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ANÁLISIS | LA CANTINA

¿Es Álex Palou el mejor piloto español de la historia?

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VALÈNCIA. España tiene una estrella que no conoce. Se llama Álex Palou y en un pispás se ha convertido en un grande de la IndyCar. Hace unos días abrochó su cuarto título, el que le sienta a la mesa de Mario Andretti, Sebastien Bourdais y Darío Franchitti. Ya solo por debajo de A. J. Foyt (siete veces campeón) y Scott Dixon (seis). Aquí no hay mucha afición por estas carreras de monoplazas que causan furor en Estados Unidos y eso no le ha hecho muy popular en España. Encima cada vez que le entrevistan tiene que responder a la misma pregunta una y otra vez: ¿No te gustaría correr en la Fórmula 1?

Palou, catalán de Sant Antoni de Vilamajor (Barcelona), en las faldas del macizo del Montseny, siempre responde que no, que es feliz en la Indy y que allí, a diferencia de la F-1, hay verdadera igualdad. El coche no marca tantas diferencias y eso amplía el número de candidatos al triunfo en cada carrera, todo lo contrario que en el gran circo, donde apenas hay media docena de volantes que cuenten para la victoria final.

Además de sus cuatro victorias en seis temporadas, una proyección abrumadora, Palou, que solo tiene 28 años, ha ganado las 500 Millas de Indianápolis, un triunfo con entidad suficiente para ser recordado toda la vida. Él ha sido el primer español en 109 años de historia en conquistar una de las tres grandes carreras del mundo junto a las 24 Horas de Le Mans y el Gran Premio de Mónaco de Fórmula 1. Otros como Oriol Servià o el mismísimo Fernando Alonso sucumbieron en el Indianapolis Motor Speedway. Palou, en cambio, salió de este circuito con la corona de flores, el anillo de campeón y la botella de leche, como manda la tradición.

Su camino no siempre tuvo tanto glamour. Álex Palou viene de una familia no vinculada al motor. A su padre, Ramón Palou, admirador de Michael Schumacher, le gustaba la Fórmula 1. Hasta ahí su relación con los coches. Pero cada mañana, cuando aquel hombre llevaba a su hijo al colegio, pasaban por delante de un circuito de karts y el niño, cuatro años, le decía que quería correr allí algún día. Ese día llegó y llevó al chiquillo al trazado de Cardedeu. El pequeño piloto corrió muy deprisa a pesar de tener dificultades para llegar al volante y los pedales.

Ramón y su suegro, al ver el talento del chaval, se animaron a comprarle un kart de segunda mano y, tirando de ingenio, sin saber nada de mecánica, adaptarlo a su estatura para que fuera el regalo por su quinto cumpleaños. Un obsequio que le cambió la vida. Esa temporada aún no, pero a la siguiente, Álex, con seis años, ya ganó el campeonato social del karting.

Luego lo echaron por una discusión que tuvieron los Palou con los dueños y, meses después, apuntaron al chico al Campeonato de Cataluña. En poco tiempo ya era campeón de España alevín. El primer obstáculo llegó cuando quisieron dar el salto al circuito europeo. Aquella aventura costaba 200.000 euros que no tenían y cuando ya pensaban en dejar la velocidad, Genís Marcó les ayudó. Un tío muy joven le acompañó por toda Europa. Ramón no tenía tanto tiempo y el viernes, en cuanto salía del trabajo, se iba directo al aeropuerto del Prat para volar a la ciudad del siguiente circuito. El domingo por la noche ya estaba en casa.

Con 13 años dejó su casa y se fue a vivir al Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat. Un día, en el otoño de 2013, mientras atendía, aburrido, en una clase de matemáticas recibió un WhatsApp. Álex lo leyó y vio que era de Adrián Campos jr, el hijo del mejor cazatalentos del automovilismo en España, el añorado Adrián Campos, el hombre que descubrió y encumbró a Fernando Alonso. Álex leyó la oferta y se puso a dar gritos de alegría. Instantes después la profesora de matemáticas le había expulsado…

A partir de entonces, el joven piloto empezó a viajar a menudo a València. Álex se hartó de viajar en el Euromed. Aquí dormía en casa de Adrián Campos Jr. Luego llegó el debut en la Eurofórmula Open, con un triunfo en Nürburgring. Al final de la temporada, tercero. Campos y Palou decidieron pasar a la GP3. No fue un buen año, pero, al menos, cerró la temporada con una victoria en Abu Dhabi. Ahí volvió a aparecer la sombra del abandono. Nadie apostaba por él, pero, en el último momento, llegó una oportunidad desde Japón. Allí llegó con 19 años. Ganó tres carreras y acabó tercero, un gran resultado en un año complicado por el contraste cultural.

Había sido el mejor debutante y eso, a la postre, fue su trampolín a Estados Unidos. Un expiloto japonés con pasaporte estadounidense que había corrido la IndyCar, Roger Yasukawa, se fijó en él. Esa fue la persona que le introdujo en Norteamérica. El respaldo económico se lo dio Kazumichi Goh, un mecenas propietario de un equipo. Luego entró en la escena Dale Coyne, que le dio una oportunidad haciendo un test después de una carrera, el 29 de julio de 2019, en Mid-Ohio. Alex Palou corrió más rápido que la pole. No hacían falta más pruebas. El español tenía que tomar una decisión: cabeza de ratón en Japón o cola de león en Estados Unidos. Palou cogió el volante del Dale Coyne Racing y logró terminar en quinta posición en la Indy500. Ese resultado allanó su camino en la IndyCar.

Después apareció el descaro de Palou, que se plantó delante de Chip Ganassi y le dijo que quería correr en su equipo. En cuanto quedó un coche libre, fue para él. Aún así, Álex lució de forma altruista el logo de Goh durante todo 2021 en señal de agradecimiento a su ayuda. Mientras, por si la apuesta en Estados Unidos salía mal, Álex y su pareja, Esyher Valle, precavidos, decidieron abrir una cafetería en Girona. Un plan B por si no corría el champán en los podios. Después de los buenos resultados por carreras de todo el país, traspasaron el bar y ella  se mudó a vivir con él cerca de Indianápolis, donde tuvieron a la niña, Lucía.

Álex Palou fue haciéndose un nombre y ganándose el respeto de la IndyCar. Él fue el primer español en ganar una carrera de la IndyCar y el quinto europeo. El piloto estampó el coche en un entrenamiento y, como los mecánicos se pasaron la noche en vela reconstruyendo el bólido,  Palou les llevó una caja de dónuts en señal de disculpa y agradecimiento.

El catalán, el rey del pollo frito, su plato favorito, es feliz en la Indy pese a que, en España, le den la tabarra con la Fórmula 1. “No es mi puerta, no se abrió y no pasa nada”. Ahora solo falta por ver si los aficionados al automovilismo son capaces de pensar que igual resulta que Álex Palou es mejor piloto que Fernando Alonso.

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