo entrenador en cinco temporadas consecutivas. La confianza de Quico Catalán en Paco López señaló el club que podíamos haber sido, incardinados en la mejor época de esta larga centuria, consolidados en Primera y alejados de los fantasmas de antaño. El ruido de sables que ha envuelto al presidente y le ha hecho ceder para firmar el finiquito de López nos devuelve al modelo de entidad que fuimos y que ya sabemos cómo acaba. Hay trenes que no pasan dos veces y una sociedad como el Llevant UD no está para lamentarse de más oportunidades perdidas: con la marcha de López se desaprovecha la de consolidar una forma diferente de hacer las cosas, más sostenible. Cometió errores, claro. Siempre se cometen en una gestión tan compleja como la de un equipo de fútbol. Pero no había nada, absolutamente nada, que en la jornada 8 no fuese susceptible de corregir y mejorar. La destitución de Paco López es el error más grave de Quico Catalán desde que se puso al frente del club en 2008.

 

Ni siquiera el éxito que ojalá Pereira tenga en Orriols taparía esto. Él es ahora nuestro hombre. Llega desde el anonimato casi absoluto para substituir al mejor entrenador de la historia del Llevant. Poca broma. No es menos cierto que el propio Pereira fue segundo de quien más lejos nos llevó. Ni lo es que López también era un novato en la élite, cuando firmó. La dirección deportiva no ha sido capaz de encontrar alternativas de más prestigio que quisieran venir. Las apreturas económicas del Llevant ya son de dominio público. Mal síntoma.

Tras su breve y única experiencia como primer entrenador en el Henan, que lucha por evitar el descenso, Pereira se trae de China a su segundo, Izquierdo, y al preparador físico, Hall. Por mucho que la prensa afín al club blanquee su paupérrimo currículum para dirigir en Primera, es evidente el altísimo riesgo de la decisión. Se busca, como otras veces, hacer de la necesidad virtud. Y se hace más al límite que nunca. Es jugar con fuego, algo que no siempre salió bien. Un descenso sería demoledor para la estabilidad de la entidad, su viabilidad financiera y el desarrollo de los proyectos en marcha. En los últimos años se han asumido riesgos económicos que serían insostenibles en Segunda. Otra apuesta al límite. Se ha evaporado la austeridad. Una deriva que conocemos y asusta.

Nadie es perfecto, que le dicen a Jack Lemmon en aquella inolvidable escena de Con faldas y a lo loco. Pues eso. Sea como sea, Pereira es nuestro hombre. Y las dudas sobre la idoneidad de la decisión nada tienen que ver con su profesionalidad, que nadie debería poner en duda sin verlo trabajar, sino con todo lo que ha envuelto su llegada a Orriols y porque lógicamente el levantinismo esperaba un perfil más contrastado. Si difícil es el reto en sí, a Pereira se le suma el agravante de la singular coyuntura y la tensión. Su jefe en 2013, Juan Ignacio Martínez, ya pagó los platos rotos del ambiente enrarecido por las acusaciones de amaño de aquel Llevant-Deportivo (0-4) que destrozó el equilibrio del vestuario. Se contrató entonces a Caparrós para poner orden y liquidar la autogestión de los futbolistas que puso a la entidad contra las cuerdas. Ojalá Pereira sea capaz de entroncar con los éxitos de aquel momento agridulce, de salvar la coyuntura actual y, ¿por qué no?, de abordar la regeneración parcial del equipo (ya en marcha) y reilusionar al levantinismo.

Quico cedió a la pañolada en redes, ajeno al sesgo que siempre conllevan, cuando creyó que la situación podía salpicarle. La hipótesis de una derrota en Orriols ante el Getafe y de una pitada estruendosa, que no distinguiese palco y banco, era una pesadilla difícil de digerir. Sin embargo, la destitución de López fue, además de berlanguiana (de madrugada, tras la victoria del Granada y la entrada en descenso), poco astuta. El calendario –Getafe, Sevilla, Atlético– es endemoniado. ¿Por qué no esperar a la reacción con López? Si sucedía, magnífico; si no, se le evitaba el escollo al siguiente. Vista la solución Pereira, además, la continuidad de López, más allá de los argumentos futbolísticos esgrimidos a favor y en contra, era un mal menor. Al fin y al cabo, si se apelaba a un fin de ciclo para cesarlo (siete meses después de las semifinales de Copa y de una salvación holgadísima, por cierto), ¿la apuesta por Pereira lo es también por un nuevo ciclo? ¿O es un patadón y a seguir?

Todo este contexto tiene mucho que ver con la dinámica de inestabilidad deportiva desde la marcha de Tito (que representó el fin de un ambicioso modelo) y agudizada con la destitución de López. Y poco con el propio Pereira, que ha asumido riesgos para aterrizar en la Liga y tener ocasión de demostrar su valía, y que merece respeto. Que tengamos suerte. Él y nosotros. Aunque hubiésemos preferido no entregar nuestro destino a la fortuna y sí a una gestión más sensata y eficaz.

••• BANQUILLO ELÉCTRICO EN LA ERA CATALÁN. Luis García se marchó a Getafe tras tres años exitosos; JIM no siguió tras dos cursos con sabor europeo; Caparrós duró un año y cumplió; a Mendilibar lo echaron tras 8 jornadas de liga (como a López); Alcaraz salvó al equipo con dificultades y fue cesado la temporada siguiente, tras 9 jornadas; llegó Rubi que fue incapaz de conseguir la permanencia, y arrastró con él a Manolo Salvador; Muñiz devolvió al Llevant a Primera, ya con Tito, y fue destituido en la jornada 27, tras un triunfo en 22 encuentros. Paco llegó para sustituirle. Y hasta hoy. Un banquillo bastante eléctrico, incluso para quienes cumplen con creces los objetivos. Y una política deportiva errática, sin rumbo, sin definir un estilo, un perfil de futbolista y una estrategia de cantera.

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