VALÈNCIA. El Levante cerró sin prisas el mercado de fichajes estival 23/24. Sin prisa... y sin pausa. Así puso el broche Felipe Miñambres a una planificación de plantilla que, ya desde la pasada noche del 17 de junio, había escrito su destino: revolución. Fue la nota mental del director deportivo una vez el penalti de Villalibre rompió corazones. Primero el luto y después la acción. Tardó apenas algunos días el ejecutivo astorgano en transmitir a ciertas piezas, como Pepelu o Cárdenas, que habían de traer ofertas satisfactorias -en el caso del dianense, una que depositara su barata cláusula de rescisión, aunque no acabase siendo "al contado"- para poder acometer una reducción de coste de plantilla a lo bestia.
Y el arranque fue, cuanto menos, movido. Eléctrico, incluso. La salida de Pepelu causó un terremoto que solo apaciguó el tiempo y el acierto que, hasta el momento, ha demostrado su pieza de recambio. Oriol Rey fue el primero en llegar, después lo hicieron Sergio Lozano, Óscar Clemente y Dela en un inicio fulgurante de mercado antes de que la realidad y el futuro del club copasen la actualidad granota. Tanto que era condición sine qua non esperar el avance del proceso de cambio de dirección de la entidad que limitaba sobremanera el paso en la planificación.
Y tras aquel parón, otro acelerón: Iván Romero, Carlos Álvarez, Álex Valle, Ander Capa y Andrés Fernández. En total, diez fichajes a coste reducido: el Levante solo ha pagado una cantidad simbólica al Sevilla por Romero, mientras en la rampa de salida sí ha amasado líquido entrante. Y además de los nuevos contratos, se contó el regreso de futbolistas que, a todas luces, serán importantes en el engranaje de Javi Calleja: principalmente Kocho, pero también Dani Gómez como relevo de Bouldini. Y aunque también buscaron destino, Blesa y Fabricio han restado en el primer equipo, sin posibilidad, por edad, de alternar con el filial.