VALÈNCIA. La Final 6 de la Euroleague Women parecía que tenía un ganador adjudicado, que era el Fenerbahce, el campeón de las dos últimas ediciones, y en las semifinales se fue al garete ante un rival, en USK Praha, con muchas menos estrellas pero mucho mejor baloncesto. Al frente de esa plantilla que luego derrotó en la final al otro equipo turco, el Çukurova, con una nueva lección, está una mujer septuagenaria, Natalia Hejkova, quien, con el trofeo en la mano, anunció que había llegado la hora de la jubilación.
Hejkova, con sus llamativas gafas de concha, se retira con seis títulos de la Euroliga y una larga interesante historia familiar a sus espaldas. Su abuelo Jaroslav era el director de un banco en Crimea. Podía haber llevado una vida fácil y acomodada, pero también era un activista que luchaba por sacar a los checoslovacos de los campos de concentración. Hasta que contrajo el tifus y falleció con solo 42 años. El hombre dejó a una mujer viuda con tres hijos en una época de gran hambruna en Rusia.
Cuando el padre de Natalia, Vsevolod, tenía 10 años, la familia pasó por delante de la embajada checoslovaca en Kiev -la madre era rusa y el difunto padre, checo- y se les ocurrió solicitar el pasaporte. La petición fue aceptada y la mujer y los tres niños viajaron en un camión de ganado, durante tres meses, y llegaron a Bohemia en 1921. Aquella mujer no hablaba el idioma de su nuevo país, pero logró un empleo como profesora de ruso en un colegio. La madre se reunió allí con sus cinco hermanas. Una de ellas, la más joven, se fue de casa a los 17 años para alistarse en la Guardia Blanca durante la guerra civil y perdió un ojo.
La tía abuela de la entrenadora de baloncesto se casó con un rumano exclusivamente para poder salir del país para, después, viajar de Rumania a Praga en la bodega de un barco. Durante el levantamiento de Praga, ella y su nuevo marido, un emigrante ruso, estuvieron luchando en las barricadas, donde él murió en un ataque con grandes y ella resultó gravemente herida. Natalia le debe a ella su nombre.
Todas esas historias ayudaron a forjar el carácter de Natalia Hejkova. Sus padres se conocieron en Orava, donde él, ingeniero, supervisaba la construcción de unas carreteras, y ella trabajaba como profesora. Allí se casaron y luego se mudaron a Zilina, donde nacieron sus dos hijas: Vera y Natalia. A la pequeña le encantaban los deportes y lo mismo jugaba al fútbol con los chicos en la calle que practicaba el tenis. Un día, cuando ya tenía 14 años, una amiga le invitó a jugar al baloncesto y la sensación de jugar a un deporte de equipo con otras chicas la enganchó.
Cuando llegó el momento de irse a la universidad, Natalia se matriculó en Praga en la facultad de Derecho y pidió jugar en el equipo universitario. Cuando se licenció, empezó a entrenar a niñas y, casi sin darse cuenta, acabó en el Ruzomberok. Así se convirtió en la única mujer entrenadora de toda la Liga. Antes de los partidos, los entrenadores del equipo rival no la saludaban porque se pensaban que sería la masajista. “Al principio me subestimaron, pero los tres primeros años me aproveché de ello para sorprenderles”, dijo en una entrevista.
El Ruzomberok era un equipo de pueblo que había bajado a Segunda en 1986. Por eso tiraron al entrenador y la cogieron a ella mientras venía su sustituto. Pero Natalia Hejkova logró subir al equipo después de hacerlo campeón. El director deportivo, Jozef Smolek, un hombre providencial en su carrera, le propuso seguir al frente de la plantilla. No le decepcionó. El primer año acabaron sextas; el segundo, terceras, y el tercer año hizo campeón al Ruzomberok. A partir de ahí, Natalia Hejkova y Jozef Smolek convirtieron al equipo de un pueblo de 35.000 habitantes en una potencia europea. Un conjunto con el que ganó sus dos primeras Copas de Europa (1999 y 2000). La entrenadora, que nunca ha necesitado ir de diva, dice que tuvo mucha suerte porque tres jugadoras olímpicas eran de esta localidad del norte de Eslovaquia o del pueblo de al lado. Jamás olvidará el segundo título. “Fue una final muy interesante contra el Bourges en la que disputamos dos prórrogas y nos proclamamos campeonas en nuestra casa. Fue un día de grandes emociones”.
Aún le quedaba un sueño por cumplir: los Juegos Olímpicos. En el año 2000 lo tenía hecho. Ella y Smolek dirigían el proyecto deportivo de la selección, pero en el último momento surgió un conflicto y la federación despidió al director deportivo. Natalia Hejkova no lo dudó y se marchó detrás. Ahí empezó a trabajar en el extranjero. Primero en Hungría, en el Sopron (2003 a 2006), y después en Rusia, en el Spartak y el Dynamo (2006 a 2009), donde ganó otras dos Euroligas con un equipo plagado de estrellas de la talla de Diana Taurasi, Sue Bird y Lauren Jackson. Por el camino se convirtió en la entrenadora asistente de Igor Grudin y pudo cumplir, con la selección rusa, el sueño de ir a nos Juegos Olímpicos. Un combinado que logró el bronce en Pekín 2008 y que, un año antes, se proclamó campeón de Europa.
Natalia Hejkova también pasó por València. La prestigiosa entrenadora fue la apuesta del Ros Casares en 2011, pero aquella relación nunca funcionó y dejó el equipo antes de acabar la temporada. Su puesto lo ocupó Roberto Íñiguez, que hizo campeón de la Euroliga al conjunto valenciano. Un año más tarde fichó por el USK Praha, un equipo con el que logró una racha asombrosa de 256 victorias consecutivas. En la capital de la República Checa logró otra Euroliga en 2015 y su fantástica trayectoria en la máxima competición continental la culminó el domingo pasado, diez años después, con un nuevo triunfo, esta vez en Zaragoza, con el USK Praha. En el pabellón Príncipe Felipe anunció, con 71 años, su despedida entre lágrimas después de 490 partidos y 315 victorias, más que ningún otro entrenador. Se marcha sin perder una sola final de la Euroliga.
"Mi historia es que nunca pensé en entrenar: yo soy abogada. Pero me pidieron que entrenara durante dos o tres meses y ahora han pasado casi 40 años. Mi mensaje es que si tienes algo de lo que estás enamorado, entonces hazlo si puedes, si tienes la oportunidad. Yo tuve esa suerte”, explicó a la Euroliga. Ahora se jubila. Soltera y sin hijos porque, como explicó en alguna ocasión, hay pocos hombres acostumbrados a que su mujer llegue tarde de trabajar. Ahora, probablemente, se mude a Bratislava, donde se compró una casa para pasar los veranos cerca de su única hermana. Las nietas de Jaroslav.