ALICANTE. En las catacumbas del fútbol y jugando como local en una auténtica cochambrera. Así arrancó el Hércules de Enrique Ortiz el curso 2021/22, a poco más de un año de cumplir los 100. 

Fueron algo más de 3.500 los espectadores que asistieron al choque de los blanquiazules con el filial del Granada, correspondiente a la jornada 1 en el grupo 5 de Segunda RFEF y disputado en un estadio Rico Pérez en estado ruinoso, impropio de Alicante, la undécima ciudad de España. La indiferencia de la Generalitat Valenciana (propietaria de la instalación) con la situación resulta igual de insultante que la del Ayuntamiento de Alicante, que ni pide cuentas al Consell (donde los que gobiernan no son precisamente de su signo político), ni parece preocupado por lo que le pueda suceder a los 'vecinos' que hacen uso del mismo o, simplemente, pasan por la acera y es que los alrededores rivalizan con los más arrasados de Alepo. 

Como entre los citados 3.500 espectadores que acudieron al partido del sábado no se encontraba ni uno solo de los 29 concejales que forman parte de la corporación municipal (como ya ocurrió en mayo, con motivo de la manifestación reclamando la marcha de Ortiz), igual todo se reduce a un problema de desconocimiento.