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LA CANTINA | ANÁLISIS

David Casinos se hace remero

David Casinos tiene dos hijos. A la mayor, que ya suma siete años, le puso de nombre Cayetana. Y al segundo, que nació hace dos, decidió con Celia, su mujer, admiradora de Michael Jordan, que el pequeño iba a llamarse Jordan, como la leyenda del baloncesto. "Es muy inspirador", se justifica el tetracampeón paralímpico. Como si en esa casa hiciera falta buscar una inspiración externa, siendo él, como es, un personaje que con cierta frecuencia da charlas sobre su ejemplo de superación después de haberse quedado ciego de adulto.

El atleta de Moncada estuvo en cinco Juegos. Ganó cuatro títulos paralímpicos (tres en peso y uno en disco) y en los últimos, en Río, arañó una medalla de bronce que tuvo un gran valor porque tenía 44 años y las manos destrozadas después de tantos años de lanzamientos.

En Río no solo vio su cuerpo maltrecho, también comprobó que no paraban de llegar jóvenes enormes que no iban a dejar muchos resquicios en los podios del futuro. Casinos, inconformista por naturaleza, decidió dejar el atletismo para intentarlo en el ciclismo de pista. Tenía fuerza y explosividad, y creía que con un buen entrenador, como Eloy Izquierdo, y un buen piloto al frente del tándem, con José Antonio Villanueva, podría llegar hasta a Tokio a pedales. "Pero el ciclismo me fue como el culo y el piloto me dejó tirado", explica con sinceridad.

En el velódromo, como en el círculo de lanzamiento de Río rodeado de jóvenes, Casinos comprobó que, casi más importante que el esfuerzo del deportista con discapacidad, era crucial que el guía fuera un portento. Y 'viendo' las piernas descomunales de Robert Förstemann comprendió que la gloria olímpica no vendría en el óvalo.

Hace unos meses recibió una llamada de la Federación Española de Remo. Este organismo había decidido potenciar su flanco paralímpico después de pasar por Río sin representación. Iba a iniciar un nuevo programa y todos los aspirantes debían pasar una prueba con el ergonómetro, una especie de remo de gimnasio.

El valenciano superó la criba y ya está entrenando en el canal de la Marina de Valencia. Sin meterse presión pero, conociéndolo, soñando en silencio por acudir a unos nuevos Juegos Paralímpicos frisando en los 50 años. El remo ha cambiado su aspecto. Un deportista de 90 kilos se ha quedado en 78. Porque, en el bote, cada kilo cuenta. Y cada gramo de más que subas a la embarcación, estás obligado a compensarla con una determinada cantidad de vatios. Así que hubo que buscar un equilibrio que le ha llevado a perder doce kilos.

Por el camino, David Casinos descubrió la dieta cetogénica, que, con la supresión de los hidratos de carbono, se ha convertido en una aliada para su diabetes. "Así quito mucha insulina y hace que tenga menos hipoglucemias", añade. Una novedad que, dice, le ha cambiado la vida. Sin volverse loco. Y si un día especial hay que comerse una hamburguesa con los niños, lo hace. O si los suegros le reciben con una paella, da buena cuenta de ella y al día siguiente vuelve a la dieta.

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