VALÈNCIA. El cliente de esta cantina ya sabe que aquí se sirve mucho atletismo. Es un deporte diferente donde quiero creer que hay más verdad. Pero también he contado alguna vez que en la zona mixta, ese lugar por donde transitan los atletas desde la pista hasta el sitio donde recogen su ropa, se ven muchos dramas. Muy pocos atletas salen plenamente satisfechos. El que ha perdido porque ha perdido y el que ha ganado, ay, siempre hay algo que se ha quedado por el camino: una décima menos, unos pocos centímetros más o una plaza para la siguiente carrera. “Sí, ha estado bien, pero es que…”, te sueltan muchos que, en teoría, deberían estar contentos o satisfechos. Muy pocos se marchan radiantes.
A la particularidad del atletismo hay que sumarle la particularidad de su generación, una generación que a mí, la verdad, me pilla muy lejos pero a la que abrazo. Durante muchos años he hecho un ejercicio de comprensión de los jóvenes. Me niego a ser como mis amigos y a soltar comentarios despectivos de los chavales, como si mis amigos, a sus 20 años, hubieran sido unos tipos brillantes y coherentes. Son diferentes. Y ya está. Tienen sus gustos, sus hábitos y sus manías, como las tuvimos nosotros.
Una de sus características es la visibilidad, o la exposición, según se mire, en las redes sociales. Muchos atletas, sobre todo chicas, no comparten fotografías en las que salen con caras de esfuerzo. No les gusta y entonces no las suben o comparten, o, como mal menor, le ponen un emoji para taparse el rostro. No sé si esto es preocupante, pero se me hace raro.
Últimamente detecto otra tendencia: el desencanto. El miércoles se despidió del atletismo Lorena Vives, una pertiguista de Castellón que venía de disputar la final del Campeonato de España. En la grada estuvo Marta Olmedo, de Quart de Poblet, habitual en las últimas finales y que no sé si se lo ha dejado o simplemente va a seguir por practicar deporte, pero sin retos tan ambiciosos como correr los 800 metros en menos de dos minutos y siete segundos. El trabajo se impone al atletismo.
En Tarragona, en el último Campeonato de España, también me encontré con Óscar Andrés Bou, que era una de los decatletas más prometedores del país y que también decidió dejárselo el año pasado. Primero le saludé y después le pregunté si echaba de menos la competición. Ni pestañeó. “No. No la echo nada de menos”. Óscar es ahora un tipo feliz que vive en Madrid y hace crossfit.
Esta generación, salvo un puñado de estrellas, no vive del atletismo y, peor que eso, ni siquiera recibe alguna ayuda económica. Durante las categorías de formación, las medallas muchas veces son el estímulo para seguir adelante, pero en cuanto llegan a la categoría absoluta y dejan de ganar, no ven aliciente a pasarse unos años hasta alcanzar el estatus que les permita luchar de nuevo por las medallas.
El mundo laboral, la alternativa, tampoco es especialmente atractivo. No sobran las oportunidades de encontrar un trabajo con un sueldo decente. Así que si, encima, durante la época de formación, ‘pierdes el tiempo’ con el atletismo, cuando llega la hora de encontrar un empleo, los atletas están al final de la cola. Por eso muchos lo han dejado en los últimos dos años y otros libran una batalla consigo mismos y sus entrenadores por no dejarlo.
Un analista neutral es muy posible que lo tuviera clarísimo: no compensa seguir en el atletismo. Pero, por suerte, el deporte tiene mucho de romanticismo y la mayoría de los atletas siguen yendo a entrenar cada día, cada uno con sus ilusiones particulares. Después, más adelante, cuando el cuerpo ya no les deje seguir corriendo, saltando o lanzando, quién sabe qué será de ellos.
El panorama es desalentador y debería preocupar a los que gobiernan este deporte. Es importante llevar a un buen número de atletas el mes que viene al Mundial de Tokio, pero se me antoja igual de importante mantener una buena base y un tejido deportivo, formado por la clase media de este deporte, sólido. Hay algunas pruebas, especialmente en los concursos, y más en los lanzamientos que en los saltos, en las que llegan muy pocos a los campeonatos nacionales de cada categoría. Nadie habla de este asunto. Unos miran para otro lado y otros se ponen de perfil. Pero el problema sigue ahí, como el rey desnudo.