VALÈNCIA. La pesadilla de Saint Denis aquél 10 de julio de hace dos años está aún vigente en la mente de la selección de Francia, que ahora acomete en Rusia 2018 la conquista de su segunda Copa del Mundo.
El día que los 'bleus' sellaron la clasificación para la tercera final mundialista de su historia después de ganar a Bélgica en San Petersburgo con un cabezazo certero del central Samuel Umtiti era también el segundo aniversario de tal funesta noche.
Ningún francés rehuye de aquello que catalogan como una de las grandes decepciones del fútbol galo desde siempre. Didier Deschamps había logrado reclutar un plantel solvente, plagado de jugadores reputados asentados en los mejores equipos del viejo continente, animadores de las grandes ligas.
No parecía haber un objetivo más claro y también más evidente, un panorama más despejado para el éxito que aquél. Un gran conjunto y la condición de anfitrión. Todo preparado para que Francia alimentara un palmarés que se ha estirado en los últimos tiempos, cuando ha rentabilizado la explosión de un deporte con tradición relativamente nueva en esa tierra.
Buscaba el cuadro francés su tercer título continental que añadir al de 1984 y al del 2000. Había arrasado a lo largo de todo el recorrido y tenía a Portugal como rival. Un adversario plagado de dudas, clasificado por los pelos y con un fútbol inestable.
Francia perdió con un gol del suplente Eder, del que poco se sabía y casi nada se conoció después. El combinado de Deschamps padeció uno de los reveses más dolorosos de su historia.
Las secuela siguen aún. "Esa derrota sigue ahí", subraya una y otra vez el actual seleccionador bleu. Incluso en el fragor del triunfo, en plena felicidad tras haber alcanzado la final de un campeonato del Mundo.
Dos años después Francia ha vuelto. El seleccionador ha sabido realizar una reconversión pausada. Han quedado al margen titulares de entonces como Patrice Evra, Moussa Sissoko, Bacary Sagna o Laurent Koscienlny. Una lesión apartó también a Dimitri Payet.
Kilyan Mbappe lidera el brío nuevo francés del que también forman parte los laterales Benjamin Pavard o Lucas Hernández; en el que tiene que ver el asentamiento de Raphael Varane y de N'Golo Kante y la explosión definitiva como mariscal de Antoine Griezmann y en el que se mantienen Samuel Umtiti, Olivier Giroud, Blaise Matuidi o Paul Pogba, participantes en aquella final y que han logrado prolongar la confianza de su técnico.
La dulce reconversión de la selección de Francia ya rinde. Con una mezcla de veteranos con ansias de desquite, con tablas. Y un puñado de talentos que pedían paso y tienen su espacio. Lejos del favoritismo que le acompañó y condicionó hace dos años, ha transitado en Rusia sin ruido y con un partido detrás de otro.
No se podrá olvidar la pesadilla de Saint Denis de aquél día. Puede que ni Deschamps ni su equipo lo pretenda. Pero el domingo en Moscú puede encontrar un premio aún mayor.
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