VALÈNCIA. Cuatro días después de tocar el cielo, Victoria, ocho trofeos del Individual arrinconados en casa de su padre, está encerrada en su habitación porque al día siguiente tiene un examen de Estadística. Victoria, que ya acabó Biotecnología, está haciendo un máster de Ingeniería Ambiental y sabe que tan importante como ser la mejor en el trinquete es sacar las asignaturas de la formación que le permitirá ganarse la vida en el futuro.
Esta jugadora de raspall es un caso único. Tiene 23 años y ocho títulos de campeona Individual, el mayor trofeo que puede conquistar un pilotari. El primero lo ganó con 15 años, un récord de precocidad en este deporte en el que las mujeres dan sus primeros pasos bajo el paraguas de la federación. Entonces era una niña. Una niña feliz, sin responsabilidades ni presión. Con 15 años, en plena adolescencia, el deporte era jugar por jugar. Ahora no. Cada título engorda su fama de invencible en el mano a mano y eso hace que cada año todo el mundo dé por hecho que ella será la campeona.
Da igual que venga de seis meses de lesión en un hombro. Da igual que ella haya dejado de sentir la pelota como la sentía. Da igual que no pueda soltar el brazo como lo hacia. Los aficionados dan por sentado que ella tiene que ser la campeona. Y, en cierto modo, los resultados acaban dándoles la razón. Así que no lo queda otro camino que el de la resignación y el estar en paz con ella misma.

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- PilotaPro / Julio Cebolla
Ana, su rival en la final de Orba, tuvo una reacción portentosa cuando Victoria se puso por delante. Quinze a quinze fue atornillando a la campeona. Recortó distancias y alimentó sus dudas. El público empezó a creer en la remontada porque Victoria estaba contra las cuerdas, pero en ese momento, una de esas situaciones críticas en las que la jugadora se acuerda de su madre para encontrar las fuerzas que le faltan, emergió la resistencia de una estrella de este deporte. Sacó varias manos salvadoras y aniquiló la fe de su rival, harta de tantas derrotas, ya van cinco solo en finales del Individual, ante la número 1.
Su madre murió cuando Victoria tenía 10 años. Un cáncer que cambió sus vidas. Le dieron dos meses y duró dos años. Sus dos hijos no la vieron nunca lamentarse. Y ahora, convertida ya en una mujer adulta, Victoria entiende la entereza que debió tener aquella mujer de Pobla del Duc para mantener la sonrisa y la calma delante de sus dos pequeños. La abuela sobrevivió a su hija y ahora va a ver a su nieta siempre que puede. La campeona no hizo una celebración excesiva. Ella es una chica reservada, tímida, poco dada a las excentricidades, así que se limitó a levantar los brazos y subir la ‘escala’ para abrazar a su familia y darle dos besos a la abuela Rosa.
Victoria es hija de sus padres y del minitrinquete que hay en su colegio, el Tomás de Montañana, donde ella encontró su sitio. Esta joven de solo 23 años ha superado muchos obstáculos en su vida, pero, aunque pueda parecerlo, no es hierro. “Me rayé mucho con la lesión porque estaba acostumbrada a ganar muchas cosas y, de repente, ya no las ganaba”.La deportista recibió tres infiltraciones de plasma y a partir de entonces comenzó su rehabilitación en la Clínica Sospedra. Pero no fue una reconstrucción sencilla. "Me costó volver. Empecé a tocar pelota en octubre, pero pelota de badana, y aún sentía molestias. La primera partida fue el 28 de diciembre y entonces todavía necesitaba calentar muy bien el hombro. Hasta abril o principios de mayo aún se me resentía. He ido a mejor, pero aún me cuesta jugar como sé y, a mí, confiar. Ha sido duro. Los dos primeros meses no avanzaba y me agobié. Luego, la mejoría fue muy lenta”.
Tan lenta que Victoria, siete años invicta en una partida mano a mano, campeona en más de la mitad de las ediciones del Individual femenino, se temía lo peor. “Estaba convencida de que no podía ganar. No podía pegarle bien a la pelota y eso ha sido frustrante para mí. Y, encima, Ana ha hecho una temporada impresionante”, explica con ese carácter tan humilde que no se permite ni un arrebato de vanidad. No hay ego en esta figura indiscutible que cada vez que gana logra, además, un triunfo para todos los tímidos.