VALÈNCIA. A la salida de las duchas, en los vestuarios de la Sociedad Deportiva Correcaminos, hay una vieja báscula analógica, con una lupa por si alguno no ve bien los números, en la que los socios se pueden pesar antes o después de pegarse un remojón. Toda la sede de este histórico club está bañada por una pátina retro. Parece que no haya futuro, solo pasado. Cuando el futuro es suyo. Pero es la idiosincrasia de Correcaminos, el club fundado en el bar Danubio a finales de los 70, donde lo anterior, el legado de los que pusieron los cimientos, tiene mucho peso, muchísimo.
Los viejos mandan más que los jóvenes. Ellos escribieron la historia y les cuesta que otros la continúen. Los nuevos, todos sea dicho, tampoco lo viven con tanto fervor. Correcaminos, con la ayuda, ahora más personal que crematística, de la Fundación Trinidad Alfonso, es el organizador del maratón de València. Un maratón con 35.000 corredores y algunas de las mejores marcas de la historia. Aquí debutó Kelvin Kiptum, el mejor maratoniano de esta década. Y aquí han corrido desde Kenenisa Bekele hasta Letesenbet Gidey. Aquí sucumbió Joshua Cheptegei y emergió Sabastian Sawe.
Correcaminos dependió durante algunos años de la generosidad de Juan Roig. El rey de los supermercados quedó cautivado por esta energía que genera el maratón y lo encumbró con su ayuda económica. Luego, cuando ya se había convertido en una de las mejores carreras del mundo, le dijo a Paco Borao y a su equipo que el maratón tenía ya entidad de sobra para volar solo. Y ahora, años después, Juan Botella proclama, entre orgulloso y feliz, que el maratón de València ha alcanzado la mayoría de edad y se ha podido ir de casa.
Antes que Juan Miguel Gómez, director de la Fundación Trinidad Alfonso, gobernó la fundación Elena Tejedor, una mujer con tanto carisma como olfato que entendió al instante que si quería sacar adelante el maratón necesitaba ganarse a la vieja guardia de Correcaminos. La ejecutiva empezó a pisar la sede y a empaparse de su historia. Y así fue como evitó una guerra civil.
Correcaminos, gracias al maratón, a este súper maratón, tiene un excedente en su presupuesto que le ha permitido, gracias a Juan Botella, ayudar al atletismo. No olvidemos que correr es atletismo, aunque algunos no lo sepan pese a que lo practican a diario. Primero echó una mano a los clubes afectados por la Dana, después se alió con la federación de atletismo para introducir algunas mejoras en su deporte y ahora se ha lanzado a por un proyecto que considero vital en la ciudad: la rehabilitación de una segunda pista de atletismo.
La del Estadi del Túria, en el tramo III del viejo cauce, no da más de sí. Cada día la exprimen atletas, alumnos de las escuelas infantiles, corredores populares, opositores a bomberos… Tanta caña recibe que entre las calles 4 y 5, a la altura de la salida del 400, al final de la recta, ha surgido un socavón bochornoso. Correcaminos, de la mano de la Fundación Deportiva Municipal, ya se ha puesto en contacto con la Universidad Politécnica para recuperar la pista de su campus. Recuerdo cuando se inauguró esa pista, que creo que nunca llegó a estar homologada y que se deterioró sin importarle a casi nadie hasta caer en el olvido. Si vas a la universidad una tarde, puedes ver a unos pocos entrenar allí esquivando los baches.
Botella dijo que estará lista el primer semestre de 2026. Eso es casi imposible, pero estará en el segundo semestre o ya en 2027. No importa. Lo relevante es que esta segunda pista, que también será pública, permitirá aligerar la primera, totalmente saturada. Antes que la pista, entrará una llamativa novedad en el maratón, la introducción, esta vez sí en 2026, de un sorteo o lotería. Después del medio maratón y maratón de este año, se abrirá un periodo de cuatro días en los que los inscritos en esta edición de 2025 podrán comprar su dorsal para 2026. Después de este periodo de tiempo, los dorsales sobrantes se podrán conseguir únicamente inscribiéndose en el sorteo.
Los precios subirán, como todo ha subido, y el maratón de València entrará en una nueva dimensión. Botella cuenta que ahora mismo el maratón tiene una lista de espera de 14.000 personas y de 17.000 en el medio maratón. A mí me parecen unas cifras exorbitantes. Lo fácil sería ampliar el número de inscritos y aumentar los ingresos exponencialmente, pero eso sería un error garrafal en una ciudad con 132 kilómetros cuadrados y una capacidad hotelera limitada.
Botella lleva ahora las riendas del maratón y es ahora cuando al final ha entendido algo que nunca le cuadró, que Paco Borao levantara los brazos, apretando los puños, en cuanto se daba la salida del maratón. “Ahora ya lo entiendo: cuando suena la pistola, lo peor ya ha pasado. El maratón ya está en marcha”.