VALÈNCIA. Un lateral que rompió con el estilo de defensor clásico de los 60, un levantinista de cuna y una persona que enarboló la bandera de la humildad hasta el punto de pasar del olimpo de Chamartín a los barros de Tercera División solo por su Levante. Antonio Calpe es el verdadero símbolo de resistencia y el ejemplo más expresivo de levantinismo en vena. Su padre, Ernesto Calpe, lució el brazalete granota en aquel equipo que conquistó la Copa de la España Libre en el 37. Así que, de su mano, Antonio se aficionó al fútbol y comenzó a manosear la idea inquebrantable de jugar también en Vallejo vestido de azul y grana.
Lo que quizá no sabía el mayor de los Calpe es que iba a ser protagonista en el primer ascenso a la élite del club. Su hermano Ernesto lo recuerda con nitidez: "Yo tenía trece años en ese ascenso (en el 63) y me acuerdo de todo. De lo que me pasó hace un mes no, pero de cómo cogía el autobús en la Avenida del Puerto con mi padre para ir a verle jugar a Vallejo... eso lo tengo grabado", rememora el hermano pequeño emocionado en PlazaDeportiva.com.
Para él, Antonio era "un ídolo y un referente" en una familia de cuatro hermanos -dos chicos y dos chicas- en la que los varones pronto se apasionaron por pegarle patadas al balón. La historia de Ernesto como futbolista es más corta, dejó el deporte por lesiones, por la mili y porque su cuñado le ofreció trabajo en su empresa cuando su carrera parecía no tener un sentido económico. Eso sí, no olvidará jamás el único partido en que pudo jugar junto a su ídolo, cuando sus mejores años en la banda de Chamartín ya habían terminado: "Fue en el primer encuentro internacional que se jugó en campo del Levante, a principios de los 70, y lo recuerdo con mucho cariño", comenta.
No con menos emoción se acuerda del día en que Antonio fichó por el Real Madrid. En el verano del 65, muchos equipos se interesaron por él tras dos buenas temporadas en la élite nacional, pero Calpe descartó algunos porque "para eso se quedaba en el Levante", dice Ernesto. Un buen día, un "señor de Sevilla" llamó la atención del humilde lateral, porque el club hispalense era por entonces una gran opción "también para ganar algo más de dinero", reconoce el pequeño de los Calpe. Antonio y dos directivos levantinistas se citaron en Madrid, en el Hotel Mediodía, para rubricar el que, ellos pensaban, iba a ser el fichaje de Calpe por el Sevilla FC. "Cuando llegaron, apareció Antonio Calderón, gerente del Real Madrid. Balaguer, que iba con mi hermano, se quedó sorprendido". '¿Qué hace usted por aquí?', preguntó la expedición granota. '¡Habíamos quedado!', respondió Calderón entre risas y un sospechoso acento andaluz. Era, literalmente, ese "señor de Sevilla". "Fue el truco que usaron para que no pidiera más dinero antes de llegar y mi hermano les dijo que o fichaba por el Madrid o ya no lo hacía en ningún otro sitio", asegura.